🔥 Capítulo 4 🔥

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"Cuando más atrás puedas ver, más adelante verás..."
Winston Churchill

Esus:

Dos semanas antes:

Nunca me habían gustado los cementerios, me obligaban a recordar secretos del pasado que quería enterrar bien profundo. Ya había pasado un mes de la muerte de mi hermano y mi cuñada. Un mes en el que trataba de venir todos los días a visitar sus tumbas, todavía no aceptaba la realidad de que los había perdido. Miraba sus nombres inscritos en las lápidas y una sensación de desolación me recorría las entrañas, me sentía un fracaso total, una aberración para mi familia y estaba demostrando frente a mi organización que era un pésimo pakhan. No había sido capaz de encontrar a mi sobrino, ni a ninguno de sus asesinos. La única pista que tenía era el cadáver de uno de ellos. Él era el único que podría revelarnos algo y todo se había ido al traste, sólo nos quedaba esperar a ver que arrojaba la búsqueda en su vida privada. Esta espera me estaba impacientando... Me incliné hasta quedar de rodillas frente a las tumbas, para poder poner el ramo de tulipanes azules que les había traído. Eran las favoritas de Victoria, mi hermano le regalaba una diaria, así tuviera que mandarla a buscar a Ámsterdam, pero nunca fallaba y yo no iba a romper su rutina.

—No sé qué decir, como empezar, ni si me están escuchando- reí amargamente-, hoy por primera vez me digno a hablarles, deben disculpar mi silencio, pero me avergüenzo de no poder traerles buenas noticias. No he sido capaz de encontrar a los miserables que los pusieron ahí, ni a Fabio. Sólo estoy seguro de algo y es que no me rendiré. Así deba mover cielo y tierra. Si hubiera sido yo el que estuviera en tu lugar Meglin, estoy convencido que ya hubieras matado a esos bastardos, porque tú eras el cerebro y yo el cuerpo, juntos podíamos con todo. Si me estás oyendo en algún lugar te pido que me ayudes, alguna pista, algún indicio, lo que sea para poder resolver este puzzle y poder dejarlos descansar en paz— noté como una brisa me despeinaba, haciendo que uno de mis rubios mechones cayese hacia delante, recordé las tantas veces que mi hermano me alborotaba el pelo, porque decía que llevaba demasiada cera y que parecía un muñeco engominado—, es lo único...— unos pasos apresurados me interrumpieron, giré para quedar frente a frente con Nikólai.

—Señor, descubrimos algo— decía agitado como si hubiera corrido un maratón.

—¿Qué descubriste? Habla— exigí impaciente levantándome.

—Algo en la vida del señor Sachar- tomó una bocanada de aire, tratando de normalizar su respiración—, se dice que mantenía una relación con la narcotraficante de armas Anatasa Reminov. Inexplicablemente después que el cuerpo de él apareciera ella se esfumó. Nuestro contacto en la nómina de delitos cibernéticos buscó sus rasgos faciales por satélite y tenemos una coincidencia— me tendió un Tablet, donde me mostraba la cara de la mujer—. Está en Yaroslavl, el satélite la ubicó en la piscina de la propiedad de su primer esposo. Ésta cuenta con treinta habitaciones, si pasa a la siguiente foto podrá observar los planes de la mansión.

—No se ve difícil de entrar— observé detalladamente cada centímetro de la foto, memorizando el plano— ¿Cuántos guardias detectaron?

—Observamos un total de cuarenta personas en el exterior de la casa. También debe estar presente la servidumbre así que no pudimos identificar cuantos guardias había.

Reúne un equipo de cien hombres, quiero los mejores y cinco de los perros que tenemos entrenados para los combates.

—¿Cree que será necesario tanto? — me contrario.

—Estamos hablando de una traficante de armas, deben estar forrados hasta los dientes de armamento, no obstante, no quiero correr ningún riesgo. Recuerda que un solo grano de arroz desequilibra una balanza— dije montándome en el asiento trasero del carro, sin esperar a que el conductor abriera—. Nos marchamos en una hora.

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