Final: El fuego también es luz

12 2 0
                                    

Las lágrimas de dolor y frustración salían a borbotones de mis ojos, helando mi cara al ser golpeada por el viento mientras seguía pedaleando

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Las lágrimas de dolor y frustración salían a borbotones de mis ojos, helando mi cara al ser golpeada por el viento mientras seguía pedaleando. Odiaba al tío Brandon con todo mi corazón, ¿cómo había sido capaz de hacer semejante atrocidad, de obligarme a hacer cosas que no quería? Cuando supe que estaba a punto de llegar a mi destino me detuve y llamé a mi tía.

¿Danielle? Hola, ¿estás bien? — inquirió cuando tomó la llamada.

—Sí, tía, ¿cómo estás? ¿te encuentras en casa? — dije tratando de sonar lo más normal.

Estoy en casa de Michelle, ¿por qué?

—Oh, es cierto, es sábado. —fingí sorpresa— quería que me ayudaras a algo, pero no te preocupes, ya será otro día.

Eh,umm, okay.¿Segura que está todo bien? — se escuchaba muy confundida por su puesto, porque no la buscaría cuando ya es de noche.

—Sí, tía, no te preocupes, todo bien. Hasta luego.

Una vez que llegué a la casa de tía Adela me dirigí hasta la pequeña bodega que tenían en el jardín trasero y tomé el garrafón de combustible que guardaba por precaución el tío Brandon. Entonces me dirigí a la puerta principal y rebusqué las llaves para abrir, sabía que las guardaba en una maceta, aunque no específicamente en cuál, hasta que ¡eureka! La hallé.

Subí las escaleras sigilosamente para no hacer ruido hasta dar con el cuarto de mi tía, afortunadamente la puerta estaba abierta. Divisé a la enorme bestia que yacía tirada sobre la cama. ¡Dios, roncaba como un oso! Me introduje lentamente, destapé el combustible y comencé a rosear la cama y el cuerpo del tío Brandon. Estaba tan borracho que ni si quiera se percataba de nada. Como todos los sábados, él se iba de fiesta desde temprano, y volvía a casa ahogado en alcohol. Solía pegarle a la tía Adela cuando se encontraba en ese estado, por eso Michelle, su mejor amiga, le pidió que se quedase con ella y su familia todos los sábados, así ambos se divertían. Mi tío en su borrachera y mi tía cenando con una familia de verdad. Pobre de la tía, no pudo tener hijos, aunque, por una parte, lo agradecía mucho pues, de lo contrario, habrían sufrido igual que ella, igual que yo. Mamá le pidió muchas veces que lo dejara, pero por alguna razón ella se empeñaba en permanecer a su lado. Tal vez temía quedarse sola para siempre.

Era suficiente con que él desapareciera, porque él fue quien había creado a ese estúpido monstruo que me atormentaba. No fue hasta que caminé por los pasillos que me dí cuenta de que en realidad cada rincón de la casa me traía recuerdos, recuerdos que debían convertirse en cenizas, así que decidí terminar con todo de una vez por todas. Debo confesar que sentí miedo al ver la velocidad con la que el fuego devoraba todo a su paso, pero cuando salí, me sentí aliviada, por primera vez en un largo tiempo, sentí paz.

Me quedé en el jardín del frente, contemplando la luz de las llamas que crecían más y más. Ahora lo tenía todo claro; sólo la luz puede acabar con la oscuridad, y el fuego, además de dar calor, estaba dándome la luz que necesitaba para acabar con aquello que me martirizaba. Definitivamente había tomado una buena decisión.

Unos minutos después, cuando la mayoría de la casa ya era absorbida por el fuego, los vecinos de Tía Adela comenzaron a salir de sus casas. ¡Excelente! Ellos podrían apreciar la belleza de aquel fuego.

—¡Oh, no! Es Brandon, está ardiendo en llamas. — oí decir a un hombre. Miré en dirección de la ventana que daba al cuarto de mis tíos; era verdad, se podía ver una silueta que se movía de un lado a otro, retorciéndose en un intento fallido por deshacerse de las llamas. —Deprisa llamen a los bomberos. — esta vez me giré para ver al hombre. Se trataba de un anciano casi calvo. A su lado, una mujer más joven, quien supuse era su hija, sacó del bolsillo trasero de su pantalón un móvil. No, no podía permitir que arruinaran mi plan.

Corrí hacía ella e intenté arrebatarle el teléfono, pero ella me lo impidió y comenzamos a forcejear. Unos segundos después alguien me tomó de los brazos.

—Suéltame, por favor. Ella debe desaparecer, la sombra debe irse, tiene que dejarme en paz. —chillé mientras trataba de huir de su agarre, pero era más fuerte que yo. Entonces comencé a llorar, una vez que estuve un poco más tranquila me soltó, lo único que hice fue sentarme en la banqueta abrazando mis rodillas hasta que vi a la tía Adela llegar entre la multitud de gente que ya había. Ni si quiera me había percatado del momento en que llegaron, ni del sonido de las sirenas alarmantes del carro de bomberos, o de sus horribles luces rojas como la sangre.

—Danielle—me llamó mi tía, a su lado estaba Michelle igual de preocupada ante tal escena. —Por Dios santo, aquí estás, ¿Qué ha pasado? ¿Te encuentras bien?

—El fuego, tía, el fuego también es luz. — divisé hacia la casa en llamas. Al fin todo había acabado.

—¿Qué? ¿De qué hablas? — me cuestionó, obligándome a mirarla a los ojos.

—Él era la sombra, tía. Él merecía morir.

Mi tía Adela se llevó las manos a la cabeza de forma desesperada, entonces divisé a las lagrimas salir a borbotones. Mientras que Michelle se llevaba las manos a la boca como si hubiera visto a un muerto.

—Estás loca, Danielle. ¡Tú eres el monstruo!

El recuerdo de Danielle ©Where stories live. Discover now