Once.

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Fue sólo cuando Hajime estaba finalmente sentado en el tren shinkansen de vuelta a la ciudad, revisó su teléfono y se dio cuenta de que había perdido una tonelada de mensajes. Desplazándose a través de su dispositivo, vio el mensaje principal. Era de Chiaki con un seis entre paréntesis, indicando un hilo de mensajes. Al abrirlo, leyó rápidamente el contenido.

—Realmente planeó una noche de juegos. Supongo que una noche de juegos me distraerá de toda la locura reciente. —Hajime murmuró para sí mismo antes de dar su confirmación.

~

Los siguientes dos días pasaron sin incidentes, pero con una transición lenta. El anillo de Komaeda se posó inocentemente en la mano de Hajime, era un claro ejemplo de la mentira que estaban facilitando juntos. Todos sus sentimientos encontrados se arremolinaban en el interior de Hajime, como una botella de agua y tinta mezclándose suavemente.

Alejarlos sólo hizo que por la noche los sueños de Hajime estuvieran muy plagados de celebraciones de bodas y besos con Komaeda. A veces, esos besos se transformaban en un agarre febril de manos y piel desnuda que siempre lo dejaban despierto, sin aliento y molesto. El trabajo se convirtió en un santuario en el que la mente de Hajime se vio invadida por tareas y trabajos, sin dejar espacio para los sueños.

Sin embargo, al día siguiente Komaeda apareció en la cocina de Hajime justo cuando volvía a casa del trabajo. Estaba sentado en la mesa de la cocina  y le llevó un doloroso segundo darse cuenta de que el Kitsune estaba delante suyo y no en la casa de su abuelo. También le llevó a Hajime un doloroso largo tiempo empujar algunas briznas de sueños que amenazaban con levantarse. Como si su cerebro estuviera instando a Hajime a hacer algo tan estúpido como besar a Komaeda.

—Hola, Hajime. Espero que no te importe que haya entrado. —Komaeda le dió la bienvenida con un movimiento de mano.

—Yo... —Hajime vaciló junto con su voz—. No me importa —Se quitó los zapatos—. Sólo me sorprendí. Nunca te he visto fuera de la ciudad de mis abuelos.

—Ah, supongo que es la primera vez —musitó Komaeda—. No era una indirecta que se diera a entender como si creyera que tú casa no es agradable. Me gusta —añadió—. Sólo nunca tuve una razón para aparecer aquí.

Eso tiene sentido. En cierto modo fue gracioso que les tomara tanto tiempo para que Komaeda apareciera en algún lugar fuera de su pequeña burbuja de la aldea de sus abuelos.

—De todas formas —continuó Komaeda—, tengo los planes que discutí con Sonia. Siento haber tardado tanto. Tuve que negociar una fecha de boda con ella.

—¿Lo hiciste? —La boca de Hajime se secó. La falta de advertencia en la conversación no debería haberlo sorprendido como lo hizo, pero eso fue lo que obtuvo por embotellar sus sentimientos sobre el asunto.

—Entiendo que los humanos pueden tardar años en casarse tras el compromiso, pero eso es muy poco común en los youkai. Si lo hiciéramos, los rumores sobre nuestra relación serían horribles —Komaeda lo explicó, arrugando la nariz al imaginar cómo serían los chismes—. Sin embargo, sé que simplemente precipitarse en esto, aunque se trate de nosotros aparentando, tampoco es bueno. Le pedí a Sonia para finales de este mes. Eso nos da quince días.

Quince días y luego se "casaría". Una vez más, otro sello concreto de su falso compromiso se estrelló contra Hajime. Automáticamente, enroscó su mano en sí mismo, sintiendo el peso del anillo contra su piel. Todavía pesaba mucho.

—Ella aceptó sólo por los eventos formales que tendremos que hacer —Los labios de Komaeda se torcieron—. En primer lugar, no hemos hecho una cena oficial con la corte. Sugerí que nos mezcláramos en algunas áreas circundantes con la cena de la corte para no hacer una cena política tras otra. Ella estuvo de acuerdo, pero no podemos dejar de hacer una cena privada con Munakata.

The Taste Of Melon And The Weight Of A Plushie Fox 「KomaHina」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora