Capítulo 12: Creo que tengo sueño.

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PENÚLTIMO CAPÍTULO 7u7


Benjamín.

27 de junio, 2020.

Estoy completamente dado de alta desde hace tres semanas, pero la gente del edificio todavía me mira mal, con miedo o se cubren de alcohol en gel cuando los cruzo en un pasillo o ascensor. De hecho, a lo largo de esas tres semanas, encontré carteles pegados o tirados en la puerta de mi departamento, diciendo cosas como "andate de acá", "la próxima vez que subas al ascensor te mato", entre otras palabras que no puedo reproducir. Las primeras dos semanas, confieso que algunas veces me sentí mal anémicamente, porque no podía creer que las personas fueran tan malas con alguien que pasó por algo tan horrible. De hecho, había veces que necesitaba algo y no lo iba a comprar para no cruzarme con un vecino. No lo hice queriendo, no busqué contagiarme, no es que fui a algún tipo de fiesta clandestina o algo parecido, solo sucedió en la fila de la farmacia. ¿Qué no lo entienden? ¿Dónde quedó la empatía en el mundo? Ya para esta semana, me valió todo y salí a comprar de igual manera. En sí solo lo hice dos veces, pero las dos veces no me importó.

¿Qué se podría hacer un sábado a las seis de la tarde? Fui hasta la cocina y me puse a copiar una receta de tik tok que me pasó Rufina. Exactamente de bizcochuelo en taza y luego busqué alguna película, cosa que me llevó casi cuarenta minutos porque no se me antojaba ninguna y menos con las descripciones tan vagas y tristes, que Netflix muestra.

En otro sábado normal, estaría hablando con Rufina, pero las cosas en Argentina mejoraron y ya se permiten reuniones familiares y ella se juntaba con la suya. Es increíble lo que la extraño y cada vez que salgo al balcón, no puedo evitar mirar al de al lado. Extraño sus plantas, a su gato mirándome fijo con cara de odio y las tantas veces que ella me hacía reír. Es increíble como tan solo en casi cinco meses, una persona puede meterse tanto en tu corazón. Durante este tiempo, hablamos casi todos los días, no todos porque desde que me recuperé, tuve que ponerme al día con mis estudios online y el trabajo, lo que me lleva la mayoría de las horas ocupadas. Sin embargo, encontramos algunos minutos libres para nosotros. Además, la necesito, ella es como respirar aire fresco luego de mucho encierro.

Al día siguiente fue mi turno en visitar a mi hermana después de tantos meses. Mis sobrinos estaban enormes, incluso tenía la sensación que habían pasado años desde la última vez que jugué con ellos y su perrita en el patio; no me dejaban en paz y querían hablarme los dos al mismo tiempo, así que armándome de paciencia, los escuchaba.

―Wow, hacía mucho que no corría por todo el patio de esa forma ―Le dije a mi hermana, a la vez que me sentaba en la mesada y ella ponía un café frente a mí.

―Te veo feliz ―dice y toma asiento a mi lado.

―Después de todo lo que pasé, creo que ya era hora...

―Es verdad, los chicos te extrañaron mucho. Estás más gordito y eso también me alegra ―Me sonríe.

―Después de estar internado, comí un montón y estaba aburrido. Rufina me enviaba recetas todo el tiempo y soy fácil de tentar ―admití.

―Mm... Rufina, ¿eh? ―entrecierra sus ojos de forma juguetona―. Esa chica estuvo pendiente de cada noticia que le daba. También charlé un poco con ella, bueno, un poco no. ¿Siempre habla mucho?

―Todo el tiempo, es una máquina de hablar sin interruptor para callarla. Ni te cuento cuando se pone nerviosa, dice chistes siempre ―expongo y no puedo evitar sonreír.

―Ay, si mamá te viera así de enamorado se pondría muy feliz ―Sofi aplaude y mira hacia el patio―. ¡Luciana, te dije mil veces que el pasto no se come!

Entre distancias y balconesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora