Parte 149

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Elevas las cejas en dirección a Emma, ella es la hermana menor de Morgens (él mejor amigo de Scotty) y a veces viene con su hermano para platicar contigo y Glen cuando siente que su madre no la comprende y necesita otra opinión, sabes bien que Arthur y ella son compañeros de clase, más no son muy amigos. Sin embargo, esperas que pueda darte una pista de que tiene Arthur.

-A estado de mal humor todo el día. - Se encoje de hombros y toma una nueva galleta de la mesita de centro.

-¿Por qué esta Emma aquí?- La voz de tu pequeño se escucha amortiguada por los cojines donde tiene presionada la cara, pero aun así logran escuchar su pregunta.

-Quería contarnos unas cosas, bebé. - Lo escuchas gruñir y a Emma reírse.

-No me llames bebé, Peter es un bebé, yo no.- Suspiras.

-Yo puedo llamar bebé hasta a Scotty, no importa lo grandes que sean, nunca dejaran de ser mis lindos bebés. - Él se levanta, con una expresión dividida entre la vergüenza y el enojo.

-¡¿Pero porque frente a Emma!? ¡Es una puta! -

-¡No soy una puta!- Grita Emma indignada.

-¡Arthur! ¡Ese lenguaje! - Reprendes severa.

-¡Pero mamá, ella grabo como me tiraban de las escaleras y lo compartió en el grupo de nuestro salón!- Miras ceñuda a Emma, ella tiene la decencia de lucir avergonzada.

-Él no me ayudo en el examen de integral. - Intenta excusarse, ruedas los ojos y decides (por lo sano) ignorar esto por ahora.

-Sea como sea, Emma está aquí, y espero que ambos se comporten. – Los dos asienten. Glen resopla divertido.

-Domados. - Murmura

- ¡Mama!

- ¡Señora!

Miras mal a Glen y él se encoje en su asiento.

- ¿Perdón, mami? - Niegas con la cabeza. Volteas al frente desde el sillón que compartes con Glen y centras de nuevo tu atención en Arthur.

- ¿Qué paso hoy, bebé? – El parpadea, como si hubiera olvidado como se sentía antes. Pronto se le fruncen las cejas.

-El idiota de Alfred...- Pronto los tres se quedan callados, escuchando el relato de su disputa y ruptura con Alfred, en algún punto termina su relato y solo lo dejan despotricar a gusto sobre lo tonto que es su ex y lo bien que esta sin él. Pero no te engaña, puedes notar el dolor en su mirada y su tono de voz, no por nada eres su madre.

-¿No crees que solo sobre reacciono por el estrés?- Pregunta Emma, con una mano en su barbilla, penando.

-Puede que Emma tenga razón. - Comenta Glen

-¡¿Y yo de que tengo la culpa!?

-No tienes culpa de nada, hijo. - Dijes en tono amable.

-Eso es lo que yo decía, gracias mamá.- Vuelve a hundir su rostro en el sofá y continua con su autocompasión.

-Pero...- Dices, atrayendo su atención, él te mira serio.

-No hay un "pero", él está mal y yo no.- Sueltas un suspiro, ya está en su rabieta yo-tengo-la-razón marca Kirkland. A veces era tan fastidioso que las malas actitudes las hubieran heredado de Richard, por lo menos tu familia tenía un mal humor más llevadero.

-Arthur Kirkland, siéntate bien y escucha a tu madre. - El, refunfuñando por tu voz de mando, se reincorpora y se sienta correctamente en el sofá, con los brazos cruzados frente a su pecho. – El no debió actuar de esa forma...- Arthur exclama un "¡Aja!". Tu continuas como si no hubieras escuchado su exclamación de victoria. - Pero si intuías que él estaba estresado o de mal humor por ese tema en específico, no debiste tocarlo si él no quería hablar de eso.

-Pero él nunca dijo que no quería hablar de eso conmigo

-Aun así, el no saco el tema, tú lo hiciste. – Ves como baja la mirada, consternado por el entendimiento.

-Quizás estaba dolido con su hermano, y yo saque el tema como si nada. Que tonto de mi parte. - Sonríes y le acercas el plato con galletas.

-Bueno, puede que sí, puede que no, lo que importa es que mañana aclares las cosas con él. -

-¡Pero termino conmigo!-

-Por lo que me has contado esta semana de él...- Miras como sus mejillas se sonrojan, hasta ahora eres la única con la que ha hablado sobre su reciente relación con Alfred, inseguro de cómo hablarlo de su hermano y descartando por completo a su padre. Claro que Richard era consciente de esta relación gracias a tu suave intervención, lo que no significara que le agradara a Richard, pero por lo menos no había saltado a prohibirle tener novios por tu amenaza a dejarlo dormir fuera de casa. – No parece el tipo de chico que haría esas cosas, seguro mañana se disculpa. - Arthur bufa.

-Sí, claro. - Le sonríes con cariño.

-Escucha a tu madre, te apuesto un pastel de chocolate a que mañana corre a suplicarte perdón. – Sus ojos brillas ante la mención del postre.

-Sera mejor que lo vayas comprando, mamá, porque voy a ganarte. – Niegas con la cabeza y dejas que el resto del día se desarrolle en pláticas triviales basadas en absurdos problemas juveniles.

¡Ay! ¡Que hermoso era ya no ser adolescente! 

La vida de adolescente de Arthur Kirkland. HetaliaWhere stories live. Discover now