CAPITULO 2.

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Estoy de pie, mirando la enorme ventana, esperando que las puertas se abran. ¡Estoy nerviosa! Hace muchos años que no muestro mi cara a ninguna persona en particular con la cuál mi empresa haya hecho negocios. De eso se encarga Patrick. Todavía estoy buscando la razón del por qué tuve la necesidad de llegar a tales extremos.

¡Estúpida! Mi otra yo me regaña internamente, y no dudo en darle la razón. Estoy a punto de salir y gritarle a Elizabeth que se ocupen de todo cuando las puertas se abren.

Bum, bum, bum, bum. Mi corazón empieza a latir desenfrenadamente cuando veo y escucho los tacones de mi asistente adentrarse a mi oficina. En ése momento un alivio entra a mi cuerpo, pero desaparece cuando seguidamente de ella, entra un hombre.

Y, vaya... ¡Qué hombre!
¡Madre mía! ¿Él es Benjamín?

Mi mente divaga entre la realidad y la ficción. Esperaba un hombre gordo y canoso, y esto es todo lo contrario. Es atractivo, muy atractivo. Tiene un traje de tres piezas completamente negro, desde los zapatos hasta la corbata. Y su cara, ¡Oh, Dios mío! Sus ojos son del mismo color, y ni hablar de su cabello, es cómo el azabache. ¿Qué tiene éste hombre con el color negro? Justo ahí decido, que de ahora en adelante, será mi color favorito.

Elizabeth se coloca a su lado, señalándolo con todo el profesionalismo que en ella abarca.

—Benjamín Black, señorita White.

Me acerco con toda la seguridad que se supone que habita en mí, tendiéndole la mano. Al tocarse nuestros dedos, siento una ligera descarga por todo mi cuerpo. La ignoro. Y sí él la sintió, no lo demostró. Aprieto su mano con firmeza. Puedo notar cómo sus ojos me inspeccionan de arriba abajo, sin pudor, y cómo una pequeña sonrisa se dibuja en sus labios. Tengo puesto un traje formal de mujer, ¿cómo puede hacerle gracia?

—Es un placer, señor Black. ¿Quiere sentarse?—concedo, soltando su mano, para luego señalar la silla.

Sin decir una palabra, toma asiento. Miro a Elizabeth y en instantes sale de mi despacho cerrando la puerta detrás de sí. Aún con el corazón a mil, doy la vuelta, sentándome.

—Es la reunión más interesante en la que he estado, señorita White—dice.

Su voz es ronca y suena casi divertido, pero su expresión impasible no me permite asegurarlo.

—Lo siento por eso, señor Black.
—¿Y usted es..?—pregunta, mirándome inquisitivamente.
—Presidenta y dueña de esta empresa.

Por un momento pensé que se iba a mostrar sorprendido. Nunca pasó. Sus ojos me ven burlones. Me siento confundida. Todo cambia cuando su cabeza asiente lentamente, cruzando una pierna por encima de la otra. Su codo se apoya en el respaldo de la silla, llevándose un dedo a su labio inferior mientras le otorga un pequeño pellizco. ¡Madre mía, ése gesto! La garganta se me seca. Es todo... oscuro, intenso e inquietante.

—¿Puedo preguntar el por qué me he reunido con el señor Patrick y no con usted?
—Es un tema muy extenso, señor Black. Y esta reunión se ha alargado mucho. Al parecer tenemos intereses similares—contesto con una sonrisa reservada sólo para negocios.
—Tengo tiempo, señorita White—dice, dejándose de tocar el labio.

Quiero gritarle y decirle que se meta en sus jodidos asuntos, pero me contengo. Mi yo lógica, entiende qué a pesar de todo, le debo una explicación.

—Me gusta mantener las cosas personales. El poder no se mide por la persona que lo ejerce—explico mientras me acerco al respaldo de la silla y añado—. Además, ¿qué relevancia tiene eso? Les doy a las personas lo que quieren y eso es lo único que importa.
—Difiero, señorita White. Para mí es importante conocer a la persona con la que haré algún negocio.
—Y la conoció. Patrick es el vicepresidente, no hay nada ilegal en eso. Si yo no estoy para tomar decisiones, ¿quién es el segundo al mando?—inquiero paulatinamente.

Once y Media (11:30) ✔Where stories live. Discover now