Capítulo 19

18 2 0
                                    

—También te extraño, papá —pronuncio con un nudo en la garganta

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—También te extraño, papá —pronuncio con un nudo en la garganta.

—Te dejo para que comas, Ally, cuida a tu mamá —dicho esto, su voz desaparece del auricular.

Separo el teléfono de mi cara y lo pongo sobre la mesa. Observo el plato de comida frente a mí.

—No tengo hambre —declaro, y miro a mi mamá.

Una mirada comprensiva se apodera de su rostro.

—Ally, cariño, te estás poniendo demasiado delgada, te vas a enfermar. Come algo.

Y tenía razón. En los últimos días, no había estado comiendo del todo bien, y había bajado bastante de peso. Yo nunca fui delgada, pero cuando cada vez mi reflejo cambiaba más y más en el espejo, me di cuenta de que algo no andaba bien. Nada bien, de hecho.

Observo la comida, y la muevo un poco con el tenedor.

—De verdad que no quiero —digo, junto a un suspiro—, voy a tomarme un jugo o algo.

Me paro de la mesa, y llevo el plato de comida para meterlo en el microwave. Camino hasta la nevera y saco una caja de jugo.

—Papá está triste —digo en lo que me sirvo el líquido en un vaso de cristal.

No puedo ver su expresión, pero puedo adivinar que es una de nostalgia.

Vuelvo a la mesa con el vaso de jugo en mis manos, y tomo asiento.

—¿No me vas a decir por qué discutieron? Ya hace casi un mes.

Mi mamá suspira y niega lentamente con la cabeza.

—Es complicado.

Apoyo mi cara en una mano, y con la otra llevo el vaso hasta mis labios.

—Siempre me dices lo mismo —me quejo.

—No hay más nada que decir —declara ella.

Tomo un largo sorbo y cierro los ojos.

Nochebuena...
Hoy, veinticuatro de diciembre, solo tengo a mi mamá conmigo para la cena de Navidad.

Ah, y a Bernardo.

Mi mamá se para de la mesa, dejándome sola y sube escaleras arriba. Paso mi dedo por el borde del vaso y doy un suspiro. Bernardo se acerca a mí, y gira su cabecita.

—¿Qué pasa, pequeño? —bajo mi mano para acariciarlo.

Me paso unos minutos así, hasta que me doy cuenta de que... oh no.

—¡Mamá! ¡Bernardo hizo su gracia en la alfombra!

—¡Allyson! —escucho su voz de reproche y entrecierro los ojos.

—¡Lo siento!

—¡Por eso te digo que el perro no puede estar en la casa! ¡Existe el patio! —exclama en lo que baja los escalones con algo en la mano.

Morphine © [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora