CAPITULO 13

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 De cómo Amadís se partió de Urganda la Desconocida y llegó a una fortaleza, y de loque en ella le avino.

 Partido Amadís de Urganda la Desconocida con mucho placer de su ánimo en haber sabido que aquél que hiciera caballero era su hermano, y porque creía ser presto donde suseñora era, que aunque la no viese le sería gran consuelo ver el lugar donde estaba, anduvotanto contra aquella parte por una floresta sin que poblado hallase, que en ella le anochecióy en cabo de una pieza vio lejos un fuego que sobre los árboles parecía y fue contra allá pensando hallar aposentamiento. Entonces, desviándose del camino anduvo hasta que llegóa una hermosa fortaleza que en una torre de ella parecía por las fenestras aquellas lumbresque de candelas eran, y oyó voces de hombres y mujeres que cantaban y hacían alegrías. Yllamó a la puerta, mas no le oyeron, y dende a poco los de la torre miraron por entre lasalmenas y viéronle que llamaba. Y díjole un caballero: —¿Quién sois que a tal hora llamáis?.Él dijo: —Señor, soy un caballero extraño. —Así parece —dijo el del muro—, que sois extraño que dejáis de andar de día y andáisde noche, mas creo que lo hacéis por no haber razón de os combatir que ahora no hallaréissino diablos.Amadís le dijo: —Si en vos algún bien hubiese, algunas veces veríais andar de noche a los que menoshacer no pueden. —Ahora os id —dijo el caballero— que no entraréis acá. —Así me ayude Dios —dijo Amadís—, yo cuido que no querríais hombre que algovaliese en vuestra compañía. Pero querría antes que me vaya saber cómo habéis nombre. —Yo te lo diré —dijo él —con tal que cuando me hallares te combatas conmigo.Amadís, que sañudo estaba, otorgóselo. El caballero dijo: —Sabed que yo he nombre Dardán, que no puedes haber esta noche tan mala, que nosea muy peor el día que conmigo os encontraréis. —Pues yo quiero —dijo Amadís— salir luego de esta promesa y alúmbrennos conestas candelas a que nos combatamos. —¿Cómo —dijo Dardán—, por yo ir a la batalla de tal como os había de tomar armas,de más de noche? ¡Mal haya quien espuelas cascase, ni arnés vistiese por ganar hora deella!.Entonces se partió del muro y Amadís fue su camino.Aquí retrata el autor de los soberbios y dice: —Soberbios, ¿qué queréis? ¿Qué pensamiento es el vuestro? Ruégoos que me digáis lahermosa persona, la gran valentía, el ardimiento de corazón, si por ventura lo heredasteis devuestros padres o lo comprasteis con las riquezas o lo alcanzasteis en las escuelas de losgrandes sabios o los ganasteis por merced de los grandes príncipes. Cierto es que diréis queno. Pues, ¿dónde lo hubisteis? Paréceme a mí de aquel Señor muy alto donde todas lascosas ocurren y vienen. Y a este Señor, ¿qué gracias, qué servicios en pago de ello le dais?Cierto, no otros ningunos sino despreciar los virtuosos y deshonrar los buenos, maltratar losde sus órdenes santas, matar los flacos con vuestras grandes soberbias y otros muchos

insultos en contra de su servicio. Creyendo a vuestro parecer que, así como esto la fama, lahonra de este mundo ganáis, que así como una pequeña penitencia en el fin de vuestros díasde gloria del otro ganaréis. ¡Oh!, qué pensamiento tan vano y tan loco, habiendo pasadovuestro tiempo en las semejantes cosas sin arrepentimiento, sin la satisfacción que a vuestroSeñor debéis, guardarlo todo junto para aquella triste y peregrinosa hora de la muerte queno sabéis cuándo ni en qué forma os vendrá. Diréis vos que el poder y la gracia de Dios sonmuy grandes junto con su piedad, verdad es. Mas así el vuestro poder había de ser paraforzar con tiempo vuestra ira y saña y os quitar de aquellas cosas que Él tanto tieneaborrecidas, porque haciéndoos digno, dignamente el su perdón alcanzar pudieseis.Considerando que no sin causa el cruel infierno fue por Él establecido. Mas quiero yo ahoradejar esto aparte que no veis y ponerme en razón con vosotros en lo presente que habemosvisto y leído. Decidme: ¿por qué causa fue derribado del cielo en el hondo abismo aquelmalo Lucifer? No por otra sino por su gran soberbia; ¿y aquel fuerte gigante Nemrod, que primero todo el humanal linaje señoreó? ¿Por qué fue de todos ellos desamparado y comoanimalia bruta sin sentido alguno fueron por los desiertos sus días consumidos no por ál,salvo porque con su gran soberbia quiso hacer una escalera a manera de camino pensando por ella y subir y mandar los cielos? Pues, ¿por qué diremos que fue, por Hércules, asoladay destruida la gran Troya y muerto aquél su poderoso rey Laumedón? No por otra causa,sino por la soberbia embajada que por sus mensajeros a los caballeros griegos envió, que asalva fe a su puerto de Simeonta arribaron. Muchos otros que por esta mala y malvadasoberbia perecieron en este mundo y en el otro contarse podrían, con que esta razón aúnmás autorizada fuese. Pero porque siendo más prolija, más enojosa de leer sería, se dejaráde recontar, solamente os será a la memoria traidor, si estos que en el cielo y en la tierra,donde tan gran poder y honra tuvieron, por la soberbia fueron perdidos, deshonrados ydañados, ¿qué fruto hay en aquellas viles palabras dichas por Dardán y por otrossemejantes? ¿Qué mando en lo uno ni en lo otro tienen, o ocurrírseles puede? La historia oslo mostrará adelante.Partido Amadís con gran saña de aquel muy soberbio caballero Dardán, fuese por lafloresta buscando algún mato aparejado donde albergar pudiese. Y así yendo oyó ante síhablar, y yendo presto aguijando más su caballo halló dos doncellas en sus palafrenes y unescudero con ellas, él se llegó a ellas y saludólas cortésmente, y ellas le preguntaron dedónde venía a tal hora armado; él les contó cuanto le aconteciera desde que fuera noche. —¿Sabéis vos —dijeron ellas—, cómo ha nombre ese caballero?. —Sí sé —dijo él—, que él me lo dijo y dijo que había nombre Dardán. —Verdad es —dijeron ellas—, que ha nombre Dardán el Soberbio y éste es el mássoberbio caballero que hay en esta tierra. —Yo lo creo bien, dijo Amadís. Y las doncellas le dijeron: —Señor caballero, nos tenemos aquí cerca nuestro aposentamiento, quedad con nos.Amadís se lo otorgó y yendo consuno hallaron dos tendejones armados donde lasdoncellas de aposentar se habían y allí descendieron y, desarmándose Amadís, muchofueron las doncellas alegres de su hermosura y cenaron con mucho placer e hicieron para élun tendejón donde durmiese y en tanto preguntáronle las doncellas dónde iba. —Contra casa del rey Lisuarte, dijo él. —Y nos allá vamos —dijeron ellas—, por ver cómo acaecerá una dueña que era una delas buenas de su manera de esta tierra y más hidalgo cuando en el mundo ha, tiene metidoen prueba de una batalla y ha de parecer en estos diez días con quien haga su batalla por ella ante el rey Lisuarte, mas no sabemos qué le acaecerá, que éste contra quien se ha dedefender es ahora el mejor caballero que hay en la Gran Bretaña. —¿Quién es ése —dijo Amadís—, que tanto precian de armas onde tantos buenos hay?. —El mismo del que ahora os partisteis —dijeron ellas—. Dardán el Soberbio. —¿Por qué razón —dijo él— ha de ser esta batalla?, decídmelo así Dios os valga. —Señor —dijeron ellas—, este caballero ama una dueña de esta tierra que fue hija deun caballero que fue casado con esta otra dueña, y la amada dijo a su amigo Dardán que jamás le haría amor si la no llevase a casa del rey Lisuarte y dijese que el haber de sumadrastra debía ser suyo y que sobre esta razón se combatiese con quien dijese lo contrarioe hízolo él así como lo mandó su amiga y la otra dueña no fuera tan bien razonada como elfuera menester, y dijo quedaría probador ante el rey por sí, y esto hizo por el gran derechoque tiene, cuidando hallar quien lo mantuviese por ella, mas Dardán es tan buen caballerode armas que, a tuerto que a derecho todos dudan su batalla.Amadís fue muy alegre con estas nuevas, porque el caballero fuera contra el soberbio yque podría vengar su saña teniendo derecho y porque la batalla se haría delante su señoraOriana, y comenzó a pensar en ello muy firmemente. Las doncellas pararon mientes en sucuidado y la una de ellas dijo: —Señor caballero, ruégoos yo mucho por cortesía que nos digáis la razón de vuestro pensamiento, si buenamente decirlo puede. —Amigas —dijo él—, si me vos prometéis como leales doncellas de me tener poridadde a ninguno lo decir, yo os lo diré de grado.Ellas se lo otorgaron y él dijo: —Yo me pensaba de combatir por aquella dueña que me dijisteis y así lo haré, mas noquiero que ninguno lo sepa.Las doncellas se lo tuvieron en mucho, pues que tanto se lo habían loado en armas, ydijeron: —Señor, vuestro pensamiento es bueno y de gran esfuerzo, Dios mande que venga a bien, y fuéronse a dormir a sus tendejones, y a la mañana cabalgaron y entraron en sucamino y las doncellas le rogaron que pues un viaje llevaban y en aquella floresta andabanalgunos hombres de mala suerte, que se no partiese de su compañía; él se lo otorgó.Entonces se fueron de consuno hablando en muchas cosas y las doncellas le rogaron, puesque así Dios los había juntado, que les dijese su nombre, él se lo dijo y les encomendó que persona ninguna lo supiese.Pues caminando, como oís, albergando en el despoblado, siendo viciosos en sus tiendascon la provisión que las doncellas llevaban, acaecióles que vieron dos caballeros armadosso un árbol, que cabalgaban en sus caballos y se pusieron ante ellos en el camino y él unode ellos dijo al otro: —¿Cuál de estas doncellas queréis vos, y tomaré yo la otra?. —Yo quiero esta doncella, dijo el caballero. —Pues yo esta otra, y tomó cada uno la suya. Amadís les dijo: —¿Qué es esto, señores, qué queréis a las doncellas?.Dijeron ellos: —Hacer como de nuestras amigas. —¿Tan ligeramente las queréis llevar —dijo él—, sin les placer?. —¿Pues quién nos las tirará?, dijeron ellos. —Yo —dijo Amadís—, si puedo.Entonces tomó su yelmo y escudo y lanza y dijo:

AMADIS DE GAULADove le storie prendono vita. Scoprilo ora