Capítulo 32

8.4K 292 34
                                    

" Y está en tu beso. Está en tu toque. Y en tus dedos. Y está en todas las cosas y otras cosas que te hacen quien eres. Y tus ojos irresistibles"

Corro hacia la calle y soy consiente de que todos los chicos del gimnasio, incluyendo al señor anciano, están mirandome. No importa. Lo único que quiero es salir de aquí, así que atravieso las puertas de vidrio y el calor me agobia enseguida. Yo vine aquí a disculparme porque no respondía mi teléfono y ahora se cuál era el motivo; Marie. Ella ha vuelto para acabar conmigo. Lo se. Y lo que más me duele es la forma en que William la miraba al decirle que sentía algo por ella. Por el amor Dios. Hasta hace solo unas horas estaba ofreciéndome vivir juntos, y ahora...

- ¡Grace! - Siento a William tras de mi y me apresuro hacia la acera, caminando lejos mientras las lágrimas caen.

No quiero sentir dolor, no quiero pensar que todo lo nuestro puede acabarse por culpa de un amor pasado. Pero de alguna forma, yo se que William la quiso, la quiere. Porque intentó cambiar lo que él era en su adolescencia por ella. Eso tiene que significar algo para él.

- ¡Por favor, Grace, vuelve aquí! - William se está acercando, porque oigo su voz más nítida y volteo a verle.

- ¡Basta! - Le grito, cuando llego a la esquina de la calle. Él corre hasta llegar a unos metros de mi y se detiene.

- Por favor, Grace, tienes que escucharme, escuchaste esa estúpida frace fuera de contexto, no tiene sentido que hagas esto. - Él respira agitado y tira los guantes de boxeo al suelo con fuerza.

- Lo escuché claro, era obvio que si volvías a verla correrías a ella ¡Tú la quieres! - Grito histéricamente entre lágrimas y la gente se voltea a vernos.

- ¡Maldición, Grace, estoy corriendo por ti, no por ella! - William me grita, como nunca antes lo había echo y señala al gimnasio, donde Marie está parada observando.

Yo seco mis lágrimas y ahogo un sollozo entre mis manos escondiendo mi rostro. No puedo controlarme, y siento que comienza a faltarme el aire.

- ¡Mierda! ¡Tienes que dejar de ser tan...! - Will se calla y lo miro.

- ¡Sabía que esto pasaría porque esto siempre me sucede, Will! ¡Mi padre me dejó y tu también lo harás! ¡Yo no soy buena para nadie! - Dejo escapar un sollozo y miro al cielo cargado de negras nubes.

La primer gota cae en mi rostro y me rindo. La lluvia comienza a caer con fuerza y el agua fría golpea mi cuerpo y el suelo. El aire fresco entra en mis pulmones y respiro hondo, olvidandome de todo y por un segundo me siento una pequeña y tonta niña y los recuerdos se reproducen en mi mente y el llanto llega otra vez.

Mis rodillas tocan el suelo, pero enseguida siento sus fuertes brazos a mi al rededor, Will me sostiene entre sus brazos, sentado tras de mi, y besa mi cabello una y otra vez. Al final todo esto es remontado a mi inseguridad de las personas dejandome, abandonándome. Y lo se.

- Eso, dejalo salir, bebe, ya estás bien. - Will me aprieta y mi mejilla se posa en su pecho, sobre su remera mojada.

- Lo siento. - Cierro mis ojos con fuerza mientras siento los espasmos del llanto y levanto la vista a verlo. Will deja escapar lágrimas de sus oscuros ojos verdes.

- ¿Qué tengo que hacer para que creas en mi? Nunca voy a dejarte, voy a estar donde tu estes, yo soy tuyo, siempre. - William me toma del rostro y lo miro a los ojos.

Sus palabras me hacen dar escalofríos y tal vez sea la forma en que me mira, sincero y sin barreras. Es lo más hermoso que alguna vez me hayan dicho. William me besa, lenta y pausadamente pero con desesperación. Es distinto a cualquier otro beso que nos hayamos dado. Este hombre me ha echo sentir más cosas en solo un par de meses de lo que he sentido en dieciocho años. Lo amo, desesperadamente.

Inducción |h.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora