━━ epílogo

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Sus pies hacían eco en el húmedo suelo a medida que avanzaba

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Sus pies hacían eco en el húmedo suelo a medida que avanzaba. Llevaba puestas unas zapatillas de un tacón bajo, pero aún así el sonido retumbaba por las paredes del lugar.

Aunque eso era bueno, de hecho; le hacía olvidar dónde era que estaba.

Aún así, había una sensación que la tenía inquieta, sentía como si la estuvieran mirando por donde sea que pasara. Como si hubiera algún tipo de monstruo esperando a que bajara la guardia para poder atacar.

Tal vez eran los dementores, pero se sentía como algo más.

Ella siguió al guardia hasta que la llevó a uno de los últimos pasillos, y cuando estuvo frente a una celda de piedra viscosa y asquerosa, él se detuvo y entonces sacó su varita. Hizo varios encantamientos por al menos dos minutos, y luego un sonido les hizo saber a ambos que la puerta ya estaba abierta.

—Está encadenado —dijo el guardia, mirándola—. Si necesita ayuda, solo es cuestión de tocar la puerta, esta me enviará una advertencia y vendré enseguida.

Hermione asintió al hombre.

—Muy bien —dijo, y entonces respiró hondo antes de abrir la puerta. Ella caminó y se adentró a un pequeño tunel que apenas tenía luz, era estrecho y no olía nada bien.

Siguió avanzando y, cuando por fin empezó a ver una pequeña luz al final y llegó a ella, se encontró con la celda de la persona a quien había venido a visitar.

Lucius Malfoy estaba hecho un ovillo en la esquina de la celda. Tenía la ropa muy sucia y su cabello estaba hecho un desastre. Su mirada estaba perdida hacia el pequeño orificio que tenía el techo, donde apenas se podía ver el cielo y saber si era de día o de noche.

Casi sintió pena por él.

Ella al principio creyó que no la había escuchado entrar, pero entonces, mientras solo lo miraba, las comisuras de sus labios se elevaron levemente en una sonrisa.

—Hermione Granger en persona —dijo, y había un tono agrio con el que pronunciaba las palabras—. He estado esperando este momento durante años.

—¿Esperabas que viniera a visitarte? —preguntó con incredulidad. No hacía ni falta el hablarle con formalidad y respeto.

—Esperaba que él no tuviera la suficiente valentía para hacerlo y que tú lo hicieras en su lugar —contestó, ladeando un poco la cabeza pero aún sin mirarla.

Hermione le entrecerró los ojos. Dejó de mirarlo y observó a su alrededor. Había una camilla en la esquina, pero las colchas estaban sucias y no se veía nada cómoda. El suelo era el mismo que el de afuera, húmedo y asqueroso. Había un retrete en la esquina y una silla de madera justo detrás de ella.

Perdóname de mil maneras [1]Where stories live. Discover now