19. ¿Y ahora?

55.7K 4.5K 2.5K
                                    

Cuando desperté, sentí los brazos de Katsuki rondeándome, estrechándome contra su pecho. Sonreí y abrí los párpados, encontrándome con sus ojos rojos, que me obsevaban fijamente.

- ¡Por fin te despiertas! Ya pensaba que habías empezado a hibernar - resopló.
- Buenos días a ti también - respondí sarcástica, mirándole con los ojos entrecerrados.
- Tsk - me sonrió.

Entonces me di cuenta de que una manta muy suave me cubría.

- ¿Y esto?
- Es mía. Te la puse cuando te dormiste. No quería despertarme al lado de un puto iceberg, ¿sabes?
- Gracias, aunque... - ignoré su burla y puse un tono pícaro - la verdad es que esta vez no he pasado nada de frío.

Acaricié su abdomen con la punta de mis dedos, dibujando figuras abstractas, y besé su hombro. Él se estremeció y, con un movimiento muy rápido y hábil, se colocó encima de mí. Besó mi cuello y fue subiendo lentamente hacia mis labios, fundiéndose con ellos dulcemente.

- Venga, marmota. - gruñó incorporándose - Vístete que nos vamos.
- ¿Ya? - hablé con tristeza - ¿Pero el autobús de vuelta no sale hasta esta tarde, no?
- Sí, pero quiero enseñarte algo antes. Date prisa, maldita sea.
- ¿Hay... hay que volver a bajar por donde vinimos ayer? - palidecí mientras buscaba mi ropa.
- Sí, - se rió con maldad y yo puse cara de terror - pero solo un trozo, luego nos desviaremos.
- ¿Dónde vamos?
- No preguntes. Ya lo verás.

Gruñí con disconformidad, pero no me hizo ni caso. Teminamos de vestirnos, desmontamos la tienda, recogimos todo y nos pusimos en camino.

Un par de horas después, yo ya tenía serios problemas para respirar. Katsuki se paró y me cogió la mano.

- Por aquí - indicó mirándome intensamente.

Giramos a la izquierda y empezamos a apartar un montón de ramas de árboles y arbustos que nos impedían seguir avanzando. Atravesamos con algo de dificultad aquella "puerta secreta" hacia algún lugar.

Levanté la vista y me quedé impresionada. Habíamos llegado a un lago precioso, de aguas cristalinas, rodeado de flores y plantas increíbles.

- Buah... - miré a mi alrededor emocionada.
- ¿Es la hostia, ah? Lo descubrí la última vez que vine - me explicó orgulloso.
- ¡Es una pasada! - respondí, todavía con la boca abierta - Qué lástima no haber cogido ropa de baño...
- ¿Qué mierda de problema es ese? - empezó a desnudarse.
- ¡Pero Katsuki! - me sonrojé nerviosa.
- Tranquila, joder... Esto está escondidísimo, no va a venir nadie - se metió en el lago de cabeza - ¡Venga!

Empezó a salpicarme.

- ¿En serio? ¿Vas a salpicarme tú a mí? ¿A la Reina de las Ciénagas? - le sonreí maliciosamente.

Me quité la ropa con tranquilidad, haciendo que se desesperase, y me tiré al lago.

- ¡El agua está genial! - me acerqué a él, salpicándole en la cara.
- ¡¿Cómo te atreves?! - gritó efurecido e intentó agarrarme, pero le esquivé sin dificultad.

Estuvimos jugando un rato. A Katsuki le costaba atraparme, en el agua yo me movía mejor que él. Finalmente, le apresé colocando mis piernas alrededor de sus caderas y rodeando su cuello con mis brazos. Le besé con ternura.

- Ah, por cierto. Mira - cogí su muñeca, dejando la palma de su mano hacia arriba.

Me observó con curiosidad, mientras creaba en su mano un dragón de agua, el mismo que había hecho en nuestro primer entrenamiento.

Hazme explotar (Katsuki Bakugou y tú )Onde as histórias ganham vida. Descobre agora