Gracias a la borrachera

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Vivir una vida en la gran ciudad de Japón es difícil. Todo se basa en estudiar hasta que no tienes neuronas para otra cosa que no sea historia, economía u otras cosas durante seis días a la semana de siete de la mañana a seis de la tarde. La universidad prácticamente es el fin de la libertad que uno puede tener, todo el maldito día pasas de materia en materia para poder sobre salir y conseguir un buen puesto y poder llevar honor a tu familia, y vivir la vida real no es menos mierda de lo que se espera, trabajas los siete días de la semana de horados normales hasta unos toda mierda en que te obligan a quedarte más tiempo solo porque así lo quieres tus superiores.

¿Genial, ¿no? ¿Bueno que dirían si existiera un día al año en que se permite a las personas ser libres? ¿En qué puede hacer lo que quieran sin ninguna represalia? ¿sería bueno que existiera verdad? Bueno lastimosamente no existe. Pero eso no quita que las personas se descontroles.

Mi nombre es Madara Uchiha, heredero de la fortuna Uchiha y uno de los empresarios más sobresaliente de la sociedad actual, magnate desde mis diecisiete años y actual hijo de puta cuando se me permite.

Bien si mal no recuerdo el comienzo de esta bazofia fue el día que entre a ese maldito club. El aire estaba saturado de humo y la habitación oscura. La música sonaba tan fuerte que el suelo parecía temblar y las luces parpadeaban tanto que uno pensaría que no estaban viendo correctamente. Era difícil moverse, respirar y, sin embargo, me sentía más vivo que nunca. Y sabía que estaba mal, sentirse de esta manera, mal de estar ahí, en el estado en el que se encontraba actualmente, Borracho, medio drogado dejándole como único reflejo mover los pies para no ser pisado por gente bailando o los que van de paso para follar. Pero ¿que importaba eso? ¿A quién le importaba realmente lo que otros hacían? a Madara no por supuesto.

Porque este era su día. El único día del mes que se permitió esto. Para olvidar todo y simplemente sentir. Para dejar ir todo, olvida sus límites, sus reglas, su vida y disfruta de lo que sea que se le acerca. Veinticuatro horas de ser otra persona, pero no alguien que tampoco era. Era muy consciente que esto también era parte de él, este lado podrido de su cerebro, y aunque al principio se negó a admitirlo, pero estaba agradecido de que su ex lograra mostrarle la verdad de quién era.

Han pasado años desde que él y este tipo se separaron, pero el sentimiento permaneció, así como la necesidad de vivirlo una y otra vez. Y no lo soltaría por ningún motivo.

Esa noche no fue diferente a todas las demás. El club era demasiado ruidoso, oscuro y estaba tan borracho y tan alto que ya no estaba seguro de dónde estaba. Le dolían las orejas y su corazón latía demasiado rápido mientras bailaba podía sentir unas manos en las caderas. Y tal vez una polla moliendo contra su culo. Eso era bastante habitual y seguramente terminaría la noche en la cama de alguien. Y no le importaba en lo más mínimo era como siempre terminaba, completamente jodido y completamente encantado.

Dioses, si su padre tuviera alguna idea de cuán depravado podía ser moriría. Él, el hijo perfecto, vistiendo trajes y manteniendo su largo cabello bajo control a pesar del desastre total que era.

Sintió como unas manos curiosas comenzaban a desabrochar su cinturón y no pudiéndolo evitar Madara sonrió, miro por encima de sus hombros pero sin ver claramente al tipo detrás de él. Estaba demasiado oscuro y para su satisfacción estaba en una de las esquinas más aisladas de personas, designada para un solo fin. Sintió como el bastardo detrás de él comenzaba a jugar con su próstata y siendo sincera estaba esperando poder disfrutar más. Lo tomo de la mano y lo llevo a los baños para "caricias" que el club había creado para dicho fin. Cuando llegaron se bajó los pantalones cuando y le apartaron las nalgas. Sintió como una polla dura lo empujaba y gimió, inclinándose un poco hacia adelante para ayudar.

One shots MadatobiWhere stories live. Discover now