Pesadilla

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Hipo pov

Miré a mi alrededor y no estaba en ningún lugar de Dumbroch. Estaba en Berk. Así era como lo recordaba la gente que andaba por el puerto. Hablar y cumplir con sus deberes en la ciudad. Mientras caminaba, la gente me saludó calurosamente. Era igual que durante mis días de entrenamiento de dragones, los días en que le agradaba a la gente. Me encontré con Astrid. Ella me hizo a un lado y me preguntó

—Entonces, ¿cómo se lo vas a decir a todos?

—¿Qué?

—Recuerdas que tienes que matar un dragón hoy. Dijiste que pensarías en algo anoche

—Bien, um, sigo pensando en como hacerlo—Me alejé de ella y vi algo en la distancia. Un resplandor rojo. El resplandor se hizo más brillante y cercano, hasta que pude verlo claramente. Fue fuego. Fuego de Dragón. Cuando los incendios llegaron a Berk, el calor y la luz me cegaron. Cuando abrí los ojos, Berk estaba destrozado.

El pueblo estaba en ruinas; era como mirar un bosque después de un incendio forestal. El suelo estaba negro de hollín y la gente ... la gente. Dondequiera que mirara había gente. Hombres, mujeres y niños. Su carne se quemó y enegreció. Muertos, estaban todos muertos. Fui aprendiz de herrero en una tribu que amaba las armas. Conocía a todos en Berk, hasta el último de ellos.

No podían haberse ido todos. Yo corrí. Traté de encontrar a alguien, a cualquiera. Diablos, me hubiera llevado a Patán. Corrí al último lugar donde vi a Astrid. La vi; estaba en el suelo apoyada contra una pared. Me arrodillé ante ella. Su cuerpo estaba cubierto de quemaduras. La mitad de su rostro estaba enegrecido por las llamas. Tenía los ojos cerrados, como si estuviera dormida. Susurré

—Astrid, ¿qué pasó?

Sus ojos se abrieron bruscamente

—Me mataste

Con un grito agudo me aparté de ella. Me quedé allí horrorizada cuando Astrid se levantó del suelo y me miró con más odio del que había visto antes. Miré a mi alrededor, todos los que estaban muertos se pusieron de pie. Luego caminaron hacia mí. Todos cantaron lo mismo. 

—Me mataste—

—Chicos, esperen un momento. No nos apresuremos—Me dieron un puñetazo en el estómago. Dolía tanto que me puso de rodillas. Miré al perpetrador y era Patán. 

—Cállate inútil—dijo. Alguien me agarró del brazo derecho. Me volví y era Patapez. Patán agarró mi otro brazo y me levantó. Entonces Brutacio agarró mis piernas y las tiró sobre su hombro. Conmigo así, todos caminamos hacia el círculo de la muerte. Todos rodearon el ring y su cántico cambió a —¡Tíralo!—

—Vamos chicos. ¿Es esto realmente necesario?—Tartamudeé. Me dejaron caer al suelo y se alejaron de mí. Entonces vi a Bocón, se paró sobre mí. 

—¡Bocón! Me alegro de verte— le dije. Bocón me gruñó

—Traidor—Me levantó y me arrojó al centro del círculo de la muerte. Golpeé el suelo de piedra con fuerza. Definitivamente he tenido mejores aterrizajes. Justo cuando estaba a punto de levantarme, alguien me pisó la espalda para sujetarme. Miré para ver a Astrid. Miró a la multitud y de ella salió Brutilda. Arrojó el hacha hacia Astrid, que atrapó por el camino. Ella levantó el hacha hacia arriba y la bajó. Sentí que el hacha atravesaba mi pierna. Grité de agonía. No podía moverme.

Me quitó la bota de la espalda y se alejó. Le pregunté

—¿Por qué ... ¿Por qué hiciste eso?—Mientras se alejaba de mí, dijo sombríamente

El jinete de DumbrochWhere stories live. Discover now