66. Sacrificio

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El aire frío que la recibió al salir del cuartel la hizo estremecerse, o tal vez fue la adrenalina que se estaba aferrando a su cuerpo; no lo supo

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El aire frío que la recibió al salir del cuartel la hizo estremecerse, o tal vez fue la adrenalina que se estaba aferrando a su cuerpo; no lo supo.

Solo agarró con fuerza y aspereza su varita mientras que con la otra mano se acomodaba el abrigo que traía puesto. Ella nunca había estado en la casa de los Bane, jamás había sido invitada, pero sabía dónde era por Ron, que constantemente iba a cenar o incluso dormir ahí antes de que todos los ataques sucedieran.

Cerró los ojos e hizo su mejor esfuerzo por concentrarse en la dirección, esperando que el que nunca hubiera estado ahí no fuera un factor tan influyente.

Sintió el conocido revoltijo que la hizo casi querer vomitar, pero se controló y luego sus pies cayeron en el piso sólido. Abrió los ojos y se recargó con rapidez en la pared que tenía a su lado. Retomó fuerzas y empezó a caminar.

Era una hacienda enorme. Paredes altísimas rodeaban el lugar y los arbustos parecían casi tenebrosos a esas horas de la madrugada. Rodeó el lugar hasta que se encontró en la verja que daba entrada a la mansión, y desde ahí observó el interior.

Nunca había ido a la Mansión Malfoy tampoco, pero en los libros de Historia habían algunas fotografías, y a pesar de que el tamaño no se asemejaba para nada, tenía casi el mismo diseño.

Y con diseño se refería a que parecía que no había vida ahí dentro.

Habían algunas flores y tenían un bello jardín, por supuesto, así como algunas fuentes... Pero el cielo nublado y el color opaco de las paredes de la mansión le quitaban atención a los demás.

Se detuvo frente a la reja y pensó en lo que debería hacer. No había manera de entrar apareciendo, eso era seguro, y tampoco podía saltar las bardas... La única entrada era literalmente esa reja. Tenía que arreglárselas para entrar, y los mismos Bane tenían que darle el paso.

¿Pero qué excusa funcionaría en un horario como ese?

Se llevó la mano a la cabeza mientras pensaba, exigente. Todos estaban haciendo una parte, dondequiera que estuvieran, ella debía hacer lo mismo.

Se mordió el labio hasta que se sacó sangre y soltó un chillido.

No lo pensó más y se acercó a la reja, alzó su varita y envió una vibración mágica. Y esperó.

Pasó aproximadamente un minuto hasta que, muy a lo lejos, la enorme y vieja puerta de la mansión se abrió hasta dejar ver a una mujer de mediana edad parada en el umbral. Llevaba una bata de dormir y estaba somnolienta.

Desde los metros que los separaban, la miró fruncir el ceño y luego sacó su varita. Se la llevó a su oreja y le hizo un gesto a Hermione para que hiciera lo mismo.

Perdóname de mil maneras [1]Where stories live. Discover now