IV

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Después de comer, Kid salió de aquella chabola que Franky llamaba hogar. La casa tenía un pequeño porche de una madera más que carcomida, y Kid suspiró. Aquella casa no era ni casa, ni era nada. Se sentó en una mecedora y apoyó sus pies encima de la barandilla de madera. La verdad es que se estaba realmente relajado.

El día era muy caluroso, más a esas horas, y había una humedad más que notable. Kid tenía frente a sus ojos la playa, de arena fina y aguas cristalinas. Los rayos de sol reflejados en el agua le hacían entornar los ojos. Miró a los lados, y advirtió que Franky era el único que vivía por esa zona: no había ni una casa por los alrededores. Como por arte de magia, el susodicho salió de casa con una caja de herramientas.

–Voy a reparar vuestro barco –dijo Franky, y Kid lo miró sorprendido–. Pero tranquilo, no os voy a cobrar nada. De hecho, me viene muy bien, estaba harto de pescar.

–El barco está en un estado lamentable... –murmuró Kid.

Aún recordaba el jodido calamar gigante y la puta tormenta de los cojones. Y también recordaba lo gilipollas que había sido al no ser capaz de poner a salvo a sus compañeros. Ese sentimiento de frustración lo quemaba por dentro, su tripulación lo era todo para él.

–En mi isla natal, yo era carpintero, así que en un par de días estará como nuevo –sonrió Franky–. Pero unas manos de más nunca vienen mal.

–Mi tripulación te ayudará en lo que sea necesario. Es lo menos que podemos hacer –y Kid hizo una pausa, como si estuviera calculando sus palabras–. Franky, he oído que en esta isla hay un gran tesoro. ¿Es eso cierto? –Franky se quedó quieto por un momento, dudando si responder o no. Pero al final asintió con la cabeza–. Imagino que un tesoro de tal calibre estará bien custodiado, ¿no? –la intensa mirada de Kid ponía de los nervios al peli-azul. Y su tono de voz, tan ronco y pausado, no ayudaba en absoluto–. Cuéntame todo lo que sepas sobre esa gente poderosa de la que hablabas antes –y Franky volvió a estremecerse ante la sonrisa de Kid.

–El tesoro... Lo guardan en palacio, en Nínive –comenzó Franky, con cierto temblor en la voz–. Nadie lo ha visto jamás, pero todos los años hay que pagar un impuesto, y va destinado íntegramente a ello –los ambarinos ojos de Kid brillaron con fuerza, eso que estaba oyendo le gustaba–. Pero está muy bien protegido... Por el Sumo Sacerdote.

Kid se rió. ¿Un puto sacerdote? ¿Un jodido sacerdote protegiendo ese inmenso tesoro? Eso era pan comido para Eustass Capitán Kid. Franky lo miró serio, no se reía en absoluto.

–Escucha, capitán... –comenzó otra vez–. Trafalgar Law es la persona más poderosa que he conocido en todo el mundo. Y he viajado por muchas islas, créeme –Franky hizo una pausa para dar más importancia a lo que iba a decir–. Además de ser poseedor de una Fruta del Diablo, Trafalgar tiene... El favor de los dioses.

Kid se quedó pensativo un momento, pero no tardó en volver a reír. Y se rió con tanta fuerza que casi se cae de la mecedora. ¿Dioses? ¿Estaba hablando en serio? Tuvo que frotarse los ojos para secarse las lágrimas. Era lo más divertido que había escuchado nunca.

Cuando consiguió serenarse, le contestó al peli-azul:

–Escucha tú, Franky –Kid también hizo una pausa, para dar más énfasis a sus palabras–. Estás hablando con Eustass Capitán Kid, el futuro Rey de los Piratas. ¿Crees que un sacerdote de pacotilla que no ha tocado una teta en su vida me va a impedir hacerme con ese tesoro? ¿Crees que les tengo miedo a esos dioses de los que hablas? ¿Es que no conoces del Grand Line? Todo lo que pasa en este mundo es extraordinario, pero no existen dioses, ni magos, ni brujos, ni hechiceros –hizo otra pausa, para hablar más calmadamente–. Lo único realmente importante aquí es saber de qué bando estás: en el de los débiles o en el de los fuertes. Y yo, personalmente, me considero alguien lo bastante fuerte como para no acojonarse con cuentos de niños –y las palabras de Kid sonaron con tanta fuerza que despertaron el interés de la tripulación, que seguía dentro de la chabola.

El sacerdote de IshtarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora