Capítulo 39

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Sigo con pasos torpes a Mía a través del pasillo, hasta bajar —tropezando con mis propios pies— las escaleras

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Sigo con pasos torpes a Mía a través del pasillo, hasta bajar —tropezando con mis propios pies— las escaleras. La chica asegura aún más su agarre en mi muñeca, en lo que atravesamos la sala de estar, hasta llegar al patio delantero.

—¿Acaso has perdido la cabeza? —inquiere Mía entre dientes.

Sacudo mi mano y me libero de su agarre, para luego masajear la zona de la piel un poco rojiza por la presión.

—Es lo que mejor sé hacer —confieso con fastidio.

—Lo he notado —habla ella y se cruza de brazos.

Señalo la casa con indignación.

—¡Ese tipo ha mandado a golpear a David, Mía!

—¡Pero eso no es de tu incumbencia! —contraataca ella—. Por Dios, Allyson, ese hombre podría mandarte a matar si quisiera —añade en voz baja, con tono confidencial.

Me revuelvo en el lugar, y una punzada aparece en la boca de mi estómago, amenazando con extenderse.

—¿Por qué me mataría? —grazno con un hilo de voz.

Mía parece agotada, y con la pesadumbre de tener que dar tantas explicaciones.

—Maxel es un tipo peligroso, el hombre trafica drogas, ¿entiendes? Es esa clase de persona con la que jamás deberías tener una relación.

Sus palabras se atascan en mi cabeza, y aunque no me sorprende, son difíciles de digerir.

—Gracias a él, David está metido en todo ese lío —espeta ella con desprecio y tristeza en su voz.

—¿Cómo es que tu madre está con un tipo así? —pregunto, aunque me arrepiento al instante en el que veo cómo el rostro de Mía se ensombrece.

—Dinero, y que no le importa un carajo lo que les pase a sus hijos.

Me quedo estática en mi lugar, sin nada que poder decir o que poder pensar.

—Y tú, acabas de meter la pata en el momento en el que tocaste a su puerta.

—¿Crees que me haga algo? —inquiero con la voz inestable, y comienzo a morder mis uñas.

Mía pasa las manos por su rostro, y reconozco eso como un gesto entre incertidumbre y frustración.

—Mejor vete ahora, Allyson —habla ella con una punzada de aflicción en su voz—. Trataré de convencer a Maxel de que fue un error... o qué se yo.

—Espera —hablo en lo que alzo una mano—, si David se siente mejor, dile que me vea mañana a las seis, él sabe dónde.

Mía niega con la cabeza, y noto una pizca de culpabilidad teñir su mirada.

—No —declara—. Tiene que descansar.

Asiento en modo de entendimiento.

—Entonces, cuando se recupere, por favor —casi suplico.

Morphine © [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora