Capítulo 4 - Humano

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Con aquel que se había enfrentado a una luna superior solo y había sobrevivido, más que eso, aún tenía más por contar.

Las palabras no podían fluir, más se concentraban en analizarlo, su imponente figura, en esa mirada podían ver que a penas podía verse el azul de su iris en sus ojos grisáceos.

El único que no se veía intimidado por su aura agresiva y esa mirada, era el patrón, mismo que había hablado con él.

—Hay mucho que queríamos hablar contigo —dijo el mismo Oyakata, el único que se atrevía a dirigirle la palabra, mientras el peliblanco  llamado, Vergil aún empuñaba su espada sujetandola desde la vaina.

Pero al igual que todos, tenía una historia que contar, pero tristemente... No recordaría parte de ella.

Fue hace tantos años...

Tenía un arma blanca consigo, ahora estaba en silencio acostado en un futon en un cuarto vacío que llevaba al patio trasero, con su cuerpo limpio junto a unas vendas que cubrían sus pies...

Cuya única luz resultaba ser la luz de los árboles de glicinas que estaban a ambos extremos de la casa... No podía dormir, más solo se quedaba ahí en silencio.

—Y no dice nada, a pesar de que tiene una fuerte fiebre, no se queja, a pesar de haberle retirado sus prendas, no protesto —miró hacia un lado y ahí estaban en un montón los despojos de ropa que el niño traía— A pesar de haberle quitado sus objetos, no opuso resistencia... —una dama de cabello castaño, con un kimono púrpura, susurraba mientras asomaba la cara por la puerta entreabierta.

—¿En serio, Kaori? —pregunto aquel hombre que había tomado su espada, a lo que ella asintió, luego dirigió la mirada hacia el chico— Es como si fuera un simple muñeco de trapo...

—Si cariño, ese niño simplemente no reacciona a nada y por sus ropas creo que lleva más de una semana caminando —aclaro pues fue ella quien lo trato y cuido del pequeño que no parecía tener más de 11 años.

No eran insensibles para dejarlo a su suerte y quitarle todo lo de valor que tenía, pues si tenía cosas que podían valer mucho dinero.

—Esa espada que tenía, simplemente con ver su filo comenzaba a sudar —opino el hombre mirando hacia un lado, sobre una mesa estaba posada la tan curiosa katana que el chico traía.

La vaina era pesada pero en compensación era increíblemente dura y la hoja negra resaltaba con el brillo blanco del filo.

—Eso no era lo único que traía —afirmó Kaori llamando la atención de su esposo, mismo que abrió los ojos con sorpresa, qué más de valor podría traer ese chico?..

—¿Qué más tenía este chico? —pregunto en voz baja mientras cerraba la puerta con suma discreción, acercándose a su esposa.

—Esto... —reviso sus bolsillos para luego ver sobra las mesa que estaba a un lado suyo— Eh? ¿Dónde está? Espera... Donde está Kanata? —levanto una pregunta, estaban tan concentrados en el chico, que habían perdido de vista a su propia hija, sin olvidar que el objeto también había desaparecido.

Mientras tanto junto al chico de cabello blanco...

—Oye~... —escucho una delicada voz cerca suyo más no pudo ver nada, entonces la vio como ella se sentaba a un lado suyo— ¿Esto es tuyo? —los padres al escuchar su voz en el cuarto donde estaba el chico, abrieron la puerta con lentitud, y entonces pudieron ver a su hija sentada a un lado del chico sosteniendo en su mano un precioso relicario, parecía de oro resaltando un gran y brillante rubí.

El joven de cabello blanco y ojos grisáceos, seguía mirando hacia el techo, con un trapo en la frente para controlar la fiebre que tenía... En el momento que la escucho, dirigió su mirada hacia ella.

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⏰ Última actualización: Feb 15, 2021 ⏰

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