Vacía.

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—Jiwoo, debes cambiarte —exclamo Sakura, la misma omega que antes la había atendido, mirándola nerviosa —El seleccionador ya está aquí, vamos a prepararte. 

—¿P-prepararme? —susurro la menor y con algo de dificultad se levantó de la cama, sintiendo todos sus huesos quejarse —¿Prepararme para qué? 

La chica le dio una mirada evaluadora y luego negó con la cabeza, confundiendo aún más a la omega. 

—Él va a querer verte, debemos bañarte y maquillarte —dijo, preocupada de no tener el tiempo suficiente para arreglar a la castaña —Es una suerte que primero decidiera interrogar a la delta, de no ser así estaríamos perdidas, los moretones son difíciles de ocultar y tu tienes muchos. 

El cuerpo de Jiwoo se tensó. 

—¿La delta está viva? —siseo, dejándose llevar a donde supuso, estaban los baños —¿Dónde? 

La pelicorta la miró, extrañada. 

—Dependerá de ella, si se resiste ante el interrogatorio la llevaran a la sala de curaciones, no morirá hasta que ellos lo deseen... y a ellos les gusta alargar las cosas. 

Jiwoo frunció el ceño pero no tuvo tiempo para reclamar al notar que ya habían llegado a su destino. El baño, como Sakura lo había llamado, era ridículamente grande y tenía todo tipo de cosas que la castaña no creía del todo necesarias a la hora de tomar una ducha, como esencias, perfumes costosos y hasta una bañera hecha de vidrio transparente, fría al toque e innecesaria en la búsqueda de comodidad.  

—Ahora —suspiro la omega mientras se acercaba a la tina para regular el agua, como si servir fuese algo inconsciente en ella —Quitate la ropa.         

Cuando Sakura había terminado con ella, Jiwoo no pudo reconocer al personaje que le miraba frente al espejo

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Cuando Sakura había terminado con ella, Jiwoo no pudo reconocer al personaje que le miraba frente al espejo. Sus ojos estaban delineados y brillos plateados habían sido colocados sobre sus parpados que junto con el color miel de su cabello armonizaban de una forma angelical, sus uñas fueron pintadas de rosado oscuro y pequeñas joyas decoraron sus dedos, cadenas de lo más finas adornaron sus muñecas y cuello, haciendo sentir a Jiwoo pesada, con sus labios pintados de un rosado pálido y tan solo una bata blanca cubriendo su expuesto cuerpo.

—Perfecta —susurró Sakura y su admiración fue tan obvia que hizo sus ojos brillar. 

La omega palideció. No, ella se sentía para nada perfecta, ni siquiera se sentía linda. Porque ese no era ella, lo más refinado que había usado alguna vez era un vestido de seda que le había robado a Jungeun, cuando tenía recién siete años de edad. 

Si cerraba los ojos aún podía ver la sorpresa en los rostros de las betas cuando estas la descubrieron, con los labios y mejillas pintadas de exagerados tonos rojos, los grandes tacos plateados que Jungeun escondía en el cajón de sus recuerdos y el vestido, estando la mitad de esa delgada tela regada por el suelo al ser para una persona mucho más grande de lo que era Jiwoo en ese entonces. Si hacía memoria recuerda que se había asustado, sus ojos se habían llenado de lágrimas, pensando que su abu se molestaría con ella cuando llegara, pero, en un intento de calmarla, Heejin le quitó el pintalabios de las manos y se lo desparramo en sus propios labios de una forma casi tan desordenada como la de la omega y luego, Chaewon las había imitado, mientras osadamente tomaba un delantal de cocina y se dedicaba a imitar a Jungeun de forma exagerada. 

Innocent • ChuuvesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora