Un pueblo silencioso 2-3

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Mientras leía el periódico noté una pequeña sección donde se hablaba del caso del sepulturero. Lo que dijo el chico repartidor era cierto, el periódico también aseguraba que el sepulturero Jonathan A. Becker, quién vivió desde niño en este pueblo escapó después de asesinar a una pareja recién instalada, y que la casa de Jonathan, cerca del cementerio, fue encontrada evidencia que apoya esta teoría.

- Aquí había algo que no encajaba, me dije a mí mismo en mis viejas rutinas de hablar en voz alta cuando nadie estaba alrededor.

¿Por qué alguien que ha vivido toda su vida en un pueblo pequeño durante casi toda su vida de la nada envenena a dos personas que ni siquiera conoce?, además ¿quién en su sano juicio deja evidencia que lo culpe?

Caminé hacía la casa del doctor Bernardo, el único doctor del pueblo, quien vivía a unas siete casas cerca de la mía. La mayoría de las calles eran estrechas y lineales por lo que podías llegar fácilmente hasta el cementerio sin tantas vueltas por las calles. Pero aún no quería llegar ahí, no hasta confirmar algo con el doctor.

Bernardo me invitó a tomar un trago mañanero mientras hablábamos de como la gente seguía cerrando sus casas apenas llegando la noche, ya que desde que murió la segunda familia envenenada por ese paquete de galletas, no se ha visto un asesinato parecido o alguno donde se haya usado una arma blanca hacía otra familia.

- ¿Sabe dónde consiguió el sepulturero el veneno que uso para inyectarlo a las galletas y envenenar a esas familias?. A veces simplemente me gustaba ir al grano sin tanto rodeo.

Bernardo solamente cruzó los brazos como si él se hubiera hecho esa pregunta cientos de veces.

- Era un tipo de arsénico que fue aplicado cuidadosamente con la jeringa a cada galleta del paquete. Si te lo preguntas, no, no tengo algo parecido en mis estantes, y dudo que se pueda conseguir ese tipo de sustancia en un pueblo como este. Tal vez pudo haberlo conseguido fuera de aquí, aunque sí lo pienso nuevamente, Jonathan no era un hombre de viajar a otros lugares.

La mirada del doctor lo decía todo. No titubeaba, se veía calmado y su cuerpo no se veía rígido al hablar, por lo que comprobaba más mi teoría que por muy descabellaba qué sonaba, en mis años de experiencia era la que comúnmente terminaba siendo cierta.

- Venga conmigo por favor, hay algo que quiero comprobar en el cementerio y no me gusta la idea de ir solo.

Después de decirle a que me dedicaba hace años, sin darnos cuenta ya íbamos caminando directo al cementerio como dos gatos buscando por toda la casa al ratón escondido.

El cementerio era pequeño, perfecto para un pueblo como este, pero podías ver al final las nuevas cuatro lápidas que fueron puestas hace poco. Dos eran de la primera pareja, la pareja Sandoval, sepultadas por el "asesino" Jonathan A. Becker, y las otras dos de la recién pareja también envenenada que la misma gente del pueblo tuvo que ayudar con el sepulcro puesto que ya no había nadie laborando en ello.

- Discúlpenme por esta falta de respeto, pero solo quiero tratar de ayudar quién está detrás de todo esto, no tardaré mucho.

Me hinqué ante las lápidas y comencé a desenterrarlas mientras Bernardo, quien al principio trataba de detenerme, poco a poco comprendía lo que hacía y solo se fijaba alrededor por si alguien nos veía.

Apenas abrimos los cuatro ataúdes y dándonos un pequeño respiro ya que, una parte de mi temía que esto fuera cierto. El doctor al verlo se sentó en el suelo en pleno invierno sin que le importara que la nieve lo congelara, continuaba vacilando y vacilando de cómo era esto posible. De los cuatro ataúdes, el primero, donde debería estar el esposo del matrimonio Sandoval, en realidad se encontraba el cuerpo sin vida del mismo Jonathan A. Becker.

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