68. En su búsqueda

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—Te quiero —le dijo Hermione a Harry antes de salir de su habitación e ir a la suya propia

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—Te quiero —le dijo Hermione a Harry antes de salir de su habitación e ir a la suya propia.

Le dolía la cabeza todavía, había sido una noche bastante larga y movida que ahora lo único que su cuerpo necesitaba era un largo descanso.

Habría preferido quedarse a vigilar los pasillos para asegurarse que todo estuviera en orden, pero algo le decía que sus piernas no le responderían por mucho tiempo.

Para cuando pasaba arrastrando sus pies por uno de los pasillos que llevaban a la habitación que le habían asignado, observó la figura de Ron parada frente a un gran ventanal.

Hermione se odiaría a sí misma si no iba a su lado y se disculpaba por su mal comportamiento. Avanzó a paso lento y luego se detuvo junto a él, dándose cuenta que lo que Ron miraba era la sala donde encubaban a los recién nacidos.

Solo que el pelirrojo no observaba una cuna normal, sino un gran cilindro que se hallaba al final. Hermione nunca había visto algo igual y eso la hizo fruncir el ceño. Era prácticamente un útero materno, solo que las diferencias eran obvias y su alrededor era de cristal, dejando ver a la pequeña criatura que aún se mantenía dormida y que apenas se desarrollaba.

—¿Sabes cómo la vas a llamar? —preguntó Hermione luego de unos segundos.

Ron dio un pequeño salto, al parecer no había notado su presencia hasta ese momento. Giró su mirada hasta ella y fue entonces cuando Hermione pudo ver las enormes bolsas negras bajo sus ojos.

—No lo sé —murmuró él con voz ronca, se notaba que no había dormido ni siquiera un poco—. A Jennifer siempre le gustó el nombre Atenea porque así se llamaba su hermana. Supongo que será ese.

Hermione se mantuvo muy quieta, casi como si un balde de agua helada le hubiera caído encima. Sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral y siguió mirando a Ron, expectante.

—¿Jennifer tenía... una hermana?

Y al parecer se llamaba Atenea. El nombre que la madre adoptiva de Jennifer había estado repitiendo una y otra vez.

Ron asintió distraídamente.

—Murió cuando tenía nueve años —dijo—. Era su gemela. Hubo un derrumbe en su escuela muggle y ella ya no pudo salir con vida.

La morena se quedó sin habla por unos momentos, pensando. Eso explicaba por qué la mujer también había dicho que ya no había manera de recuperar a Atenea. Era porque había muerto hacía años. Y eso también le hizo entender el por qué se había mencionado algo sobre un «sacrificio tan grande como el de Harry Potter».

De alguna retorcida forma, se intentaba revivir a Atenea; si eso era lo que sus libros de necromancia le hacían en conclusión.

Por un segundo, consideró decírselo a Ron o al menos preguntarle para asegurarse si siquiera él lo sabía. Pero luego se detuvo. ¿Qué diferencia habría?

Perdóname de mil maneras [1]Where stories live. Discover now