En el amor, nadie puede elegir a su amado. Nadie, absolutamente nadie, elegirá cómo enamorarse o saber siquiera si es la persona correcta. Muy pocos saben elegirlas, y otros lamentablemente no corren con la misma suerte.
A menos que conozcas a un...
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{2/3} A un capítulo de su final...
No sé si los ataques del demonio sobre mí se detuvieron, ya ni siquiera los siento. Tengo los ojos apretados y el cuerpo me hormiguea completamente. Ya no siento los impactos, sólo tengo un fuerte temblor que me sacude y avisa que estoy agonizante.
No siento el cuerpo encima de mí, ningún peso me detiene. Y cuando me doy cuenta de que mis manos reaccionan a mis movimientos, me encorvo y siento sobre la orilla. Mi sangre está por todos lados en mi cuerpo, y parte de ella ahora se liga con el agua a mi alrededor. Jadeo asustada, aún no tengo heridas profundas como para sufrir de hemorragia.
Pestañeo varias veces para adaptar la vista en la oscuridad y me congelo cuando veo el cuerpo de Eros luchando contra Anteros alzados en vuelo. Están batiendo con tanta fuerza sus alas que el viento hace revolver la tierra y tengo que quitar mechones de mi cabello en el rostro. Busco con la mirada a la chica y la encuentro rodeada de muchas sombras. Sobre la cascada veo cómo van apareciendo otra manada de sombras, alertándome. No podrán resistirlas por mucho tiempo.
Busco algo de utilidad a mi alrededor, recojo una rama y sin pensarlo mucho lo lanzo hacia el demonio que ahora lucha contra Eros. No le llega a golpear, así que busco una piedra y centro mi mirada de nuevo en él para que mi objetivo sea impactado.
Apenas la piedra hace algo, pero de igual forma el demonio voltea su cabeza hacia mí y con un fuerte golpe envía lejos a Eros, quién se impacta entre los árboles al ser elevado por una onda de fuerza tan increíble que nos removió a todos en nuestro lugar. Anteros es mucho más fuerte de lo que creíamos... o lo es ahora que está poseído.
El demonio bate sus alas y llega a mí en casi un segundo, me agarra en sus brazos y me alza en vuelo. Emito un fuerte grito de sorpresa, el miedo me sacude fuertemente.
No quiero volver a sufrir arañazos, ni ser comida.
Anteros me lleva a la cima de otro sitio, una especie de montaña cerca de la cascada. Me lanza hacia el suelo y se para frente a mí, expectante de mis movimientos. Quiere continuar alimentándose de mi miedo, y no tengo ganas de darle ese privilegio.
Me quedo absolutamente quieta en donde me encuentro. A pesar de que el dolor abunda mi cuerpo, las lágrimas arremeten con salir de mis párpados y los huesos me crujan por los fuertes impactos que he sufrido. Me quedo totalmente quieta, dejándome llevar por el alivio que el hormigueo me proporciona.
De nuevo el peso cae sobre mí. Está sentado sobre mi estómago y eso me ocasiona más fuertes palpitaciones, me duele como el... infierno. Pero, a diferencia de lo que espera, evito quejarme o emitir un gemido de dolor.
Sus ojos escandalosos me observan fijamente, curiosos. Se inclina hasta quedar su rostro alineado con el mío.
—Anteros... soy yo... Gea—digo y ni siquiera estoy segura de él. No le recuerdo, pero hay algo que destella en su rostro y en mi mente, pero no es ningún recuerdo o reconocimiento.
