Capitulo. 1 | Arrogancia, Maldad y Peligro.

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Audrey White.  

Lo primero que noté al despertar fue el terrible reflejo del dominante sol de septiembre sobre mis ojos, lo que solo causó el despertar de un terrible dolor de cabeza. Me levanté de la cama con pereza frotando mis sienes, cerré con fuerza las cortinas  y volviendo a sentarme nuevamente en el suave colchón de agua pasé ambas manos por mi rostro acariciándolo con sensibilidad tratando de aplacar el insoportable dolor de cabeza que vulneraba mi cabeza.

Sospechaba de las posibles razones por las que mi cabeza parecía explotar,  tal vez se debía a los pequeños golpes contra la puerta del baño de chicas junto a las burlas, o quizás algún efecto secundario de la cocaína que había consumido esa noche para tratar de olvidar el dolor corporal. Me arrodillé en el suelo para sacar la pequeña cajita de debajo de la cama, está estaba entre abierta logrando que de mis labios se escaparan algunas maldiciones al extraer el último pequeño sobrecito de polvo blanco que quedaba, y ya no tenía absolutamente nada.

Joder ¡Piensa, Audrey, piensa!

Repetí una y otra vez en mi cabeza con frustración. Intentaba buscar una solución rápida, pero el irritante dolor de cabeza no me lo permitía del todo. 

Me levanté del suelo con rapidez, luego de sacudir mis rodillas baje las escaleras sin freno en  busca de las llaves de mi auto, de paso observé un colorido y pequeño plato tapado encima de la mesa y suponiendo que tal vez era mi desayuno dejado por alguna trabajadora de las tantas que mi familia empleaba continué mi paso con desesperación hacia mi auto.

Lamborghini Centenario era el brillante automóvil que esperaba por mí aparcado en una de las frecuentes instalaciones.  A pesar de que era un auto propulsado por un motor V12 de 6.5 litros para un total de 759 caballos de fuerza, fue uno de los autos menos usados por mi familia, excepto por mí.

Entré al auto, lo encendí y empece a conducir hacía el dealer, llegué en menos tiempo del que había imaginado y tomando mi teléfono me encaminé hacia el interior del gran edificio donde siempre solía comprar las pequeñas cantidades de droga.

Claro, según el tipo que proveía la droga al amigo que me la vendía, era demasiado joven para drogarme, aunque para él no era un inconveniente venderme siempre y cuando ganara dinero.

Pero lo que él, y nadie entendía, es que ese era mi pequeño escape de la realidad, que cuando estaba fuera de este mundo, sentía mi soledad y todos mis problemas desaparecer.

Opté subir por el ascensor presionando el piso siete, para luego dirigirme directamente a la puerta con el número 345 en ella.

—Audrey ¿Ya se te acabo la mercancía? —Cuestionó Michael al abrir la puerta y encontrarme allí de pie, toda haraposa, con un atuendo feúcho y desgastado, el cabello desaliñado y las notorias ojeras que resaltaban en todo mi rostro.

Casi nunca me preocupaba por mi apariencia, y ese día también tuve aquella misma regularidad.

Los ojos café de Michael me miraban de forma comprensiva, él incursionó en el mundo de las drogas desde pequeño, pero desgraciadamente nunca se pudo hacer algo para ayudarle. A pesar de no ser tan alto, me llevaba algunas cabezas, sus ojos eran alegres, divertidos y simpáticos, su tez era áspera destacando aún más su lado masculino, su cabello negro azabache casi siempre estaba despeinado, y esa vez tampoco fue la excepción.

Claro que a pesar de que llevaba mucho más que yo en ello, era bastante sociable, si personas con las que se juntaba desconocían o no su vida de dealer y drogadicto, esa era una información que desconocía.

Al orientarme hacia la sala pude observar a un joven sentado en el sofá, aparentemente mucho más alto que Michael y yo, midiendo eso de un metro noventa, sus ojos verdes no se encontraban rojizos, lo que me dejaba saber que no estaba consumiendo.

Enamorada Del Peligro {Libro 1}Where stories live. Discover now