Unidos

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Hipo pov

—Fue el día que tuve que matar a un dragón— comencé

Mérida me miró interrogante

—Cuando estaba entrenando a Chimuelo, mi papá me puso en entrenamiento de dragón. Gracias a los trucos que aprendí de Chimuelo, era bastante bueno en eso. Al final, tuve que matar a un dragón. No pude, así que la noche anterior, iba a dejar Berk y nunca volver. Eso fue, hasta que Astrid encontró la cala donde escondí a Chimuelo. Una cosa llevó a la otra y terminé mostrándole lo increíble que era Chimuelo. Lo que no esperaba era encontrar el nido de dragones del archipiélago. La Muerte Roja controla a otros dragones; nos pusimos al alcance de su influencia y Chimuelo nos llevó a Astrid y a mí al nido. Apenas logramos salir con vida en ese entonces. Cuando regresé a la cala, convencí a Astrid de que no le dijera a mi papá para poder proteger a Chimuelo. Le dije que se me ocurriría algo...

Cuando llegó la mañana, salí volando con Chimuelo para pensar en algo, cualquier cosa. Volamos tan lejos que ya no podía ver a Berk. Sin embargo, volví para tratar de detener la guerra entre dragones y vikingos. Sólo había una manera. Volamos de regreso a Berk sólo para verlo arder...

Todos los barcos, todas las defensas y todas las casas estaban en llamas. La Muerte Roja llegó a Berk y prendió fuego a todo. Vino por nosotros, invadimos su territorio y la aldea pagó el Chimuelo y yo luchamos contra la Muerte Roja, como diría tu padre; fue una batalla que sacudió los cielos. Solo ganamos, encendiendo el gas en la muerte antes de que él pudiera. Casi salimos ilesos, pero me derribó y estuve inconsciente, cuando me recuperé, estaba en el bosque y descubrí que había perdido la pierna. Así que Chimuelo me consiguió una rama y me fui cojeando hasta la aldea. Todo estaba ... lo único que quedó intacto fue el libro de los dragones. Encontré ... lo que quedó de Bocón y mi papá. Probablemente trataron de ganar tiempo para todos, pero no quedó nadie Mérida. Yo fui el único sobreviviente — termine de relatar— Si no tuviera a Chimuelo, probablemente me habría rendido allí mismo

—¿Qué hiciste entonces?— Me preguntó

—Reuní lo que quedaba de todos y los despidí, al estilo vikingo. Se lo merecían

—Hipo, la razón por la que sigues tratando de enfrentarte a la Muerte Roja solo es porque no quieres que nadie más sufra como ellos, ¿no?

asenti

—Buen trabajo que estás haciendo, aquí yo muy preocupada por mi novio

—Mérida...

—Hipo; si ese dragón te quisiera, te habría seguido mar adentro. Fue a Berk, a Astrid. El único culpable aquí es ese maldito dragón. No tienes la culpa de esto. Si realmente quieres paz, pelea junto a nosotros. Para que lo que le pasó a Berk no nos pase a nosotros

Me mordí el labio. ¿Fue realmente así de simple? ¿Aceptar que era el dragón y no yo el culpable?

—Hipo, ya no estás solo. Estamos aquí, así que no nos descartes.

—Mérida, ¿cómo sabes siempre qué decirme?

—Porque soy así de buena—dijo antes de besarme. Como la primera vez, nuestro beso ahuyenta todo lo demás y no me deja más que el calor de Mérida.

—Paga MacGuffin, se besaron

Saltamos y giramos para ver a los otros jinetes y oh Odin, los padres de Mérida también estaban aquí.

El jinete de DumbrochWhere stories live. Discover now