Cenando en París (II)

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🌚🌝

Sujeté la puerta al abrirla para que pasaran primero. Ambas me lo agradecieron y caminé detrás de ellas, completamente desorientado, aunque aquello no tenía mucha pérdida pues era un mero corredor hacia delante.

El olor a cloro que se hizo aún más intenso al entrar, la temperatura elevada típica de una habitación climatizada, junto a la materialización ante mis ojos de la enorme piscina azul que se extendía imponentemente a lo largo de toda la sala consiguieron marearme nada más poner un pie en el interior. Las chicas delante de mí bajaron por las escaleras, la entrada por la que entramos daba a la parte más elevada de las gradas, y se sentaron en la primera fila de asientos, próxima al borde que separaba el segundo del primer piso.

Yo, en cambio, me senté en la parte más elevada y más alejada de la masa de agua gigante, evitando a toda costa hacer contacto visual con ella y replanteándome por qué había decidido que aquello era buena idea. 

Ah, Lee Jeno.

Había venido a esperar a Lee.

Arranqué los ojos del suelo y me atreví tras mucho esfuerzo a buscarle con la mirada. No veía una mierda, y es que entre que me había sentado en la última fila de asientos y la más alejada, que la piscina era enorme -y eso que nuestra universidad era una mierda- y que había precisamente no pocas personas chapoteando incesantemente en ella, mi vista se estaba echando a perder por entrecerrar los ojos tratando de distinguir a cierto pelinegro entre tantas hormiguitas nadadoras. Encima ni siquiera le podía intentar distinguir por el color de cabello, porque todos llevaban gorros de colores fosforitos y gafas de bucear probablemente debido a la normativa.

Odio esto.

Me recliné hacia atrás en el asiento, ligeramente mareado. Miré la hora en mi móvil, aún quedaban 20 minutos para que se cumpliera la hora que él me había indicado. Serían 20 minutos en los que me pondría a analizar el lenguaje corporal de las hormiguitas nadadoras e iría descartando una a una la posibilidad de que fueran él. Al menos, estaba seguro de que no le encontraría en el sector octogenario.

En algún momento me quité la chaqueta cuando el calor se hizo insoportable. A pesar de que era una persona friolera, la temperatura del recinto estaba derritiéndome el cerebro y no me dejaba pensar con claridad. Las hormigas iban de un lado a otro de la piscina, nadando con maestría y apenas sin descansos entre largo y largo. Daban brazadas tan largas que más que nadar parecía que se deslizaban por el agua, y a veces tenía que apartar la mirada y contar hasta diez porque la sensación se volvía demasiado asfixiante para mí.

No fue hasta que el pitido del instructor se hizo más largo de lo normal y las hormigas salieron del agua en conjunto, que pude, tras mucho esfuerzo y forzar la vista, distinguir a Lee entre el gentío de chicos que estiraban juntos. Y ciertamente no me esperaba nada de lo que vi a continuación.

Su profesor le llamó, el nombre llegando gracias al eco a mis oídos, y una cabeza se giró y se acercó para hablar con él. Se quitó el gorro de baño y las gafas -era definitivamente él-, y con una mano peinó numerosas veces su pelo negro mojado, dejando que cayera libre sobre su rostro al tiempo que asentía serio a lo que fuera que su profesor le estuviese diciendo. A pesar de que me encontraba lejos y apenas podía apreciar detalles, podía asegurar que tenía una figura esbelta, atractiva, objetivamente hablando. La línea de sus hombros definidos subía y bajaba al tiempo que su pecho bien marcado se expandía una y otra vez, luchando por ese aire tan necesitado tras una hora entera de ejercicios. Casi me arrepentía de no haberme sentado más cerca.

Espera, ¿qué estoy diciendo?

Aparté la mirada, avergonzado de la dirección incorrecta que habían tomado mis ojos y mis pensamientos. Esto estaba mal, ni siquiera tendría que estar aquí sentado en un principio, debería estar esperando fuera, y no mirando demasiado y pensando incongruencias. 

My First And Last | NominDonde viven las historias. Descúbrelo ahora