Parte 40

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Llegan al fin al centro de la cueva, es un lugar tenebroso y que estas ansioso por abandonar.

- ¿Y el Rey de Diamantes? - Le preguntas a Lexus, mirando a tu alrededor, Lexus saca su reloj del bolsillo y chasquea la lengua en cuanto ve la hora.

-Ya debería estar aquí. -

-Me temo que el Rey Joyce no vendrá. – De entre la oscuridad una figura esbelta sale con una antorcha encendía que les permite descubrir su identidad. Se quedan sin aire.

-¿Reina Leyna?- Su rostro siempre amable se deforma con una sonrisa maliciosa.

-La misma. - El grito de un hombre resuena en ecos por toda la cueva. - Me parece que ya no tienen chofer. - Su sonrisa se ensancha, algo se aprieta en tu estómago, Lexus está congelado a tu lado.

-¿Qué significa esto, Leyna?- Le pregunta él, eres capaz de notar la palidez de su rostro por la luz cálida que proporciona el fuego, escuchas pasos detrás de ustedes. No están solos.

-¿Eres tan tonto que no puedes entenderlo por ti mismo?- Tragas saliva. Lexus se mueve hasta cubrirte parcialmente.

-No poder hablar en serio, Leyna.- Parpadeas desorientado, está pasando algo que no entiendes para nada.-

-Eso es lo que pasa con los Reyes, nunca piensan que las Reinas hablemos en serio ¿No es así, Farrah?- Tus ojos se abren asustados, el viejo jadea y la figura de la Reina se presenta ante ustedes, con un porte orgulloso y nada enfermizo.

-Así es, Leyna.- Su sonrisa es cruel, tu corazón se agita, tienes el instinto de salir corriendo y arrastrar a Lexus contigo. Pero no puede moverte. Las gotas de sudor bajan por tus sienes.

El viejo tiene que carraspear para encontrar su voz.

-¿Por qué, Farrah?- El dolor es notable en su voz, la Reina Farrah no la conmueve, más bien pareciera que el dolor de Lexus la divierte-

-Ay Lexus, mi despistado e imbécil Rey Lexus...- Ella camina hasta llegar a un metro del viejo, su cabello castaño lacio y suave contrasta de una forma irónica con su mueva de odio. – Yo estaba enferma, ¿Qué hiciste tú? En vez de buscar una cura, dejaste que el reloj marcara a otro para que fuera el Rey.

-Era necesario, si nosotros no estábamos...

-Nosotros pudimos ser los reyes por siempre, si tan solo tú te hubieras esforzado más, si solo me escucharas... pero no, siempre haces tu voluntad... Porque eres el gran Rey y yo solo soy la estúpida Reina. - La amargura en sus palabras te hace pensar cuanto tiempo fue dejada a un lado para que suena así. – Pero ya no más. – Su mirada se vuelve dura, los rodea y la Reina Leyna la sigue. - Por suerte para mí, Leyna siempre ha sido una gran amiga, ella entiende como me siento, y no dudo en buscar una manera de curarme.

-Yo estuve consiguiendo los mejores doctores de Picas para que te trataran, e incluso si fuera por un tema de opiniones pudiste haberlo hablado conmigo. - Con forma ellas los rodean, ustedes se giran, sin perderlas de vista ni un segundo. – Si es solo eso, ¿Por qué te arriesgaste a traernos aquí? ¿No te importa que haya una inminente guerra? - Ella ríe de una forma desagradable, haces una mueca por el ruido. –

-Como dije, eres un despistado. ¿Acaso no notaste lo rápido que llegaba la correspondencia? - Lexus la señala con un dedo tembloroso.

-¡Fuiste tú!

-Parece que no estás tan perdido, mi Rey. - Las palabras son dichas con burla, tienes que tomar al viejo del abrigo para que no salte ante la provocación. No es momento de hacer un movimiento de héroe. - Así es, las Reinas y yo hemos estado dándoles información falsa todo este tiempo, y ustedes, grandes y poderosos Reyes no se han dado cuenta de la trampa. – Tus dedos se resbalan del abrigo de Lexus por la impresión. ¿Todas las reinas están coludidas?

El Rey y la Reina. HetaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora