III

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Y allí estaba, a punto de salvar el mundo.
Llegó a una intersección en los pasadizos y dobló a la derecha sin dudarlo. Había pasado toda la tarde anterior memorizando el intrincado mapa de túneles que se extendía bajo el castillo real. Era un verdadero laberinto, y lo último que quería era acabar perdida allí abajo.
Izquierda. Derecha. Derecha. Izquierda. Con cada curva iba aumentando la velocidad de sus pasos, y los pasillos se hacían cada vez más oscuros. Dobló a la derecha una última vez y se encontró frente a frente con Nia.
La mujer vestía una capa oscura idéntica a la suya y no perdió tiempo en saludarla, simplemente le sonrió ligeramente y le hizo un gesto para que la siguiera.
A diferencia de los suyos, los pasos de Nia no hacían ningún ruido. Sara le había preguntado en muchas ocasiones como lo hacía, pero ella se había limitado a dedicarle su característica media sonrisa y no contestar.
Bajaron por unas eternas escaleras que parecían llegar hasta el mismísimo centro de la tierra. La oscuridad era total, y Sara tenía que palpar con anticipación cada uno de los irregulares escalones antes de dar un paso.
Después de lo que parecieron horas, llegaron a la base de la escalera. Allí, había una imponente puerta de varios metros de alto, que Nia abrió sin ceremonias.

La elegidaWhere stories live. Discover now