"Bebé ,ya no soy un conejito,pero si quieres podemos hacer lo que los conejitos hacen"
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●YoonGi;Activo/Top
●Jimin;Pasivo/Bottom
●Romance/Drama
●Yoonmin/No jimSu
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La nieve caía bajo las sombras sobre la ciudad de Seúl, mientras que la gente huía de los copos blancos que envolvían a la Ciudad. Casi era navidad, y la alegría y festejo sobresalía en todos lados. Mucho era estrés y dolor en las manos por las bolsas repletas de obsequios, pero todos pensaríamos que, no hay mejor sensación, que a esa persona especial, le fascine tu obsequio.
Un abrigo negro caminante por las calles, era el que un joven Con la cabellera negrallevaba consigo. Gorra negra, abrigo, beige y manos escondidas bajo los bolsillos. Auriculares blancos, y una pequeña sonrisa que se adueñaba sus labios al momento de ver las sonrisas de los pequeños niños elaborando muñecos de nieve y otras figuras divertidas, comunes a la época.
Continuando su camino a su destino, pilló una panadería. El hombre trabajaba duro para que todas sus comidas, dulces y alimentos fueran deliciosas y luciesen llamativos, y sin embargo, al menos una persona había dentro del lugar, y esta, solo limpiaba el piso.
Entró, sin pensarlo demasiado, y sonrió al hombre, que conformó una gran sonrisa sorpresiva al ver a un cliente entrar al lugar. Estuvo observando toda la clase de dulces y postres que el hombre hacía, y no pudo sentirse tan dichoso como cuando comenzó a pensar en todo el esfuerzo de ese hombre.
Y ahí, vio a su indicado.
Un pastel de cobertura chocolatada, y algunas formas específicas y bellas de este. Pequeñas cubiertas de crema, y eso fue suficiente para realizar la compra. El hombre le atendió con gratitud y total atención, por lo que abandonó el lugar sonriente, llamando la atención de otras personas para que fuesen a la tienda, debido al exquisito aroma que expulsaba el alimento. Hace un par de meses, quizás, no habría valorado la importancia del trabajo, o a la alegría que los niños expulsaba cuando veían la nieve caer. Su vida había cambiado demasiado, y todo había sido demasiado rápido. Y a pesar de todos los malos ratos, no se arrepentía de nada. A pesar de todo, su corazón aún podía latir con normalidad y tranquilidad.
Entró en calor cuando su hogar ya había cubierto todo su cuerpo otra vez.
Caminó con cuidado por las escaleras, arrepintiéndose de no haber tomado el ascensor. Aunque, prefería caminar, a correr el riesgo de que ese niño que jugaba con un balón dentro del ascensor, botase su pastel. Cuando llegó al último escalón que daba a su piso, soltó un suspiro, y sin embargo, no se dio tiempo para descansar. Sus piernas dolían, y sus brazos, ciertamente, igual. Camino topándose con la anciana que vivía frente a él, decorando su puerta con una bonita campana.
—Hola, muchacho. —Habló la de cabellos blancos, sonriéndole.
— Feliz navidad, señora Im. —Dijo, sonriendo con amabilidad.
Con cuidado, sacó la llave de la puerta y con todavía más cuidado, insertó esta en la cerradura, así abriendo la puerta lentamente. Entró al departamento, cerrando la puerta con su espalda, debido a sus manos ocupadas, y finalmente pudo suspirar, y sentir el calor de su hogar, que le permitía poder quitarse su abrigo, por fin.