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El "tirano" se levantó de su posición de rodillas con ayuda del altar y estiró su espalda. A la chica le había tomado tanto tiempo llegar, que casi había temido tornarse en piedra durante la espera. Tendría que recordar poner un pasadizo secreto directo la próxima vez.
Se volvió hacia la puerta y chasqueó los dedos en dirección al techo. Inmediatamente, la habitación se llenó de luz.
En realidad no había ninguna necesidad de hacer el ritual a oscuras, pero le gustaba el efecto dramático que creaba.
—Creí que esta nunca estaría lista, nunca había visto a alguien con tan mala coordinación —comentó Nia, que se había acercado hasta él y miraba con desprecio a la chica muerta en medio del suelo.
La sangre aún brotaba de su rostro, expandiéndose lentamente y llenando las pequeñas fisuras en la piedra, revelando la intrincada combinación de líneas y símbolos que cubría el suelo.
—Deberías mostrar más respeto por quienes mantienen a los dioses contentos —la reprendió él, pero no pudo contener una sonrisa.
Nia resopló.
—Eso por no mencionar como te miraba, seriamente, Aiden, entiendo que la sexualidad sea parte de tu plan para atraer jóvenes inocentes, pero deberías recordar que yo estaba justo ahí.
Esta vez, él se rio abiertamente y paso un brazo por el hombro de Nia para acercarla hacia sí.
Se quedaron mirando como la sangre se movía por el suelo, impulsada por el ritual que la chica había realizado sin siquiera saberlo. Podrían pasar horas hasta que se detuviera, y solo entonces sabrían si el sacrificio había sido aceptado o no. Los dioses aceptaban solo a quienes realizaban el baile correctamente. Era su forma de asegurarse que los sacrificios fueran voluntarios.
Si no lo aceptaban, tendrían que comenzar con todo ese teatro de nuevo para conseguir un sacrificio viable antes del solsticio: abrir un portal a la tierra, atraer a un humano menor a veinte años, hacerlo creer que podía hacer magia...
El sonido de pasos lo saco de sus pensamientos y una figura entro a la ahora bien iluminada habitación. Se trataba de una mujer menuda y de rasgos finos, de apariencia tan delicada que daba la impresión de que una ráfaga de viento podría romperla.
Aiden sabia, por supuesto, que nada estaba más lejos de la verdad.
La mujer caminó directamente hacia la pareja.
—¿Como lo hizo? —le preguntó a Nia.
Ella se encogió de hombros.
—Es difícil saberlo. La mayoría de los movimientos estuvieron bien, pero vacilo un poco hacia el final. Con algo de suerte la aceptaran.
La maga asintió y se paró al otro lado de Aiden.
—Si no es aceptada, tendrán que buscar a alguien más para el siguiente. Yo ya estoy muy mayor para pasarme los días escondida detrás de árboles haciendo creer a jovencitas terrícolas que pueden hacer magia. —El tono de ella era de ligero reproche, y Aiden sabía que era porque extrañaba los tiempos en donde los jóvenes se sacrificaban voluntariamente para aplacar a los dioses.
Pero esos tiempos habían acabado hacía mucho.
Cuando los jóvenes habían dejado de ofrecerse voluntarios, los reyes habían tenido que hacer uso de su creatividad para conseguir sacrificios viables y evitar que todo el reino fuera azotado por sequías, enfermedades, y tornados provocados por la ira de los dioses. Al comienzo habían intentado dar incentivos económicos a las familias de quienes decidían sacrificarse, pero el pueblo rápidamente se había revelado ante la idea.
Luego, habían tornado su atención hacia el mundo de la tierra. Después de un par de intentos por obligar a los jóvenes a aprender el ritual a base de amenazas, Aiden había conseguido encontrar la manera de engatusarlos para que lo hicieran todo voluntariamente. Era trabajoso, especialmente para Nia, que debía hacer de niñera durante todo el proceso, pero funcionaba casi siempre.
Se mantuvieron así, en silencio, por varios minutos, hasta que la sangre comenzó a volverse de un tono azul, primero oscuro y luego brillante. Aiden dejo salir el aire que había estado conteniendo, y Nia se apoyó en su hombro como si ya no pudiera mantenerse en pie por sí misma.
Los tres salieron de la habitación, sintiendo como un peso se levantaba de sus hombros. Con el sacrificio aceptado, no tendrían que volver a repetir ese teatro hasta dentro de un año más.

La elegidaWhere stories live. Discover now