Parte 44

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Abres los ojos desorientado, los oídos te zumban.

Tienes muchas ganas de seguir durmiendo

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-... ¿Por dónde se abra ido? - Las voces se escuchan muy lejanas, aprietas los parpados, te sientes húmedo.

Te prometes golpear a Scott si te ha echado agua encima mientras dormías.

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-... ¡Búsquenlo! -

Tus ojos se abren de par en par. Los recuerdos vuelven a ti. Nuevamente eres consciente de tu situación, el frio te cala hasta los huesos, el dolor en la cabeza te saca un quejido.

Con lentitud te levantas, miras a tu alrededor y notas que ya no estás en terreno empinado, sino en tierra plana. Desorientado miras arriba y te congelas al ver la montaña acompañada por otra. ¿Cuánto tiempo estuviste cayendo? Miras a tu alrededor y solo hay pinos llenos de escarcha. ¿Acaso estas en medio de las montañas?

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No, imposible, ¿Cómo mierda vas a volver ahora?

Gimes frustrado.

-Genial, ¿y ahora qué? - Te cruzas de brazos de mal humor, este no es tu día ni tu mes ni nada, simplemente no te puede ir mejor.

-¡Jefe, creo que veo algo por allá!- Te inclinas y escondes detrás del árbol, mierda, ahora tendrás que seguir escapando. Una corriente de aire pasa y te recuerda que estas empapado por quedarte acostado en el suelo sepa cuanto tiempo.

Avanzas con incertidumbre, no estás seguro de donde se supone que están ellos, si es que están muy lejos o si tú mismo estas muy cerca. No lo sabes. La incertidumbre te mantiene alerta, todo te duele, caminar es difícil, la cabeza está punzándote de una forma espantosa, y sientes que quieres estornudar, pero no puedes. Sin duda terminaras enfermo. Tu garganta está seca, pasas saliva para refrescarla un poco, te apoyas en los árboles y procuras no hacer mucho ruido con tus pasos. El sonido de los soldados caminando alrededor de ti es aterrador, tienes que contener el aliento con miedo a ser demasiado ruidoso.

El sentimiento de déja vu te ronda la cabeza una y otra vez, se siente como si ya hubieras estado aquí, como si ya hubieras vivido esto, y a la vez estas seguro de que nunca lo has vivido.

Es confuso y ciertamente es un pensamiento poco práctico para una situación como esta. De todos modos ¿Para qué te buscan? ¿Qué es eso de niño profético? ¿Y porque parecen tan empecinados en atraparte? Tú no eres nada especial, solo eres otro chico más del montón, lo único relévate en ti es que puedas ver esas luces... Amenos que sea por eso, quizás esos hombres querían robarse las luces, quizás ellos querían formar su propia legión de luces y...¿Y qué? ¿Qué podrían hacer con luces que apenas podían jalar el cabello de las personas? Y más importante aún ¿Cómo sabían que tú las veías?

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Por qué era por ellas, ¿no? Arthur no podía pensar otra razón por la que lo estarían buscando.

-¡Niño! ¡Niño!

Apresuras el paso, las voces se escuchan más cerca, te detienes en seco al notar que has llegado al medio de las dos montañas, a tu derecha no hay un lugar donde puedas esconderte, también es demasiado inclinado como para siquiera pensar en escalar, a tu izquierda hay un montículo de rocas y una abertura en el suelo.

Dudas.

Es lo suficientemente grande como para que alguien se meta gateando. Los pasos resuenan en el suelo blanco, las opciones se acaban, así como el tiempo, te tiras al suelo y te arrastras sobre tus rodillas y manos.

En cuanto entras sientes un material arenoso que se te pega en las palmas húmedas, entras más y más, alejándote de la entrada y adentrándote a la oscuridad.

-¡Ese maldito!-

-¿¡En donde esta!?

-¡Niño!

La frustración es evidente en sus voces, con miedo a que se inclinen para mirar por la pequeña entrada sigues avanzando, ignorando cualquier peligro que pueda haber adentro.

Tu respiración es trabajosa, adentrarte entre piedras caídas por todos lados es difícil, y es más difícil si sigues avanzando a gatas en vez de pararte.

No es hasta que el silencio es tan ensordecedor y la oscuridad se convierte en inquietante que recuerdas el encendedor en tu bolsillo. Te detienes para hincarte sobre tus piernas y extraes el encendedor de tu bolsillo. Prenderlo es difícil, conlleva bajar una y otra vez el pequeño botón, estás perdiendo las esperanzas hasta que la llama enciende y tu vista se ve cegada hasta el punto de forzarte a cerrar los ojos.

Aprietas la vista, te preparas y abres los parados poco a poco, de esa forma la luz anaranjada ya no es tan insoportable, cuanto más la miras, más fácil se adapta tu vista.

Cuando sientes que ya puedes enfocarte en algo más, miras al suelo e inspeccionas el material arenoso que tienes pegado a la mano y que se distribuye de manera aleatoria por el suelo.

Es negro y huele raro, te recuerda a esa cosa que tenía la caja del arma de tu abuelo... Esa cosa... ¿Cómo se llamaba?

Acercas más tu mano a la luz para apreciarlo mejor.

Si, ya lo habías visto antes.

Tu madre te lo había dicho... ¡Ah! ¡Pólvora!

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¡¿Pólvora!?

Sueltas el encendedor de la impresión, te avientas hacia atrás y la oscuridad vuelve a envolverte.

Tu corazón martillea contra tu pecho. La idea de que casi te matas te zumba en la mente.

"¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda!"

Tomas tu encendedor a ciegas, lo regresas a tu bolsillo y continuas a ciegas, ansioso por alejarte de esa pólvora.

El Rey y la Reina. HetaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora