Parte 20.

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Gokudera no podía creerlo, tenía heridas dolorosas por un mocoso de secundaria que apenas acababa de cumplir dieciséis años. La ceja, la nariz y boca le sangraban, seguro que si alguien lo encontraba así, pensaría que se llevó la peor parte y se sentiría completamente humillado. No obstante, que dijeran que le había ganado a Hibari no le causaba ninguna gracia, porque era como ganarle a un bebé.

Kyoya tirado en el suelo respiraba tranquilamente, inconsciente por completo. Igual que Gokudera se mostraba herido, y era difícil saber donde tenía las heridas por la cantidad de sangre que tenía embarrada. Aunque tenía un pómulo abierto y del otro lado el color morado se extendía por gran parte de su cara.

Pero quizás los más adoloridos fueran Spanner e Irie, pues la mayoría de sus máquinas estaban destruidas. A su "suerte", si es que se le podía llamar así, Irie tomó los CPU's que tenían información valiosa y los protegió con su cuerpo, para que ninguno de esos tontos pudieran destruirlo. De ello dependía que el Hibari del futuro regresara.

—Me lo llevaré de aquí. —suspiró Gokudera, poniéndose de pie.

— ¿No deberíamos llamar a Tsuna?

— ¡El Décimo ni nadie puede enterarse de esto! —dijo él, tomando los brazos de Hibari para cargarlo en su espalda, pateando las tonfas a un lugar profundo en el laboratorio. —Yo pagaré con los gastos, solo has una factura.

— ¿Estás seguro? Hibari parece fuera de control. —bostezó Spanner, paseando su paleta por la boca.

—Sí...—Gokudera arrastró las palabras. No parecía nada seguro.

Al salir del laboratorio, se acomodó mejor a Hibari, contemplándolo de reojo, observó que la sangre seguía emanando de él. ¿De verdad que estaba esperando al enfrentarlo? Y más que nada, ¿por qué lo había hecho? Hibari era de los que siempre pensaba antes de actuar, y a menos que fuera por oponentes realmente poderosos se lanzaría a ellos dispuestos a morderlos hasta la muerte.

A suerte Dino y Tsuna estaban en una reunión con Reborn que dudaría al menos la mayor parte del día. Por lo que fue un alivio no tener que darle explicaciones a su esposo del porque los dos estaban ensangrentados y lastimados. Y lo bueno de las mansiones es que cada habitación tenía un baño lo suficientemente amplio, con un botiquín de primeros auxilios, por si las dudas de que hubiera una rebelión o los Varia se volvieran locos otra vez.

Con cuidado comenzó a limpiar la sangre en el rostro de Kyoya, con un pañuelo mojado. Lucía tan pacifico dormido, como si no fuera el bastardo sádico que todos conocían. Una sonrisa se formó en el rostro de Hayato, quién al terminar de limpiar puso la gasa en la parte del pómulo.

— ¿Por qué eres tan imbécil? —masculló, dándole un suave golpecito en la frente a Hibari.

Gokudera tomó las prendas que tomó de su armario y comenzó a quitarle las manchadas de sangre a Kyoya. Seguro su ropa le quedaría grande, pero él aún estaba cubierto de sangre, no podría salir solo al pasillo y dejar a Hibari ahí casi inconsciente, si Dino lo encontraba pegaría el grito al cielo.

Cuando Kyoya comenzó a despertar ya se encontraba en la cama de Dino y Gokudera, mientras este último estaba tocándose la herida de la ceja con una expresión de dolor. Hibari se incorporó su cuerpo, sentándose en la cama, sin dejar de mirarlo. Hayato volteó, frunciendo la boca y con expresión molesta.

El silencio reino por un buen rato en la habitación, y sin dejar de mirarse, lo cual logró incrementar todavía más la incomodidad. Hibari entonces se trató de poner en pie, pero un mareo potente volvió a sentarlo en la cama, sacudió su cabeza y le dirigió una mirada agria a Gokudera.

Me debes un favor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora