— Hoy, en mi casa. — Sintió contra su oído, una modulación rasposa, enfatizando la tercera palabra.
Shoto casi protesta, pero rememoró cierto momento, cierto instante; no le hablaba desde hace tres días, no mucho en realidad, desde ese día no se le acercó, tan solo cuatro palabras, cuatro míseras palabras ocasionaron millones de dudas y temores dentro de sí, que creaban hipótesis en cuestión de segundos. Permaneció un tiempo cerca de su oreja, quien sentía el ritmo de su respiración, tranquilo, determinó Todoroki. Quiso pedirle que se fuera, estaban en el salón, aunque nadie los veía, si los miraban sospecharían aún más, incluso podrían concluir teorías amorosas y para él eso sería la ruina, sin embargo, Bakugo se fue antes de que él lograra emitir su mandato, Shoto se sonrojó mientras le observaba caminar, sin entender por qué.
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Agarraba su brazo obligándolo a seguir sus pasos y velocidad, cuando concluyeron las clases él estaba en la salida decidiendo si esperaría o aprovecharía para huir, eligió la segunda, corrió, no obstante, fue detenido inmediatamente por un brazo que tomó su muñeca y lo obligó a caminar hacia la orientación contraria, sabiendo de antemano quién era por su agarre sin un ápice de suavidad y por la dirección a la que se dirigían, sí, se aprendió el camino hacia el hogar del rubio de memoria.
En tanto caminaban, Shoto continuaba con sus divagaciones mentales, solo llegó a una conclusión; lo trataría con sadomasoquismo mientras tenían relaciones, y por eso intentó huir. Él tenía una única preferencia al tener sexo; las conductas masoquistas, pero no en sí mismo, se carcajearía si se lo dijeran, en otros es la respuesta, ya se acostumbró, demasiado a decir verdad, desde los fuertes jalones de cabello que amenazaban con dejarlo calvo hasta los potentes manotazos en sus glúteos, tenía cierta afición con dejarle la piel hinchada, algo que conseguía fácilmente por su tez nívea, así que no era nada descabellado llegar a esa conclusión, y más por cómo se había comportado la última vez; sería su castigo, tenía miedo, tal vez no caminaría dentro de un mes.
Llegaron a la casa y ahí fue cuando finalmente Katsuki soltó su muñeca, la miró, tenía dibujada su mano de un tinte carmesí, donde se concentró toda su sangre, se sintió aliviado, percibió cómo la sangre volvía a fluir con libertad. Entraron, y se llevó una sorpresa.
— ¡Hola Shoto! — saludó la madre del chico, Mitsuki Bakugo.
Todoroki solo le devolvió el saludó, en físico sonreía, pero en el interior estaba sumamente confundido. Recordó la vez que sus padres estaban en casa y por ello no pudieron tener relaciones, ese día Katsuki inventó la excusa de que tenían que hacer un trabajo en grupo, conversó un poco con sus progenitores, luego se encerraron en la habitación del rubio y jugaron vídeo juegos, para matar el tiempo según Bakugo, esa fue la única vez que se divirtieron juntos, y, sorprendentemente, sin pelear, discutir sí, pero no pelear. Shoto sacudió la cabeza, Katsuki abría la puerta de su habitación, en su mente, los movimientos del rubio estaban en cámara lenta a la velocidad que su mente procesaba y concebía nuevas variables, frenó en una, una que le atormentó; ¿acaso... le obligaría a callar mientras le follaba duro? Solo la idea le erizaba la piel, rezó el padre nuestro cuando Bakugo cerró la puerta con seguro.
Tragó grueso — Bakugo... ¿qué... — no logró finalizar su oración, las palabras se atoraban en su garganta, no quería exhibir el palpable temor en sus inflexiones, sí, la quijada le tiritaba.
— ¿Te divertiste mucho con el nerd de mierda el sábado, eh? — preguntó, no determinaba qué emoción había detrás de esas palabras, no veía su rostro, y mucho menos podría escarbar lo que esa interrogación escondía, formulada solo para evidenciar un descubrimiento.
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Closed Room •Todobakudeku•
RomanceCuando Izuku Midoriya, Shoto Todoroki y Katsuki Bakugo se vieron obligados a participar en un juego momentáneo debido a la insistencia de sus compañeros que supieron aprovecharse de la ausencia temporal de su profesor, decidieron, por causa de la el...