Parte 38

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—¿Ya te mudaste? — Pregunta Irene.

—Sí. No le digas a nadie.

—¿Por qué?

—Mi mamá está preocupada sobre "el qué dirán".

—Ya veo...Supuse que estarías triste por eso. Pero eres tan reservada que pensé que podría ser cualquier cosa. — Si ella supiera que forma parte de esos problemas. —¿Ya has hablado con alguien sobre cómo te sientes?

—¿Y de qué serviría? Nada cambiaría con contarlo.

—¿No recuerdas que dijiste que te habías sentido un poco mejor al contarme lo de la vez pasada?

—Bueno...Vayamos a un lugar más tranquilo.

Están en una esquina del patio. En la parte más alejada, la que queda atrás del salón 303. Ahí está cubierto de pasto y algunos árboles altos y verdes brindan una generosa sombra. Seulgi se sienta en una piedra y la castaña se pone a su lado.

¿Realmente sabrá expresarse? Seulgi está tan acostumbrada a enterrar lo que siente que ha olvidado cómo explicar su sentir.

—Estoy presionando mucho, ¿verdad? — Suelta Irene.

—¿Qué? No...es sólo que...— La chica popular está expectante. — Es difícil para mí decir cómo me siento.

—Está bien si prefieres no contarme. Es sólo que eres mi amiga y me preocupo por ti.

Esta joven es tan dulce y considerada. Seulgi comprende porqué le gusta tanto.

—Yo...quiero contarte—. La muchacha sonríe y Seulgi suspira. — Toda mi vida he tenido que soportar estar sola. Es decir, mis padres se la pasan trabajando y la atención que me ponen es mínima...Debes pensar que únicamente quiero eso, atención...

—Es normal, a nadie nos gusta ser ignorados.

Sus palabras hacen sentir a la dibujante comprendida.

—Realmente nunca me ha gustado quejarme. Todos tenemos problemas y los demás deben pasar por lo mismo que yo. A nadie le interesa si me siento mal o bien.

—A mí sí—. Ella toma la mano de su amiga. —¿No te lo acabo de decir?

El corazón de la dibujante comienza a palpitar rápidamente.

—Es por eso por lo que prefiero no decir nada y aguantar. Evado la realidad con lo que puedo, creo que a veces es culpa mía siempre estar sola.

— Yo creo que te has acostumbrado, es así como te sientes cómoda.

—El hecho de que todos me rechacen y me llamen "Anormal" tampoco ayuda mucho—. Seulgi finge una sonrisa al decirlo, como si le pareciera gracioso.

—Todo eso te lástima, ¿cierto? Tener siempre que aguantar tantos desaíres, de tu familia y de los demás.

—No es tan malo cómo parece...—De repente la dibujante empieza a temblar. Sí, duele. Sí, es difícil. Es frustrante. Es humillante. El sentimiento llega a Seulgi y siente en su garganta un nudo. — Una vez que te acostumbras ya...

Irene aprieta la mano de su amiga y luego la abraza.

Seulgi no debe llorar, no debe. Es sumamente vergonzoso. Lo intenta, pero falla y deja rodar por sus mejillas unas cuantas lágrimas.

Una parte de ella desea que Irene la suelte, para poder secarse las lágrimas y tratar de detenerse. Mientras que otra desea abrazarla igual y dejar que la consuele.

—No podemos ser fuertes todo el tiempo—. Dice Irene.

Eso es. La frase que le da acceso a llorar sin límites por una vez en su vida. La dibujante abraza a la popular y llora en su hombro.

Anormal (SeulRene ver.) {Terminado}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora