CAPITULO 43

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 De cómo don Galaor y Florestán, yendo su camino para el reino de Sobradisa,encontraron tres doncellas a la fuente de los olmos.

 Don Galaor y Florestán estuvieron en el castillo de Corisanda, como habéis oído, hastaque fueron guaridos de sus llagas, y entonces acordaron de se partir por buscar a Amadísque entendían hallarlo en el reino de Sobradisa, deseando que la batalla que allí había dehaber no fuese dada hasta que ellos llegasen y hubiesen parte del peligro y de la gloria, siDios se la otorgase.Cuando Florestán se despidió de su amiga, sus angustias y dolores fueron tan sobradosy con tantas lágrimas, que ellos habían de ella gran piedad, y Florestán la confortaba prometiéndole que lo más presto que ser pudiese la tornaría a ver. De ella despedidos,armados en sus caballos y sus escuderos consigo, se fueron a entrar en la barca, porque a latierra los pasasen, y en el camino de Sobradisa, Florestán dijo a don Galaor: —Señor, otorgadme un don, por cortesía. —¿Pesará a mí, señor y buen hermano?, dijo don Galaor. —No pesará, dijo él. —Pues demandad aquello que yo buenamente sin mi vergüenza pueda cumplir, que degrado lo haré. —Demándoos —dijo don Florestán—, que vos no combatáis en esta carrera por cosaque avenga hasta que veáis que no puedo yo ál hacer. —Ciertamente —dijo don Galaor—, pésame de lo que demandasteis. —No os pese —dijo don Florestán—, que si alguna cosa yo valiere tanto es la horavuestra como mía, y así les avino que en los cuatro días que por aquel camino anduvieronnunca hallaron aventura que de contar sea, y el día postrimero llegaron a una corte a talhora que era sazón de albergar, y a la puerta del corral hallaron un caballero que de buentalante los convidó y a ellos plugo quedar allí aquella noche y haciéndolos desarmar ytomar sus caballos para que se los curasen, diéronles sendos mantos que cubrieron yanduvieron por allí hablando y holgando hasta que dentro, en la torre, los llevaron y dieronmuy bien de cenar. Aquel caballero, cuyos huéspedes eran, era grande y hermoso y bienrazonado, mas veíanle algunas veces tornar tan triste y con tan gran cuidado, que loshermanos miraron en ello y hablaban entre si qué cosa sería, y don Galaor le dijo: —Señor, parécenos que no sois tan alegre como sería menester y si vuestra tristeza es por cosa en que nuestra ayuda prestar pueda, decídnoslo y haremos vuestra voluntad. —Muchas mercedes —dijo el caballero—, que así entiendo que lo haréis como buenoscaballeros, pero mi tristeza la causa fuerza de amor y no os diré ahora más, que sería migran vergüenza, y hablando en otras cosas llegóse la hora de dormir, y yéndose el huésped asu albergue, quedaron ellos en una cámara asaz hermosa donde dos lechos había en queaquella noche durmieron y descansaron, y a la mañana diéronles sus armas y caballos ytomaron su camino y el huésped con ellos, desarmado, encima de un caballo grande yligero, por les hacer compañía, y ver lo que adelante hallaban. Así los fue guiando, no por el derecho camino, mas por otro que él sabía, donde quería ver si eran tales en armas su presencia lo mostraba, y anduvieron tanto hasta que llegaron a una fuente que en aquellatierra había, que llamaban la Fuente de los Tres Olmos, porque había tres olmos grandes yaltos. Pues allí llegados vieron tres doncellas que estaban cabe la fuente; pareciéronles asaz

hermosas y bien guarnidas, y encima de los olmos vieron ser un enano. Florestán se metiódelante y fue a las doncellas y saludólas muy cortés como aquél que era mesurado y biencriado, y la una le dijo: —Dios os dé salud, señor caballero, si sois tan esforzado como hermoso, mucho bienos hizo Dios. —Doncella —dijo él—, si tal hermosura os parece, mejor os parecería la fuerza, si lamenester hubiereis. —Bien decís —dijo ella—, y ahora quiero ver si vuestro esfuerzo bastará para mellevar aquí. —Cierto —dijo Florestán—, para eso poca bondad bastaría, y pues así lo queréis yo osllevaré.Entonces, mandó a sus escuderos que la pusiesen en un palafrén que allí atado a lasramas de los olmos estaba. Cuando el enano, que suso en el olmo estaba, aquello vio, diograndes voces: —Salid, caballeros; salid, que os llevan vuestra amiga, y a estas voces salió de un valleun caballero bien armado encima de un gran caballo y dijo a Florestán: —¿Qué es eso, caballero? ¿Quién os manda poner mano en mi doncella?. —No tengo yo que sea vuestra, pues que por su voluntad me demanda que de aquí lalleve.El caballero dijo: —Aunque ella lo otorgue, no os lo consentiré yo, que la defendía a otros caballerosmejores que vos. —No sé —dijo Florestán— cómo será, mas si no hacéis ál de las palabras, llevarle he. —Antes sabréis —dijo él— qué tales son los caballeros de este valle y cómo defiendena las que aman. —Pues ahora os guardad, dijo Florestán. Entonces, dejaron correr contra si los caballose hiriéronse de las lanzas en los escudos y el caballero quebrantó su lanza y Florestán lehizo dar del brocal del escudo en el yelmo que le hizo quebrar los lazos y derribóselo de lacabeza y no se pudo tener en la silla, así que cayó sobre la espada e hízola dos pedazos.Florestán pasó por él y cogió la lanza sobre mano y tornó al caballero y violo tal comomuerto, y poniéndole la lanza en el rostro, dijo: —Muerto sois. —¡Ay, señor!, merced —dijo el caballero—, ya veis que como muerto estoy. —No aprovecha eso —dijo él— si no otorgáis la doncella por mía. —Otórgola —dijo el caballero—, y maldita sea ella y el día en que ya lo vi, que tantaslocuras me ha hecho hacer hasta que perdí mi cuerpo.Florestán le dejó y fuese a la doncella y dijo: —Vos sois mía. —Bien me ganasteis —dijo ella—, y podéis hacer de mí lo que os pluguiere. —Pues ahora nos vamos, dijo él. Mas otra doncella de las que a la fuente quedaban ledijo: —Señor caballero, buena compaña partisteis, que un año ha que andamos de consuno y pésanos de así nos partir.Florestán dijo: —Si en mi compañía queréis ir, yo os llevaré y así no seréis de una compañía partidas,que de otra guisa no se puede hacer, porque doncella tan hermosa como ésta no la dejaríayo aquí. —Si es hermosa —dijo ella—, ni yo me tengo por tan fea que cualquier caballero por mí no deba un gran hecho acometer, mas no creo yo que seréis vos de los que lo osasenhacer. —¿Cómo —dijo Florestán—, cuidáis que por miedo os dejo? Así Dios me ayude, noera sino por no pasar vuestra voluntad y ahora lo veréis.Entonces, la mandó poner en otro palafrén, y el enano dio voces como de primero y notardó que salió del valle otro caballero muy bien armado en un buen caballo, que muyapuesto parecía y en pos de él un escudero que traía dos lanzas, y dijo contra don Florestán: —Don caballero, ganasteis una doncella y no contento lleváis la otra, ahora convendráque las perdáis ambas y la cabeza con ellas, que no conviene a caballero de tal linaje comovos tener en su guarda mujer de tal alta guisa como la doncella es. —Mucho os loáis —dijo Florestán—, pues tales dos caballeros hay en mi linaje que losquerría antes en mi ayuda que no a vos solo. —Por preciar tú tanto los de tu linaje —dijo el caballero— no te tengo por eso en másque a ti y a ellos precio tanto como nada, mas tú ganaste una doncella de aquél que poner no tuvo para amparar y si te yo venciere sea la doncella mía y si vencido fuere lleva conella esa otra que yo guardo. —Contento soy de ese partido, dijo Florestán. —Pues ahora os guardad, si pudieres, dijo el caballero. Entonces, se dejaron ir a todo elcorrer de los caballos y el caballero hirió a Florestán en el escudo, que se lo falso ydetúvose en el arnés, que era fuerte y bien mallado, y la lanza quebró, y Florestán fallecióde su encuentro y pasó por delante por él. El caballero tomó otra lanza al escudero que lastraía y don Florestán que con vergüenza estaba y muy sañudo, porque adelante su hermanoel golpe errara, dejóse a ir y encontróle tan fuertemente en el escudo que se lo falsó y el brazo en que lo traía, y pasó la lanza hasta la loriga y pujóla tan fuerte, que lo alzó de lasilla y lo puso encima de las ancas del caballo, el cual, como allí lo sintió lanzó las piernascon tanta braveza que dio con él en el campo, que era duro, tan gran caída, que no bullía pieni mano. Florestán, que así lo vio, dijo a la doncella: —Mía sois, que este vuestro amigo no os defenderá ni a sí tampoco. —Así me asemeja, dijo ella.Don Florestán miró contra la otra doncella que sola a la fuente quedaba y viola muytriste y díjole: —Doncella, si os pesa no os dejaría yo ende sola.La doncella miraba contra el huésped y díjole: —Aconséjoos que de aquí os vayáis, que bien sabéis vos que estos dos caballeros noson bastantes para os defender del que ahora vendrá. —Todavía —dijo el huésped— quiero ver lo que avendrá, que éste mi caballo es muycorredor y mi torre muy cerca, así que no hay peligro ninguno. —¡Ay! —dijo la doncella—, guardaos, que no sois más de tres y vos desarmado, y biensabéis, para contra él, tanto es como nada.Cuando esto oyó don Florestán hubo mayor cuita de llevar la doncella por ver aquél dequien tan altamente hablaba, e hízola cabalgar en otro palafrén, como a las otras, y elenano, que suso estaba, en el olmo, dijo: —Don caballero, en mal punto sois tan osado que ahora vendrá quien vengará a sí y alos otros.Entonces dijo a grandes voces:

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⏰ Ultimo aggiornamento: Jan 07, 2015 ⏰

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