ESPECIAL

442 28 16
                                    

ETHAN
▸ Los recuerdos siempre me van a doler

— ¡Estás loco Ethan! —vociferó inquieto y luchando por no ahogarse en la pesadumbre que provocaban mis palabras— ¡Mírate, estás enfermo!

Había clavado mis manos en el cuero del sofá que me estorbaba para llegar a él que con cobardía se protegía detrás de estos, moviéndose de un lado a otro.

Lo había descubierto ¡Claro que lo había descubierto!

— ¡Te dije que no te le acercaras! —grité plagado de la cólera que consume mi juicio y la penumbra de celos absorbiéndome que no salvaría ni a quien creí mi hermano del arranque que el ardor de su deslealtad causaba en mí— ¡Te hablé de lo mucho que vale para mí!

— ¡Estás equivocado! —respondió inmediatamente, pálido y sudando de terror— ¡Te hice una promesa!

— ¡Y la has destruido! —estallé para el colmo.

Me apresuré a saltar entre los sofás para abalanzarme sobre él que por primera vez en mi vida, de todos estos años en que hemos estado juntos siendo cómplices el uno del otro tuve la furia para querer matarlo, que mis manos arrebataran esa miserable luz de sus ojos.

Por una vez, anhelé verdaderamente ser yo mismo que acabara con la mísera vida que corría mientras mis manos estrujaban violentamente su cuello.

«¿Por qué te habías vuelto mi amigo?» pensé «¿Por qué quisiste hacerme esto?»

— Soy tus ojos—jadeó—cuando no ves...—. Impresionado, suavemente dejaba de ejercer la fuerza de mis manos en su tráquea pero aún no quería soltarlo— seré tu escudo cuando logren derribarte—prosiguió con aquella promesa, la primera de muchas que nos hicimos, el rezo que predicábamos antes de todas aquellas peleas donde arriesgamos nuestras vidas y pudimos haber muerto— y seré yo quien te cargue cuando no puedas seguir luchando.

Fue suficiente para que mis manos instintivamente le liberaran, había escuchado suficiente como para que en lo más profundo de mi pecho se sintiera algo que se iba calentando rápidamente y me presionaba el pecho como si una mano me hubiese tomado y apretase de mí con todas sus fuerzas dentro de su puño.
Me faltaba el aliento, me ardían los ojos, me sentía completamente destruido.

No quería salir a pelear. No quería estar con él. No quería ni siquiera verla a ella.
Ambos me habían destruido. Los dos únicos seres donde tenía mi fe, me habían hecho pedazos.

— Lárgate— mascullé en aquel momento.

Había creído en las falsas suposiciones de lo que mis ojos habían visto cuando los encontré a solas en la pieza de Zoé al charlar tan cerca el uno del otro. Me inventé una compleja mentira en mi cabeza por culpa de los celos.
Mi mejor amigo y mi única esperanza de ser feliz.

— Amigo...—susurró, atarantado y recargado en la pared para seguir de pie con lo atarantado que lo había dejado.
Me veía fijamente con su cabeza dando vueltas y con sus ojos perdidos luchaba por mantenerme la mirada en signo de valentía, dispuesto a defender sus palabras las cuales yo no creía.

— ¡Largo! —dicté haciéndolo sobresaltar. No miré siquiera cuando me dio la espalda y me dejó estar solo para poder despejar todo lo que me estaba andando dentro de mi mente.

Sí tan solo yo hubiese sabido que sería la última conversación que tendríamos hubiera actuado distinto, lo habría tomado en mis brazos y no lo hubiera dejado ir nunca.

Desde que me enteré de tu muerte Alec, todas las noches recuerdo ese cruel momento antes de mi pelea.

ETHAN II ®Where stories live. Discover now