6. Only one bed

799 110 7
                                    

La segunda vez que Kei despierta, Tadashi lo sigue abrazando como si fuese una almohada, extrañamente cómoda para ser de carne y hueso. De todas formas, calma ante él, el suave y querido segundo despertar. Por otro lado, no ha vuelto a soñar, no obstante, percibe los recuerdos de la infancia latentes en su memoria. Ahora mucho más consciente del hecho, como haber encontrado un objeto luego de muchos años habiéndolo olvidado. Bueno, más o menos, pues así son las memorias espontáneas, ya sea el devenir de un aroma o la mezcla de colores en el cielo, súbito e inesperado, un recuerdo de antaño.

La mañana ya está algo avanzada, suponiendo entre las nueve y las diez. Sonidos de un exterior despierto y viviente. Un sol iluminando a través de las cortinas, pero el viento que golpea las ventanas ha de ser helado.
Incluso teniendo la estufa prendida, salir de la cama, deshacer la comodidad compuesta por la quietud, será una odisea. De hecho, Kei se remueve con cuidado debido al peso, y al liberar sus brazos empuja un poco a Tadashi hacia su lado correspondiente, aunque sin despegarse mucho. Tadashi no da mucha tregua de modo que sigue abrazándole, ahora frente a frente. Si presta atención, su pecho sube y baja al ritmo ajeno.
En lo que ha liberado sus brazos aprovecha a tomar los lentes de la mesita, medio esforzándose porque está detrás suyo y Yamaguchi sigue envolviéndole. El calor que su cuerpo emana se complementa al de Kei, cada vez más arrepentido de tener que levantarse, aunque sea por unos minutos. O depende, puesto que si al sentir el agua fría en el rostro logre vitalizarse entonces irá a preparar el desayuno. O ya verá. Uh, las tonterías que se cruzan por su cabeza en la mañana...

Por fin, intenta levantarse del todo, y Kei recién nota su pierna entre las de Tadashi, así que otro pequeño esfuerzo; apenas llega a moverse que el agarre se fortifica.

Kei suspira entre una sonrisa.

— Estás despierto — no pregunta, acusa. Las manos en su espalda comienzan a subir y bajar. Una fugaz cosquilla.

Noo — es la respuesta que suena entre un bostezo y un quejido.

— Tengo que levantarme — dice, pero vuelve a ajustarse bajo las sábanas. Sus brazos por encima.

Tadashi se remueve perezosamente contra la almohada y al hacerlo su cabello le roza debajo de la mandíbula.

— ¿Por qué? — pregunta, luego de algunos segundos en los que al parecer encuentra la posición más confortable. Casi por completo encima de Kei. Quien no se queja, al menos con el cuerpo, sino que también le sostiene cerca. Calor de pies a cabeza.

— Quiero ir al baño, lavarme el rostro, los dientes... — enumera, el molesto. La voz cobrando color.
Tadashi cierra los ojos a las caricias que vienen y van en su cabello.

— ¿Afeitarte? — la risita adormecida de pura maldad.

— No me parece gracioso.

Más risitas.

— ¿Cómo estás tan enérgico desde temprano? — enérgico probablemente no sea la palara correcta. Diría quizás tan alegre, pues Tadashi se despierta muy de a poco y su ánimo se recarga, irónico, en lo que pasan las horas. En la cama suele tomarse su tiempo en despertar, acurrucado entre las almohadas (o en su defecto, él). No es que Kei no lo haga -quedarse acostado algunos minutos más antes de levantarse- pero Tadashi abusa del privilegio.

— Me desperté hace rato. Te estabas moviendo mucho — responde Tadashi, esta vez mirándole, analizándole, como tratando de adivinar algo.

— ¿Ah sí? — confundido.

— Sí ¿Tuviste una pesadilla? — Allí está.

Kei no nota el movimiento, pero sí que Tadashi está más encima suyo. Así que se deja ir todo boca arriba, y con ello atrae a Tadashi.

— No — contesta mientras siente la pequeña ráfaga que se levanta.

— Qué bueno, porque estabas sonriendo. Habría sido raro si fuese una pesadilla.

Kei... parpadea. Este tonto, en vez de ir directo al punto. Ah, Kei deja salir algo que suena más a un resoplido que una risa. Pero los labios se quedan levemente inclinados hacia arriba en lo que contesta:

— ¿Qué tan raro me crees para sonreír durante una pesadilla?

La carcajada ajena apaciguada en su pecho. Luego sube la mirada.

— Era bromaa.

Kei sonríe, ya bastante despierto.

— ¿Puedo ir al baño? — vuelve al tema, supuestamente, principal.

— No — automática negación.

— Tadashi.

— Hace frío. ¿Y si me congelo en lo que vas y vuelves?

— No dije que iba a volver.

— Por supuesto que vas a volver — contesta Tadashi, como si nada.

Y es inevitable, la carcajada se escapa, burbujeante agradable. En lo que se ríe, la distracción justa, Tadashi se acomoda aún más, de modo que se sienta encima suyo, firmes piernas a cada lado de su abdomen. Gracias al aire caliente que provoca la estufa no siente verdadero frío cuando Tadashi levanta las sábanas consigo. Sólo, de nuevo, una ráfaga repentina. Kei deja descansar las manos en sus muslos.

— Ya deben ser más de las diez — apunta, ni sabe por qué si ni siquiera intenta llevar la contraria.

— Y qué, es domingo. Yo me levanté al baño, me lavé los dientes y me volví a acostar — la cabeza de un lado a otro.

— ¿Y yo no puedo?

Tadashi se toma el tiempo de considerar su respuesta; labios fruncidos que esconden la maldad de una sonrisa.

— Si prometes... no — dice —, si juras volver.

Kei no puede creer que le esté siguiendo el juego (sí puede, el endulzado), asimismo, asiente.

— No sé cuál es la diferencia, pero lo juro.

Es más, ya que están en el modo tontos, enamorados (qué vergüenza, qué sonrojo), se impulsa para quedar sentado contra el respaldo de la cama y rápidamente sus manos vuelven a Tadashi; a las piernas, a la espalda, la cintura, apretándole entero en lo que dura el beso.

Tadashi, satisfecho, se deja caer a su lado. Una vez más, corrientes de aire.

En el bufido se escapa otra risita, y ahí va, pantuflas cálidas perezosamente avanzando.

Quizás luego tengan un desayuno-almuerzo mirando algún programa o película, almohadas en la espalda y horas de descanso.

Y cumple con su promesa de volver a la cama, pese a que de todas formas lo iba a hacer porque es de esos días, esos buenos días, donde se quiere y puede pasarse bajo las sábanas, sin importar el tiempo, el clima, o si son días lluviosos o soleados. 

Días de invierno - Tsukkiyama week 2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora