sesenta y siete.

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Megan estaba inclinada, atando los cordones de sus zapatos con una mueca que irradiaba intranquilidad adherida al rostro. Sus manos frágiles se encontraban en un color rojizo por demasiados intentos fallidos. Me cercioré que no se me fugue alguna carcajada fuera de mis labios para no originar una discusión, pero fui lo suficientemente osado como para cruzar la habitación y tomar asiento a su lado, analizando sus gruñidos fundidos en su boca.

- ¿Qué ocurre, bebé? -le pregunté finalmente, acariciando su cabello recorriendo su espalda.

Levantó la mirada y dejó de zarandear los zapatos, hundiéndose de hombros con pereza.

-No me entran. Maldición, ni siquiera yo sé mi talla-se quejó en un graznido, observando sus manos apretujadas y se fijó con más notoriedad en sus nudillos blancos por la fuerza ejercida en los actos posteriores.

Sonreí, jugando con su cabello húmedo y lo dejé para alcanzar su mano izquierda delicadamente, calmando su estado bajo. Ella echó la cabeza hacia atrás, dejándose atrapar la mano sin ofrecer mucha importancia a mis acciones.

-Estarás bien-le aseguré, agarrando sus dedos largos suavemente.

-Ya, claro-ella dijo utilizando sarcasmo difundido en defensa entre sus palabras-. Mi dinero no está bien.

Me acerqué más para besar su cabello y me reí sobre éste. A pesar de que el comportamiento de Megan pareciera irritable, a mí me gustaba formar parte de esos momentos. Ella volteó su cabeza para juntar nuestros cálidos labios, abandonando una sensación de felicidad llena en mi interior.

Estábamos cerca de ir a una cena que mi madre me había invitado debido a que ella se regaló unas cortas vacaciones para recorrer Italia. Le pedí a Megan ser mi compañera al igual como lo hacía siempre. Ella al principio no le pareció una idea correcta, pero terminó dudando y al final aceptando en dudas.

-Ya estoy listo-le avisé, casi burlándome de ella.

Su risa falsa ocasionó que mi orgullo se levantara con vigor. Sobre la cama, estaba su abrigo pulcro y Megan se lo puso por encima, metiendo sus brazos en las partes correctas. Me lanzó una mirada penetrante mientras avanzaba hacia mí y yo sonreí torpemente hasta que su cartera golpeó mi estómago con fuerza, originando una impresión de piernas flanqueantes por el largo camino que nos esperaba.

-Deja de burlarte de mí-ella me ordenó, ahora sus pies vestían otra clase de zapatos.

Acaricié blandamente mi estómago, recordando el efecto de su batalla contra mi débil parte.

-No tenías que golpearme-ataqué.

Ella puso los ojos en blanco.

-No tenías que burlarte-gesticuló pesadamente, contraatacándome.

Expulsé aire y me hice cargo de su mano, organizando mi cabello con la de sobra. Me aferré a su cuerpo antes de bajar del auto hacia la casa vintage y pisamos el macadán negro que cubría los suelos de afuera. Ella sacudió su brazo en el momento que entornaba sus ojos para que la suelte, ampliando los mismos con desorientación.

Carraspeé. -Lo siento.

Ladeó la cabeza, interrumpiendo la larga disculpa que tenía planeada.

-Ya no importa, Harry.

Nos adentramos a la casa, entregando la invitación con líneas doradas adornando los extremos. Estudié con determinación cada parte de la casa, mis ojos hacían un detenido periplo al igual que los cerúleos de Megan. Ella apretó mi mano en confortación y su barbilla tocó mi hombro desde la parte de atrás, aún apropiándose de mi mano. No me podía sentir mejor si Megan me esbozaba una de sus plácidas sonrisas cuando percibía la señal del vahído apoderarse de mí.

- ¡Oh! ¿Harry Styles, cierto? Esperaba que vinieras-la exclamación rasposa, pero elegante de un señor resonó en mis oídos por un preciso tiempo.

El primer pensamiento que me llegó a la cabeza acerca de él fue sobre el jefe de mi madre. Acepté su mano con gusto, mirando su esmoquin y su bigote grisáceo, igual que su cabello canoso, pero todo aquello se escaneaba refinado. Una copa de vino descansaba en su veterana mano.

-¿Usted es Mark , cierto? -imité su tono al indagar.

-Claro que sí, joven-él permaneció relajado al hablar y captó a Megan adueñándose de mi brazo. Reanudó la conversación-. ¿Y usted es su novia?

Ella parecía muy distraída en el tiempo que respondía.

-Soy su exnovia, señor. Por cierto, es un gusto en conocerle-ella expresó, pisando discretamente mi pie.

A pesar de que Mark seguramente se encontraba incómodo, nos emitió otra de sus extensas curvas de labios.

-Es un gusto de la misma forma, señorita-señaló tan alegre como si formáramos parte de su antigua amistad que recién tenía el tiempo de reencontrarse. Minutos después de silencio sepulcral, añadió-: Me iré para recibir a los otros invitados.

Su silueta de espalda llana desapareció por el medio de las personas que se movían con lentitud en la pista. Me volví en dirección a Megan, quien estaba completamente pacífica, respirando el aire gélido. Arrugué mis facciones para brindarle el conocimiento de mi molestia.

-¿Por qué le has dicho que eres mi exnovia?-le reclamé, cruzándome de brazos.

Ella abrió los labios para contestar, tocando su garganta con sensibilidad.

-Somos exnovios-replicó, manteniéndose firme.

Negué con la cabeza, pero antes de que pudiera discutir y formar un altercado, un joven se detuvo delante de nosotros. Le miré con el ceño fruncido mientras él se veía con una apariencia jovial a juzgar por cómo atravesaba sus manos por su cabello bien organizado. Él nos repartió una ojeada apacible, publicando una sonrisa carente de diversión.

-Buenas noches-nos saludó cordialmente, logrando que me sienta amenazado desde entonces-. Me he fijado en su hermana durante su llegada y no he podido dejar de observarla-él enfatizó y se dirigió a Megan-. Espero que no le moleste pero, ¿podría bailar conmigo?

Ella se removió con desasosiego unos segundos, todavía arrimada a mi brazo. Yo en cambio, estaba pasmado por su atrevimiento, abriendo las fosas nasales por mi rauda respiración.

-Oh, claro que puedo bailar contigo-Megan cedió, haciendo un camino hasta él.

Discerní que Megan lo estaba haciendo para mofarse de mí. Descifraba su rostro contraído y regocijado en esa chispa de humor para dedicarme un temperamento más desagradable del que ya me hallaba.

Me fui en destino hacia el hombre en el tiempo que tiraba del brazo de Megan, sintiéndome envuelto en disgusto.

-Búscate una novia-le aconsejé, escuchando la risa ligera de Megan cercana a mi oído.

Holaa<3 ¿Saben que mi nuevo de profesor de matemáticas se llama Hitler?

Entonces, graaacias por leer. Ustedes son lo mejor, en serio<3 muchísimas, muchísimas gracias por leer. Siempre les estaré eternamente agradecida. Las amo<3

ask ✖ h.sWhere stories live. Discover now