ღ Piropo ღ

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La pequeña Rengoku se encontraba nerviosa, se había atrevido a decirle a su senpai que iría a visitarlo y ahora se arrepentía

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La pequeña Rengoku se encontraba nerviosa, se había atrevido a decirle a su senpai que iría a visitarlo y ahora se arrepentía.

Además, ahora debía decirle un piropo como confesión.
¿Porque acepto la idea de Akari?

Se encontraba en la entrada del hogar de Iguro, dudando si tocar el timbre o no.

Mejor regreso a casa —se arrepintió de inmediato e iba a salir corriendo, si no fuera porque Obanai salió, encontrandola parada en la puerta— Maldición.

—¿Gustas entrar, Azumi-san? —la fémina asintió de inmediato haciendo reír al mayor.

Sentía su rostro arder, estaba sola con la persona que le gustaba y no sabía que tenía que hacer

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Sentía su rostro arder, estaba sola con la persona que le gustaba y no sabía que tenía que hacer.

Su nerviosismo desapareció al ver a la serpiente albina acostada en el sofá, se acercó entusiasmada para intentar acariciarlo. Se arrepintió antes de lograr tocarlo, logro recordar que no le caía muy bien a Kaburamaru.

—Kaburamaru —la serpiente siseo y comenzó a subir por el brazo de la fémina hasta quedar a la altura de su cuello, dejando que ella le acariciara.

Obanai sonrió debajo de su cubre boca, al ver tan emocionada a la pequeña Rengoku.

—Traeré algo de beber, enseguida vuelvo Azumi-san —vio al azabache irse hacia la cocina, y trato de calmarse para hacer su nuevo intento de confesión.— ¿Que te gustaría hacer Azumi-san? —mencionó al regresar y sentarse al lado de la fémina.

—Si yo fuera un avión y tú un aeropuerto, aterrizaría todos los días sobre tu cuerpo. —soltó de repente, sintiendo su rostro arder nuevamente, maldijo a su mejor amiga por haberle dado la idea de ese piropo, sintió su rostro arder mucho más al escuchar la risa del mayor.— ¡Lo siento mucho! ¡Me iré a casa! —se levanto rápidamente, pero fue sujetada por la mano de Obanai.

—Lo siento, no debí reírme —aunque el chico aún traía el cubre bocas, pudo jurar que estaba sonriendo mientras un color carmesí adornaba su rostro.— Esperaré a que termines tus treinta días para darte mi respuesta —se levantó del sofá, aún sujetando la mano de la fémina.— Así que por favor, quédate conmigo por hoy.

Se quitó su cubre bocas, depositando un corto beso en la frente de Azumi.

—¿Te gustaría ver alguna película? —le sonrió levemente, haciendo que ambos volvieran a sentarse en el sofá.

—Si —murmuró sintiendo su corazón latir con fuerza, sonrió aún con el rostro sonrosado.

El piropo no había sido tan mala idea.

El piropo no había sido tan mala idea

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Confesiones [Iguro Obanai]Where stories live. Discover now