Capítulo 10.

559 98 32
                                    

Capítulo 10.

Elizabeth

Desperté con los primeros rayos de sol, ni siquiera veía el interior de la habitación aún. Parecía ser de madera, típica cabaña de bosque que usan los cazadores.

Había otra cama a mi lado, mis ojos se entrecerraron para intentar captar mejor la luz y poder llegar a ver la estancia, pero en esa cama no había nadie, en lugar de estar ahí, estaba durmiendo al otro lado de mi cama, en un sillón que no parecía ser nada cómodo.

- Dave. - dije en susurros. - Dave, vete a la cama.

Pero Dave ni se movió ni dio señales de haberme escuchado. Estaba bien dormido, por lo que me levanté intentando no hacer ruido y fui en busca del baño. Tan solo había una puerta en la cabaña, a parte de la de la calle claro, por lo que decidí probar suerte y la abrí muy despacio. Aún así, la puerta chirrió como un gato herido.

Me quedé paralizada esperando oír algo que me indicase que había despertado a Dave, pero este seguía como un tronco. Por lo que pasé al baño e intenté lavarme un poco. No sabía que había pasado con mis cosas, por lo que mi neceser también andaba perdido. Al final hice lo que pude y salí al dormitorio.

Dave seguía en la misma posición, abrazándose los brazos en señal de que tenía frío, por lo que cogí una manta de un pequeño armario y se la eché por encima. Después, salí a investigar fuera de la cabaña.

La luz ya era más clara, así que todo se veía perfectamente. Estábamos en una especie de comuna, llena de cabañas como de la que acababa de salir. Los altos árboles ocultaban las cabañas, las cual se camuflaban perfectamente con el entorno. Miraras donde miraras, veías cabañas ocultas entre varios pinos o cubiertas de helechos enormes.

Justo enfrente de nuestra cabaña, como a unos diez metros, había una casa exactamente igual que la nuestra, pero como el doble de grande. En la puerta rezaba el nombre de COMEDOR, por lo que esa sería la cabaña donde todos se reunían tanto para comer como para cualquier reunión, ya que no había ninguna otra tan grande donde pudieran coger todos.

Bordeé el comedor, pasando por encima de helechos y otras clase de plantas, en busca de algo que pareciese un camino por el que ir dando un paseo. Todo este paisaje era tan diferente a lo que conocía, que mi cara parecía brillar mirando cada hoja, cada árbol o cada piedra que me encontraba. Todo era nuevo para mí, todo era magnífico y a la vez, enorme. Hasta los olores eran diferentes, nunca había olido así en el orfanato.

Ya era algo a lo que me había dado cuenta anoche, ese olor a sal mezclado con tierra húmeda y pinos. Intenté seguir ese olor, y cuanto más avanzaba, más olía como a sal. A los pocos minutos encontré un pequeño y estrecho camino, perfecto para no perderme, y al cabo de unos diez minutos de paseo, algo más se unió a ese olor, y fue un sonido como de agua chocando. Al principio solo era algo que se oía de fondo, pero según me acercaba, el sonido cada vez se iba haciendo más y más fuerte.

Entonces subí una pequeña cuesta y cuando llegué arriba, pude verlo al fondo, cuando ya no había bosque, un fondo azul precioso terminaba el paisaje.

Empecé a andar más rápido, casi a correr mejor dicho, hasta que el último árbol se puso a mi lado y la tierra oscura del suelo cambió por una arena tan clara que casi parecía blanca.

Caí de rodillas a la arena, acariciándola con mi mano mientras furtivas lágrimas me caían por la mejilla. No me lo podía creer, esto era mucho más hermoso de lo que había visto en fotografías o leído en libros. Era una pequeña playa, rodeada de bosque y rocas, y justo en el centro, la arena fría y clara te indicaba el camino hacía el mar, un mar algo picado de oleaje, que chocaban sus aguas contra las rocas de los laterales, formando una extensa capa de espuma blanca y provocando un ruido que retumbaba en el pecho.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Aug 17, 2020 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Secretos del cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora