CAPITULO 5

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Cómo Urganda la Desconocida trajo una lanza al Doncel del Mar.

 Dio el Doncel del Mar su escudo y yelmo a Gandalín y fuese su vía y no anduvo muchoque vio venir una doncella en su palafrén y traía una lanza con una trena entrenzada en elasta, y vio otra doncella, que con ella se juntó, que por otro camino venía y viniéronseambas hablando contra él, y como llegaron la doncella de la lanza, le dijo: —Señor, tomad esta lanza y dígoos que antes de tercero día haréis la casa donde primero salisteis.Él fue maravillado de lo que decía y dijo: —Doncella, la casa, ¿cómo puede morir ni vivir?. —Así será —dijo ella—, y la lanza os doy por algunas mercedes que de vos espero. La primera será cuando hiciereis una honra a un vuestro amigo por donde será puesto en lamayor afrenta y peligro que fue puesto caballero, pasados ha diez años. —Doncella —dijo él—, tal honra no haré yo a mi amigo, si Dios quisiere. —Yo sé bien —dijo ella— que así acaecerá como yo lo digo.Y dando de las espuelas al palafrén se fue su vía y sabed que ésta era Urganda laDesconocida; la otra doncella quedó con él y dijo: —Señor, caballero, soy de tierra extraña, y si quisieres aguardaros he de hasta tercer díay dejaré de ir donde es mi señora. —¿Y dónde sois?, dijo él. —De Dinamarca, dijo la doncella. Y él conoció que decía verdad, en su lenguaje, quealgunas veces oyera hablar a su señora Oriana cuando era más niña y dijo: —Doncella, bien me place si por afán no lo tuvieres.Y preguntóle si conocía la doncella que la lanza le dio. Ella dijo que la nunca viera,sino entonces, mas que le dijera que la traía para el mejor caballero del mundo, y díjomeque después que de vos me partiese que os hiciese saber cómo era Urganda la Desconociday que mucho os ama. —¡Ay, Dios —dijo él—, cómo soy sin ventura en la no conocer!, y si la dejo de buscar es porque ninguno la hallará sin su grado.Y así anduvo con la doncella hasta la noche, que halló un escudero en la carretera quele dijo: —Señor, hacia dó vais?. —Voy por este camino, dijo él. —Verdad es —dijo el escudero—, mas si aposentaros queréis en poblado convendráque lo dejéis, que de aquí gran pieza no se hallará sino una fortaleza que es de mi padre yallí se os hará todo servicio.La doncella le dijo que sería bien y él se lo otorgó. El escudero los desvió del camino para los guiar, y esto hacía por una costumbre que había ahí adelante en un castillo por doel caballero había de ir y quería ver lo que haría, que nunca viera combatir caballeroandante. Pues allí llegados aquella noche, fueron muy bien servidos, mas el Doncel del Mar no dormía mucho, que lo más de la noche estuvo contemplando en su señora de donde se partiera y a la mañana armóse y fue su vía con su doncella y el escudero. Su huésped le dijoque le haría compañía hasta un castillo que había adelante. Así anduvieron tres leguas yvieron el castillo que muy hermoso parecía, que estaba sobre un río, y había una puente

                                                                                                                        

levadiza, y en cabo de ella una torre muy alta y hermosa. El Doncel del Mar preguntó alescudero si aquel río tenía otra pasada, sino por la puente; él dijo que no, que todos pasaban por ella y nos por ahí vamos a pasar. —Pues id adelante, dijo él. La doncella pasó y los escuderos después, y el Doncel delMar al postre, e iba tan firmemente pensando en su señora que todo iba fuera de sí. Como ladoncella entró tomáronla seis peones por el freno, armados de capellinas y corazas ydijeron: —Doncella, conviene que juréis, si no seréis muerta. —¿Qué juraré?. —Juraréis de no hacer amor a vuestro amigo en ningún tiempo, si no os promete queayudará al rey Abies contra el rey Perión.La doncella dio voces diciendo que la querían matar. El Doncel del Mar fue allá y dijo: —Villanos malos, ¿quién os mandó poner mano en dueña ni doncella, en además enésta, que va en mi guardia?.Y llegándose al mayor de ellos le trabó de la hacha, y diole tal herida con el cuento, quelo batió en tierra; los otros comenzáronlo a herir, mas él dio al uno tal golpe que lo hendióhasta los ojos e hirió a otro en el hombro y cortóle hasta los huesos de los costados. Cuandolos otros vieron estos dos muertos de tales golpes no fueron seguros y comenzaron a huir yél tiró al uno la hacha que bien media pierna le cortó, y dijo a la doncella: —Id adelante, que mal hayan cuantos tienen por derecho que ningún villano pongamano en dueña ni doncella.Entonces fueron adelante por la puente y oyeron del otro cabo a la parte del castillogran revuelta. Dijo la doncella: —Gran ruido de gente suena, y yo sería en que tomaseis vuestras armas. —No temáis —dijo él—, que en parte donde las mujeres son maltratadas, que debenandar seguras, no puede haber hombre que nada valga. —Señor —dijo ella—, si las armas no tomáis no osaría pasar más adelante.Él las tomó y pasó adelante y entrando por la puerta del castillo vio un escudero quevenía llorando y decía: —¡Ay, Dios, cómo matan al mejor caballero del mundo, porque no hace una jura queno puede tener con derecho!.Y pasando por él vio el Doncel del Mar al rey Perión, que le hiciera caballero, asazmaltratado, que le habían muerto el caballo y dos caballeros con diez peones sobre él,armados, que lo herían por todas partes y los caballeros le decían: —Jura, si no muerto eres.El Doncel les dijo: —Tiraos afuera, gente mala soberbia, no pongáis mano en el mejor caballero delmundo, que todos por él moriréis.Entonces se partieron de los otros el de un caballero y cinco peones y viniendo contraél le dijeron: —A vos así conviene que juréis o sois muerto. —¿Cómo —dijo él— juraré contra mi voluntad? Nunca será si Dios quisiere.Ellos dieron voces al portero que cerrase la puerta y el Doncel se dejó correr al caballoe hiriólo con su lanza en el escudo de madera que lo derribó en tierra por encima de lasancas del caballo y al caer dio el caballero con la cabeza en el suelo y se le torció el pescuezo, y fue tal como muerto, y dejando los peones que lo herían fue para el otro y pasóle el escudo y el arnés y metióle la lanza por los costados, que no hubo menester

AMADIS DE GAULAWhere stories live. Discover now