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Cada sábado a las 9 de la noche una joven entraba por esa gran puerta color vino.

Modelos, de piel blanca, ojos claros y cabellos largos, eran el estándar que cumplir. El parecido entre ellas era abismal, que si no prestabas atención, podrías creer era la misma del fin de semana anterior.

Luego de una o dos horas, estas salían por la misma puerta, usualmente con sus tacones en mano y con el cabello alborotado, su labial levemente corrido, un fajo de billetes en su bolso y con una clara sonrisa.

Cuando esta fase terminaba yo entraba a la oficina para limpiar todo el desorden dejado. Mi jefe fumaba un cigarrillo, usualmente sin camisa y solo sus pantalones de vestir puestos, mostrando su pecho lleno de marcas de un morado tenue con su característico aire de grandeza.

El próximo sábado será Lidya la que venga- corto una bocada de humo al aire.

Es el turno de Amanda- dije mientras acomodaba el despacho

Es demasiado vainilla para mi gusto – ni se inmuto a dirigirme la mirada- ella no será necesaria en un futuro.

Entiendo – anote en mi Tablet- el auto esta abajo esperando por usted Sr. Yoo

Bien- con esto apago el cigarro, tomando su saco y camisa – nos vemos el lunes, Secretario Son.

Buen domingo – correspondí con una reverencia.

El Sr Yoo era el Ceo de "Yoo with me", una empresa de moda enorme en Corea y Japón. Era increíblemente popular, claro, si a esto le agregamos el hecho de que es claramente guapo y joven, con apenas 28 años. Su piel tan pálida que resalta aún más por el rojo de sus cabellos, su cuerpo bien marcado sin llegar a lo musculoso volvía loca a cualquier mujer que se le cruzara.

Y él lo sabía, y lo disfrutaba, aprovechaba ese poder, el poder de su maldita belleza, y con su voz podía conseguir que cualquier mujer terminara en su oficina, y si eran lo suficientemente buenas, se volvían regulares.

Muchas de ellas ni si quiera aceptaban la paga, aún peor, estaban agradecidas por haberlo hecho, era simplemente absurdo.

Yoo me hacia el trabajo difícil, como su asistente personal, o como el ama llamarme – molestarme – su secretario, debía tener en orden todo acerca de las jóvenes elegidas.

Su gusto dependía de su humor, pero odiaba que fueran muy mojigatas, "amo los retos" proclamaba cada vez que una chica no lo satisfacía y así era como yo terminaba tachando otro nombre en la lista.

Había un código en todo esto, las jóvenes eran invitadas por él, si no era así, no tenías oportunidad de acercártele. Luego de esto se acordaba un precio, muchas no sabían cuánto cobrar, y era más que obvio, no eran prostitutas ni mujeres de compañía, solo eran señoritas con las que se topó de manera casual, así que el daba un número, lo cual, por obvias razones, la mayoría aceptaba al ver la absurda cantidad de dinero.

El tercer paso era poner una palabra de seguridad, si la joven se quería detener a mitad de encuentro se respetaba, pero era tachada de inmediato de la lista y no se le volvía a llamar.

El cuarto paso era pagarles y tener un auto esperando por ellas para dejarles en el destino prestablecido. Para finalizar yo limpiaba el desastre causado en el despacho.

Cada jodido sábado era así, y lo peor es que siempre me tenía que quedar a escuchar sus malditos gemidos al otro lado de la puerta.

-No puede retirarse de aquí – comenzó- si necesito de su ayuda siempre debe estar ahí, Secretario Son.

Entiendo Sr. Yoo-

Su burlona sonrisa me jodía la mente, y él lo sabía, y lo disfrutaba. Disfrutaba saber que él era el jefe y, pero más aun, tener a un subordinado 2 años mayor que él lo hacía más divertido, se pasaba la jerarquía de edades por el culo con alegría.

Showki - La PropuestaWhere stories live. Discover now