Interacción 10 (Final Alternativo).

175 17 14
                                    

Quien haya dicho que hay palabras que se atoran en la garganta claramente no conocía el llanto que nace en los ojos y termina en las manos. El llanto en los ojos por contemplarte sabiendo que no te tenía, y el llanto en las manos por tocarte sin poder poseerte completa.  Traías contigo la amenaza desde el principio, pero fui yo el que te quiso aun sabiendo del dolor que ibas a causarme. Quererte como si fueses para siempre, cuando lo único eterno que existe es la crueldad con la que el tiempo baraja las piezas de nuestro destino. Tú me buscaste por todas partes y me encontraste donde menos esperabas: en ti misma, en tus anocheceres, tus caminos angostos, tus pasos frágiles, porque comencé siendo tu duda, tus preguntas sin respuesta, tus rezos de madrugada, el sinsabor de tus suspiros, el petricor de tus otoños. Subiste la marea de mis playas y después fui yo quien te encontró entre sus rutinas escapadas de los planes que nunca fueron planes si no estabas tú en ellos; te encontré entre mis huellas: las del pasado, esas que borrabas para poner las tuyas; te encontré en el viento cuando me traía todas las palabras que escondiste en un suspiro. Ya ves que tarde o temprano todo se sabe, que no existe secreto bajo este cielo de plomo. Y así supe también que nunca fue tu intención forjar mi futuro, nunca quisiste quererme más de lo que yo comenzaba a quererte, nunca me viste más que como una silueta etérea, a quien besabas cuando querías, pero a quien dejabas al minuto por temor a convertirte en la dueña absoluta de su boca.

¿Cuánto miedo le tuviste a enamorarte? ¿Tanto daño te hicieron como para que te hayas negado a entregarte a un alma que estaba dispuesta a duplicar el cariño que le darías? Me ofreciste un amor esquivo, unos abrazos fríos por tanta ausencia de alguien, una sonrisa triste por la constante presencia de otro.

Será por eso que convine en asesinarte, en estampar tu recuerdo en las vías de mi vida para que el tren del olvido triture tus formas, te haga trizas y fragmente en cien mil piezas toda la vida que soñé y quise cumplir a tu lado.

Es mi crimen perfecto y no pienso pedir perdón nunca, no pienso confesar nada, ni desmentir tampoco porque el olvido nunca fue mi arma para hacer daño, sino para protegerme a mí mismo.

Olvidarte, matarte, hundirte, hacer que no existas.

Con ese odio visceral que causa la impotencia, con ese amor irracional que me pide rescatarte. Pero he quemado también esa casa que soñamos, hay cenizas de nuestra historia juntos, los bosques ahora son desiertos áridos, las ciudades se han convertido en escenarios post apocalípticos y yo, yo también me he olvidado del que fui contigo, me he muerto y enterrado a tres metros bajo indiferencia.

Y así como te olvido y me olvido, también sé que soy lo suficientemente débil como para alimentarme de recuerdos, por eso me traicionaré tarde o temprano, me vengaré de mí mismo y te buscaré para quererte más allá de la muerte por no haber sabido nunca querernos en la plenitud de la vida.

Muerte, muerte mía, ¿por qué me hablas tan bajo al oído?
Cuando al atardecer las flores se mustian y el
ganado vuelve al establo.

Te acercas astutamente a mí y me susurras palabras que no comprendo.

¿Confías de este modo cortejarme y consquistarme, adormecerme con el opio de tus fríos besos, muerte, muerte mía?

¿No hay nadie que te preceda enarbolando tu estandarte y tus rojas antorchas inflamarán la noche, muerte, muerte mía?

Acercate tocando tus crótalos, en una noche sin sueño.

Revísteme con tu mano escarlata, estrecha mi mano y llévame contigo.
Que tu carroza está dispuesta ante mi puerta y que tus caballos relinchen de impaciencia.

"Cartas de amor para mi asesino" ~Helsa~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora