Lazos De Sangre (1° Libro De Saga Destino)

Capítulo 23

La tregua había terminado y los siguientes días bastaron para convertir aquellas vacaciones familiares en un infierno. Cada enfrentamiento entre Ronny y Xavi era un soplo de aire fresco ante la tediosa monotonía a la que estaba sometido y supo transformar su estadía en un reto constante para vencer en su mismo territorio al par de aliados que tenía en su contra.

Pero nada lo prepararía para lo que se avecinaba en su vida respecto a una persona que ha últimas fechas empezaba a ser importante, la llamada repentino de Roxanne en su alcoba fue lo suficientemente alarmante para sentirse al borde del abismo, eran las dos de la mañana y por la urgencia de su tía por que atendiera la llamada de Matías, supo que algo grave había ocurrido.

El miedo se alojó en su sistema al comprender la magnitud del daño que sufrió Valeria, que por obvias razones no era la persona más agradable para su padre biológico, quien de diferentes maneras logró separar sus caminos temporalmente, sin embargo, ni siquiera él pudo detener el impulso de Xavi para regresar a Berlín lo más rápido que pudo lograr. Sintió que el mundo se venía a sus pies en el momento que Matt, la persona más optimista del mundo, le narró los últimos acontecimientos y solo podía recordar sus propias palabras suplicar en respuesta

-Voy en camino Matías, sólo... No la dejes desprotegida, te lo suplico – pidió Xavi, con miles de posibilidades cruzando por la mente, cada una peor que la otra.

Él mejor que nadie la conocía y sabía que Jones estaría devastada, temía que en su desesperanza cometiera una locura, tal como él mismo estuvo a punto de hacer un tiempo atrás. Sólo quería llegar a tiempo y muy poco le interesaba dejar de lado sus compromisos, en ese momento nada era más importante que ella, Valeria Jones.

No podía comprender cómo pudo ocurrir algo semejante, la familia Jones eran de las más respetables en la sociedad, de eso no había duda, aunque al igual que muchas se hallaba dividida debido a diferencias de la pareja y el resultado no fue favorable para ninguno, especialmente ella. El padre, Ethan Jones era un empresario reconocido internacionalmente, tenía acciones en diferentes países y quizás la más representativa era en aquel club deportivo de Hockey en España, Los Jaguars, quienes eran los rivales más acérrimos de su anterior equipo. Sin embargo, pese la primera impresión ambos jóvenes lograron cimentar una buena amistad y el padre de Jones jamás demostró incomodidad de que existiera entre ellos una relación más allá de la esperada. De hecho, le parecía un hombre ejemplar y en las pocas veces que coincidió con él pudo constatar que era de un carácter intachable, al menos en lo laboral, porque su princesa lograba domar cualquier posible impedimento y salirse con la suya infinidades de veces, por esa misma razón le costaba entender su postura y el porqué de la decisión precipitada que tomó, dejando a Valeria desprotegida.

Fueron muchos los escenarios que cruzaron por su cabeza y debía reconocer que cada uno era peor al anterior, por lo que las horas a bordo del jet privado le parecían eternas, al punto de entrar en un estado de ansiedad casi imposible de soportar. ¡Dios! Era su mejor amiga y nadie mejor que él para comprender el dolor que Jones estaba atravesando. La destruiría por completo, solo esperaba poder llegar a tiempo. Por lo menos una cosa positiva pudo abonar a su supuesto 'padre' y fue permitirle volver antes de lo estimado, aunque aquello implicase dejar una historia inconclusa...

***
Maldito tiempo... Nada bueno trajo a su vida, por momentos deseó haber muerto en manos de aquel bastardo y no seguir en medio de aquella pesadilla, pero era inútil; su padre estaba muerto y en lo peor de sus pesadillas no podía evitar confundir sus rostros, aquel amable y compasivo, frente a la bestia que presenció en sus últimos momentos. No podía recordar claramente, los golpes se mezclaban entre sí junto con sus gritos de auxilio y las voces familiares perdían todo valor. Solo le quedaba una cosa y para su suerte - o quizá no tanto – era lo único que la mantenía atada a la cordura: su voz.