Hace mil años: parte final

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Las caras de todos los presentes no auguraban nada bueno. Había escuchado demasiado y aunque podía visualizar todas las piezas que se habían presentado ante mí, no lograba colocarlas para ver una imagen clara de lo que estaba ocurriendo. ¿Un poder inmenso? ¿Protegerme de mí misma? ¿Y a cuánta gente pensaba salvar?

En seguida me acerqué a mi padre con paso decidido y lo miré a los ojos. Yo tenía un poder que no sabía manejar muy bien, pero sabía cómo usarlo para sonsacar de él lo que necesitara.

—Hija, no será necesario— interrumpió mi padre tomándome de los hombros. — Te lo explicaré todo.

Con una mano hizo una seña para invitarme a tomar asiento. Siempre que hacía eso era porque estaba a punto de decirme algo que no era fácil de digerir.

— Cassiopea, — Liula trató de apaciguarme, pero nada más lejos de la realidad. Aunque por fuera parecía estar serena esperando una respuesta, por dentro me sentía como en una feria de las emociones. —No nos juzgues. Hemos sopesado todas las posibilidades y hemos llegado a esta decisión con unanimidad. Somos el consejo supremo planetario. Creo que sabemos lo que hacemos.

Volví a clavar la vista en mi padre, que se secaba el sudor con un pulcro pañuelo blanco. Otra señal de que estaba nervioso.

— Viajaréis veinte personas, entre ellos, tú y Besnik, con los humanos.

— ¿Sólo veinte? ¿En todo el planeta, veinte? No... no, no, no... ¿Estáis locos? ¿Acaso no escuchasteis que hay espacio de sobra? ¿Cómo habéis podido hacer una selección de veinte personas?

—Por favor, Cassiopea, piensa en las consecuencias desastrosas de llevar a demasiada gente en la nave. Pasarán generaciones y los descendientes acabarán haciéndose demasiado numerosos, agotando los víveres y el espacio limitado.

— ¿Descendientes? ¿Qué estás diciendo, padre?

— Cassie, Sutyep es un planeta que se encuentra a más de veinte años luz del nuestro, ¿cuánto crees que vais a tardar? Ninguno de los que emprenderá el viaje desde aquí llegará al destino...

—Espera, a ver si lo he entendido bien. ¿Me estás condenando a vivir en una nave con... ellos hasta que muera?— señalé a los aliens. No pretendí ser ofensiva, pero en aquel momento me importaba poco lo que ellos pensaran.

—No es una condena, hija, es una renovación.

—Me niego. ¡NO! ¡¡ME NIEGO EN ROTUNDO!!

— No tienes elección, Cassiopea— la voz de Liula esta vez fue autoritaria. — Es tu obligación como habitante de nuestro planeta perpetuar nuestra especie en un lugar a salvo, no sólo de los rayos gamma, sino de nuestra propia corrupción. Los seleccionados son jóvenes en edad fértil con un gran currículo e importantes talentos que deben permanecer en los descendientes.

— ¿Y qué va a pasar con vosotros?— esta vez mi mirada se desvió a la de mi padre, que tenía los ojos anegados en lágrimas. Era la primera vez que le veía llorar.

— Haremos lo que podamos— murmuró.

Mi corazón se rompió en mil pedazos, no sólo por lo que mi padre había hecho por mí, sino por lo mal que le había estado juzgando toda mi vida. Me dejé llevar por el impulso y le abracé. No quería dejarle, pero aquella decisión se había tomado por mí, como todo en mi vida.

***

Un par de días fue necesario para preparar todo. Besnik también había resultado seleccionado y otras nueve parejas más fuimos los únicos habitantes de nuestro planeta que abordaron la nave en compañía de Styan y Ben y el resto de su tripulación. No me despedí de nadie. No podía soportarlo. ¿Quién moriría antes? ¿Ellos o yo? La cuestión era que no volvería a verles. Pronto dejarían de formar parte de mi vida. Sin embargo yo era más fuerte que todo eso. Me sacrificaría por un bien mayor. Toda mi vida. Todos mis planes. Mis amigos. Mi futuro. Todo limitado ahora por una nave. La que se convertiría en mi "hogar" y el de mis descendientes, durante muchas generaciones.

Para evitar el pánico mundial, la nave alienígena no aterrizó en nuestro planeta. Permaneció en órbita escondida detrás de uno de nuestros satélites naturales. Seríamos nosotros quienes iríamos hasta allí.

La cápsula de los aliens estaba destruida, así que fuimos lanzados al espacio con nuestra propia tecnología. Una nave impulsada por turbo reactores algo precaria, pero serviría para llegar a nuestro destino: La nave de los humanos que nos esperaba en la órbita de nuestro satélite natural. Además, un aprovisionamiento descomunal de Erangule fue lanzado en otra nave para ser almacenado y transportado con nosotros.

La nave alienígena poseía, lo que ellos llamaban, un motor de anti-materia, en el que usaban materia con carga negativa y positiva, que al unirlos, causaban una explosión de energía descomunal, llevándonos a alcanzar un diez por ciento de la velocidad de la luz, o incluso más. Jamás hubiera soñado con que existiera este tipo de tecnología. Tenía mucho que aprender de ellos.

—¿Cómo es posible que tu gran amor sea una de nosotros?— le pregunté aprovechando un momento de calma, mientras observábamos nuestro planeta alejándose a través de una escotilla. — Llevo dándole vueltas desde que me lo dijiste, pero no lo entiendo.

Styan sonrió con benevolencia y tomando aire se acomodó en su asiento.

—¿Alguna vez te has preguntado qué hay al otro lado de un agujero de gusano?

—Por supuesto... pero averiguarlo y sobrevivir es algo físicamente imposible.

—A menos que conozcas a las personas adecuadas con los dones adecuados.

—Creo que no lo entiendo —musité desconcertada.

—Llegar aquí no ha sido algo fácil y, por un momento, pensábamos que no sobreviviríamos, sin embargo, aquí estamos, tal y como debía ocurrir... —se quedó unos instantes pensativo y se rió negando con la cabeza, como si se hubiera dado cuenta de algo. —Todo comenzó con un sueño sobre mariposas y al final resulta que nosotros somos las mariposas, que regresarán a su hogar a través de las generaciones.

—¿Con un sueño sobre... mariposas? —pregunté, si cabe, más confusa que antes. —Dices cosas extrañas, Styan.

—Ya... creo que tratar de explicarlo es difícil. Básicamente hemos retrocedido mil años en el tiempo y viajado a veinte años luz para poder salvaros y que lleguéis a la Tierra de modo que podamos convivir de nuevo y así poder conocer a mi amada esposa.— Su mirada se oscureció de tristeza.

—¿Habéis viajado en el tiempo al atravesar un agujero de gusano? —exclamé alarmada.

—Así es. Sin embargo no es algo que se pueda hacer sin la ayuda adecuada. Ya te lo explicaré más tranquilamente —sonrió triste.

—Pero entonces, si tu amor se quedó en tu planeta y tú tienes que viajar aquí, ¿Cómo os vais a encontrar de nuevo si...?— yo misma me respondí a mi estúpida pregunta que no seguí formulando al ver la tristeza en sus ojos. No iban a volver a verse por salvarnos a nosotros.

— Lo ignoro, pero no pierdo la esperanza. Cuando uno se relaciona con manipuladores del tiempo y el espacio, nunca se sabe lo que puede pasar...

No sabía a qué se refería con manipuladores del tiempo y el espacio, pero su actitud me gustó. Ese Styan era un tipo interesante.

Llegamos a la nave humana. Era gigantesca. Tenía varios kilómetros de longitud, era una especie de arca de supervivencia en la que había varios andares de agricultura y ganadería, donde proveerían para el alimento, un circuito de condensación de vapor por cambios de temperatura para conseguir agua, otros andares dedicados a la industria, la enseñanza, la sanidad y, por supuesto, mi favorito, el I+D. Tal vez vivir allí no sería tan difícil como esperaba.

La tripulación de humanos constaba de 25 personas, 14 mujeres y 11 hombres, y una interfaz de inteligencia artificial cuidaría de nosotros. Era un sueño hecho realidad, un regalo del futuro. Aunque no podía dejar de pensar en mi padre y todo lo que dejaba atrás. Tomé aire afligida y lo expulsé lentamente. Si el futuro de mi pueblo estaba en mis manos, no permitiría que se repitieran los mismos errores. Enseñaría a mis descendientes los principios básicos para construir la sociedad perfecta: honradez, empatía, paciencia y respeto. Centraría mis enseñanzas en la inteligencia y el equilibrio... Lo que me llevó a pensar... ¿Descendencia? Me ruboricé ante la idea de tener hijos con alguien de aquella nave. No me habían dado muchas opciones, pero, por supuesto, la elección sería mía. Y si a mi padre o al consejo no le gustaba mi elección, ya podían venir a pedirme cuentas. Por primera vez, sería yo, y nadie más, quien decidiera por mí misma.

Engel 2 // Hace mil años/POV DarehDonde viven las historias. Descúbrelo ahora