Realidad

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Apenas llegaron a los asientos del avión, se quedaron profundamente dormidos. El dolor de cabeza se volvía una verdadera molestia y tuvieron que despabilar cuando la azafata llevó la comida.

—¡Esto es horrible! —dijo Marcela, refiriéndose al incómodo malestar que sentía y tocó su frente, arrugándola.

—Demasiado —confirmó Max, hundiéndose en su asiento—. Pero vaya que valió la pena, ¿no crees? —Recordarlo lo hizo sonreír porque sabía que habían gozado bastante su alocada noche.

—Por supuesto. —Se acercaron para besarse, como si siempre hubiera sido así—. Estuve practicando mi francés y una frase de una canción de Édith Piaf me hizo pensar en ti.

—Eso es maravilloso. Debiste decirme que querías clases privadas —jugueteó, acariciándole la barbilla con cariño—. Vamos, dímela.

—Bueno, pero no te burles. —Max negó con la cabeza y puso total atención—: Quand il me prend dans les bras, il me parle tout bas, je vois la vie en rose.

Sin duda no esperó esa clase de romanticismo de su parte y logró hacer que se sintiera alagado.

—Tu acento es raro —chacoteó con ternura.

—¡Grosero!

—Estoy bromeando. Me gustó, me gustó mucho, ma princesse.

Los detalles que tienen las parejas muchas veces ya salen sin planearlo, pero entre ellos no existía esa melosidad, así que cuando llegó, fue sublime.

—He estado pensando que cuando lleguemos a México tengo que presentarte a mis padres. —Desde que enviudó no llevó a ningún hombre ante la presencia de sus progenitores, pero esta vez sí quería hacerlo—. Pasan poco tiempo en casa porque el año pasado decidieron que era tiempo de volver a encender la llama del amor y se fueron a recorrer el mundo. ¡Ah!, amor viejo y duradero; uno como el que nunca tendré... —Dio un vistazo a su acompañante para contemplar su reacción, esperando que fuera positiva—. En fin. Me avisaron que van a estar allí a mi regreso y quiero que los conozcas.

—Eso... es... algo que no esperaba, ¡pero sí! ¡Me encantaría! —La impresión logró que se irguiera y colocó las manos en su delicado rostro para acercarla y darle otro beso. Con eso confirmó que ella empezaba a considerarlo en serio y su relación estaba a punto de cambiar para bien. Apenas terminara de manera oficial con Antonella, hablando también con su familia porque lo consideraba necesario, se le declararía con todos los requisitos—. ¿Sabes?, yo también tengo algo que contarte. —Marcela lo miró con interés—. Tengo un amigo, se llama Peter, él es director de teatro. Hace dos días me llamó para pedirme un favor. El año pasado estuve en una de sus obras, como secundario, y me invitó para que reemplazara al actor principal el fin de semana porque no iba a poder estar. Sabe que soy algo obsesionado y me aprendí todos los diálogos.

—¡Que buena noticia! ¡Es excelente! —le celebró con sinceridad, abrazándolo.

—Solo debo darle un repaso a las líneas, no es tan complicado. Por supuesto que tú eres mi invitada de honor. —Tenía claro que una mujer como ella estaba acostumbrada a grandes teatros, así que consideró necesario decirle que el lugar donde actuaría sería algo sencillo—. Aunque debes saber que es una obra con un presupuesto limitado. Se gana muy poco y solo lo hago como un favor.

—Voy a estar ahí en primera fila, lo prometo.

—Gracias, de verdad.

Mientras conversaban se sujetaron de las manos porque ya nada importaba más que ellos. Se estaban comenzando a amar sin reservas, sin temor a lo que otros dijeran.

El tiempo de vuelo era suficiente para descansar, así que después de comer decidieron dormirse.

Marcela fue cerrando los ojos, pensando en lo que dejaba en Colombia. Por fin se despedía, gracias a ese viaje, de su gran y primer amor, del hijo que nunca tuvo, de su fertilidad, de sus pesadillas y del miedo de estar tan sola. Veía en su compañero de viaje, ahora que se creía liberada, a un excelente partido para compartir sus siguientes años y tal vez la vida; eso ya dependía de cómo fluía la relación.

Fue el ruido insistente de un timbre lo que la despertó antes de que entrara en el sueño profundo y sus ojos se abrieron justo frente a la pantalla del teléfono. Se leía "mi amor", y le lastimó saber que Max no había renombrado a Antonella en sus contactos. Él ya se encontraba por completo dormido. Intentó evitarlo pero, aunque no tenía la costumbre de invadir privacidades, levantó el aparato con sumo cuidado para no despertarlo. Sabía que no tenía contraseña y fue leyendo los mensajes.

Todas sus decisiones se vinieron abajo con cada renglón. ¡Justo cuando lo creyó convencido! ¡Justo cuando estaba dispuesta a entregarle todo de sí! Cada palabra la hirió como nunca creyó. El golpe de realidad logró que cambiara, de manera drástica, el rumbo que había elegido, optando por uno donde a él ya no lo incluía.

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Traducción del francés: Cuando él me toma en sus brazos y me habla en voz baja, veo la vida en rosa.

Traducción del francés: Mi princesa.

El Intérprete ©Where stories live. Discover now