Capítulo 35

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Agarró al gato peluchito y lo abrazó contra su pecho. Mientras pensamientos y pensamientos gritaban en su mente (Yo estoy enamorada de vos. Me hacés mal… Mientras que yo sienta amor por vos, no podemos ser amigos).

    Miró al gatito y dijo:

—No voy a perderlo. No quiero.


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    Sofía estaba sentada en el cordón de la vereda frente a su casa de la infancia. Eran vecinos y por eso se conocían desde pequeños. Pasaban todo el tiempo juntos, jugando, bromeando, él peleando con cualquiera que se metiera con ella. Eran grandes amigos. El que los inscribieran al mismo colegio en primaria y secundaria fue algo que les llenaba de alegría a ambos.

    Se acercó a ella y se sentó al lado. Sofía lo miró, pero no dijo nada por unos largos segundos.

—Ya falta poco para mí cumpleaños.

    Sofía estaba cerca de cumplir los dieciséis (en septiembre, como él), lo había invitado, por supuesto, y a todo tercero.

    Asintió con la cabeza y ella le preguntó:

—¿Vas a bailar conmigo, no?

—Claro —Se puso de pie y empezó a mover los pies raro. Sofía empezó a reír mientras le preguntaba qué hacía. —Tengo que practicar.

—Bueno, pero no me dejes afuera. —Se
puso de pie, se acercó a él y, agarrándolo de las manos, empezaron a bailar cumbia, cuarteto, reggeaton, todo mezclado. Estaban en la calle y algunos autos que pasaban les tocaban bocina.

    A carcajadas, volvieron a sentarse en el cordón de la vereda. Dejó que la respiración se calmara, y le preguntó:

—¿Hiciste la tarea de Matemática? El profesor es muy estricto.

    Una mano de Sofía se puso sobre la suya, que apoyaba en la vereda entre ellos. Pero se quedó simplemente callada, y lo miraba. Empezó a asustarse.

—Tato… Quiero hablarte de mi regalo. Ayer me preguntaste qué quería que me regalaras. Ya lo pensé. Ya sé lo que quiero. —Sacó la mano, pero no su mirada. —Un beso tuyo.

    No dijo nada. Aquello lo tomó de sorpresa, nunca se hubiera esperado lo que le estaba pidiendo.

—Porque estoy enamorada de vos.

    Tardó en reaccionar, pero cuando lo hizo, sólo pudo decir:

—Sofi…

—¿Solo vas a decir eso?

—Sofi, sos muy linda, pero…

—¡No, dejá! Mejor no digas nada. —En ese momento, quitó sus ojos de él y volteó a mirar al frente.

—Sofi.

    Ella volvió a mirarlo.

—¿Aún querés ese regalo?

   Ella dijo que sí, y él se lo dio. La mano de la chica tomó su cabeza y ella hizo el beso más largo. Él lo permitió. Algo sentía y no se quejaba.

     Desde ese día, otros besos no faltaron. Eran besos esporádicos, en la casa, a escondidas, en el colegio. Él se sentía bien con eso y además notaba a Sofía feliz.

    Estaba pensando en decirle que le gustaba. Pero dudaba, y no lo hacía. Algo lo tenía confundido. O no se animaba. No sabía.

   Aunque de un momento a otro, un día, ya no era como antes y los besos se fueron haciendo cada vez menos hasta finalmente desaparecer. Se dio cuenta de que aquello no le importaba y no hacía nada para cambiarlo. Y además, todo iba bien, seguían juntándose y haciendo muchas cosas juntos.

Por un besoWhere stories live. Discover now