Entre las mentiras blancas y negras hay toda una gama de grises

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Harry movía ansioso la pierna mientras esperaba en el restaurante a que Draco llegase. La verdad, es que más que ansioso estaba nervioso. Él y la puntualidad jamás se habían llevado bien, batallaban hasta en los momentos importantes como ese. Harry sabía que no debía haber intentado arreglar su cabello, pero lo hizo y ahí estaba ahora; veinte minutos tarde, solo, sin Draco a la vista y sin poder comunicarse con él.

Temía que el rubio se hubiese marchado del lugar imaginando que lo había dejado plantado, porque, por si fuera poco, se le había descargado el teléfono y no había alcanzado a avisarle al chico que no llegaría a tiempo.

Suspira. Quizás Draco también venía tarde ¿no? Sí, eso tenía que ser. Espera que las semanas que llevaban hablando a diario le dieran a entender a Draco que él no lo haría quedar para luego faltar como si nada.

La camarera se le acerca una segunda vez, así que decide pedir un refresco para que no lo corriesen del lugar. Sus ojos iban a cada segundo al reloj colgado en la pared, y cuando las manecillas indican que faltan sólo unos minutos para que fuesen cuarenta minutos de atraso, acepta que Draco simplemente no llegará, o por el contrario, llegó y se fue cuando él todavía no.

Se resigna y decide terminar su bebida para irse de ahí, pero cuando mira el reloj otra vez, más por inercia que por esperanzas, un torbellino rubio ingresa veloz al restaurante antes de detenerse en seco para mirar alrededor. Y ahí estaba, Draco Malfoy con las mejillas rojas, el cabello ligeramente despeinado, la respiración pesada y una expresión de lamento en el rostro.

—Draco -le llama Harry, mientras se le dibujaba de inmediato una sonrisa en el rostro.

—Harry -le dice aliviado. Caminando hacia él, intentando recomponerse al alisar su ropa y el cabello disimuladamente. —Pensé que ya te habrías ido -confiesa, nada más se hubo sentado alrededor de la mesa. —Mis mensajes no llegaban.

—Celular descargado. Yo pensé que tú te habías ido. -cuenta el pelinegro. Draco frunce un poco el ceño, confundido. —Llegué veinte minutos tarde y no tenía como avisarte -explica —Me quedé porque tenía la esperanza de que tú también te habías quedado sin tiempo.

Draco bebe un poco del refresco que Harry tenía a la mitad antes de asentir.

—La clase estaba terminando y Umbridge, una profesora, decide hacer un examen sorpresa larguísimo cinco minutos antes de que se acabase su hora. Por lo general, tenemos un bloque de práctica luego del teórico, pero Umbridge casi nunca lo utiliza porque está como en contra de las prácticas o algo así. -le cuenta —No sabía que me desocuparía tan tarde de esa clase, Harry, y no tenía otra forma de poder avisarte.

—Algo me dice que esa tal Umbridge no es muy querida. -Draco asiente dándole la razón.

—Los centauros deberían llevársela.

—¿Los centauros?

Draco se encoge de hombros.

—Es lo primero que se me ha ocurrido.

—No es mala idea -apoya.

—Por cierto, Harry. -el gris sube hasta sus ojos y el pelinegro levanta las cejas a modo de respuesta —Esta es solo una excepción, yo jamás suelo llegar tarde. Y odio esperar.

—Sobre eso...

Draco resopla y Harry esconde una sonrisa inocentona tras su bebida.

***

—¿Te parece ir al cine o algo así? -propone Harry luego de sentarse en el césped del parque al que habían ido después del restaurante.

Draco primero menea la cabeza, pero finalmente asiente.

Los chicos también llevan labial  | AUOù les histoires vivent. Découvrez maintenant