XXI

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Los días pasan volando cuando estás con la persona amada. Esa era una realidad que Kid y Killer pronto descubrieron, porque para ellos nada tenía importancia salvo sus respectivas parejas. Y sin saberlo, llegó el fin de año para los babilonios. Cuando Law se lo contó a Kid, se extrañó porque para él, como para el resto de personas en el Grand Line, el año finalizaba en diciembre y comenzaba en enero. Pero para los babilonios, el año empezaba en mayo, siendo el momento más importante del año mismo.

Significaba el comienzo de todo, la preparación para los consiguientes doce meses y la aceptación del destino marcado por los dioses. El pelirrojo nunca había sido un gran curioso sobre estos temas, pero aquella isla no dejaba de sorprenderle por momentos. Babilonia era única, diferente a todas las islas que había conocido en el océano, y de alguna manera, eso le atraía. Aunque, para ser francos, lo que verdaderamente le atraía era el sacerdote. Aquel sacerdote le traía de cabeza.

Se pasaban los días juntos, inseparables, como uña y carne. Si Trafalgar tenía asuntos pendientes que atender, como recibir a algunos aristócratas o realizar las oraciones necesarias, Kid le acompañaba como un perrito faldero. Da igual a dónde fuera o qué tuviera que hacer, el pelirrojo siempre estaba detrás como una sombra. Una enorme sombra que le protegía de todo y dejaba bien claro que era de su pertenencia.

Porque ahí no se quedaba la cosa, si Eustass le acompañaba, se dejaba notar. Porque él era así. Encima, a Law, parecía no importarle. Al contrario, estaba encantado de que su hombre le siguiese y mirase a todo el mundo que se le acercaba más de la cuenta con esos ojos asesinos que tanto le excitaban.

Y es que, desde aquella fatídica Noche de las Candelas, el moreno había comprobado lo sanguinario que podía llegar a ser su hombre, y le encantaba. Observar esos preciosos ojos dorados imbuidos en odio, en ira desenfrenada, era como la medicina para todos sus males. En realidad, Eustass Kid era la propia panacea en sí.

El moreno también tenía una parte sádica en su interior que pocas veces había sacado a relucir, pero cuando vio a su hombre así, sintió la irrefrenable necesidad de descontrolarse de la misma forma. Tenía que liberar todas esas ansias de hacer daño, de matar, que había guardado durante todos estos años. Y si alimentaba la ira de su pareja, en parte él también participaba en la masacre.

En Babilonia y sus aledaños, el calendario estaba dividido en dos mitades con seis meses cada una. Una de ellas comenzaba en primavera, y correspondía con la siembra de la cebada; mientras que la otra se realizaba en otoño con motivo de la recolección. Al principio era una fiesta agrícola, pero pronto se relacionó con la victoria de Marduk sobre Tiamat.

Al comienzo de los tiempos, la nada estaba constituida por un caos acuático, pues el líquido elemento era fundamental en esta sociedad. El caos acuático está compuesto por el agua salada (un ser femenino llamado Tiamat) y el agua dulce (un ser masculino llamado Apsu). No por previsión, ni amor, ni un plan de consciencia, sino por pura inercia del caos primordial al ser sexos opuestos, conciben una pléyade de hijos que son los dioses, quienes alteran la inercia primordial. Apsu decide asesinar a sus hijos, pero uno de ellos, Enki, se entera del plan de su padre, y toma la ofensiva matándolo. Le duerme para siempre y le convierte en agua cenagosa.

Tiamat toma como segundo esposo a Kingu, un demonio horrible que capitanea una horda de demonios poderosos. Kingu ataca a los dioses por petición de Tiamat, pues quería vengar a su primer esposo. Al verse acorralados, los dioses buscan al más fuerte y sabio para pelear contra los demonios. En ese momento, Marduk sale elegido y se hace con el poder absoluto.

Marduk establece una batalla tremenda con su madre, venciéndola. Victorioso, Marduk se dedica a la tarea de demiurgo: crea el cielo, el tiempo, el calendario y Babilonia. Su primera tarea fue gestionar el agua: agarra el cadáver de su madre y lo parte en dos, colocando una parte en el cielo atada con candados, y la otra en el fondo del mar para que no pueda recomponerse.

El sacerdote de IshtarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora