Secretos - part.I

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You don't have to say you love me    You don't have to say nothing


Estoy ebrio, ebrio.... Muy ebrio.

Vasos de colores repletos de esperanzas, llenan vacíos solitarios.

¡Vaya estupidez!

Las noches calurosas de julio, invitaban a cualquier persona a distenderse en cualquier antro popular.

Entonces, el grupo de trabajo de Urie Kuki, no presentó ser la excepción.

Una buena semana, un excelente día laboral.

Increíble noche en un bar improvisado de alguna calle concurrida. Las luces resplandecían como linternas en año nuevo.

Las historias de Takeomi siempre eran aburridas, y las insinuaciones, tortuosas y desvergonzadas de un Matsuri ebrio, lo alejaban de todo aquel burdo ajetreo, con tan solo pensarlo. Sin embargo, allí estaba, bebiéndose el quinto trago de saque, acompañado por esos hombres perdidos en sus propias fantasías, cortesía de los viajes vividos del licor.

Tarde o temprano, Yusa gimotearía entre las fantasmagóricas historias del pasado que a nadie parecía interesarle, Takeomi volvía a hablarle de las anecdóticas aventuras de su hija, recargándose sobre Urie, mostrándole fotografías de la pequeña, que albergaba celosamente dentro de su abultada billetera. ¡Aquí mira! —saca tres más de quien sabe dónde—y mira está no es hermosa? —(Si, si, si espero su hija no sea tan charlatana como su padre)

Él no iba a negarlo, también estaba ebrio. Tanto, tanto que ya hasta le parecía gracioso el balbuceo de Yusa y el susurro sobre su oído derecho (insecto asqueroso), le provocaba cosquillas, aunque al perfilar su visión, viera la terrorífica cara del éxtasis en Matsuri.

Ya era suficiente, la música del lugar retumbaba en sus oídos, y su cuerpo comenzaba a pesarle. ¡Vamos...! ¡que no has bebido tanto...maldición! Se decía mentalmente, dándose fuerzas inútiles que lo levantaran de aquel taburete. Debía llevar a Yusa consigo, aunque dudaba más de su propia entereza que del mismísimo heredero de Arima, quien medio adormilado seguía arrastrando palabras indescifrables.

Un intento más de su cuerpo, y pudo deshacer el abrazo de Takeomi y librarse de la pesada palma de Matsuri que descansaba sobre su rodilla. Los dejaría en ese lugar, no tenía intención alguna de despertarlos de su letargo.

Ya de pie, caminó hasta donde se encontraba Yusa e intento moverlo de su lugar. Sin embargo, éste seguía empecinado en acurrucarse sobre la fría tabla de madera que imitaba una mesa plegable, sumido en un sueño bonito. La sonrisa del muchacho delataba aquello.

Urie comenzaba a sentir el castigo del vicio sobre sus hombros, en sus piernas inservibles y más aún en su conciencia pesada, enlodada y retardada, tanto y como sus palabras. Un poco hastiado de la realidad, se encogió de hombros y se echó a andar sobre sus pies, rumbo a su auto, estacionado a unos cuantos metros. Pero... ¡Que borracho estaba!, ¿Acaso era un inconsciente?

Ese auto se lo había ganado con mucho esfuerzo, como para averiarlo por su imprudencia. Con el poco de recaudo que le quedaba en la humareda de su cerebro trabajando a muy lento ritmo, decidió darse por vencido. Tomó su chaqueta algo arrugada, estiró sus extremidades por última vez, antes de tomar impulso, para comenzar una travesía de 1 kilometro, para por fin llegar al Chateau.

Nunca le había costado caminar, claro que no. Él siempre mantenía su cuerpo muy saludable. No era la primera vez que se embriagaba hasta el tuétano, ¡claro que no! Él ya no era un niño.

Bitácora [Mutsurie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora