9 de Mayo, 2020. Sábado.

1.5K 84 3
                                    

9 de Mayo, 2020. Sábado.

Dos días desde que Hugo me llamó por primera vez. Desde entonces hemos hablado al menos tres veces cada día. No me ha dicho donde está, nunca las conversaciones duran demasiado, pero con eso me conformo hasta ahora. Es más que lo que teníamos cuando estaba en la cárcel.

Mi teléfono suena y sonrío al ver su número en la pantalla. Apenas son las 23:00h, irá a dormir y será la ultima llamada de hoy.

-Hola.
-Hola. -Sonrío sin poder evitarlo.- ¿Cómo estás? ¿Has cenado?
-Te preocupas mucho por mí.
-Pues claro tonto.
-No he cenado, no me apetecía nada de lo que tengo.
-Tienes que comer Hugo.
-Lo sé, lo haré.
-¿Lo prometes?
-Lo prometo. -La alarma que indica que se nos acaba el tiempo para hablar suena y tenemos que despedirnos.- Te quiero.
-Y yo.

La llamada se corta y como siempre, me sabe a poco. Suspiro y dejo caer el teléfono encima de las sábanas de mi cama al igual que mi cuerpo. Miro al techo sonriendo por poder hablar con él un día más.
No se escucha nada en mi casa, mi madre debe estar durmiendo.

Unos golpes en la ventana hacen que levante la cabeza y mire a través del cristal. Solo se ve todo oscuro. Hasta que aparece una cabeza rubia que hasta ahora solo veía en mis sueños. Parpadeo varias veces para comprobar que es verdad, que no me he quedado dormida y mi imaginación está jugando conmigo.

-¿Me abres? Hace frío. -Abro la ventana por más rápida que puedo haciendo el menor ruido. Hugo apoya sus manos para poder saltar hasta dentro de mí habitación. Gracias a mi madre por no querer poner rejas, gracias a eso ahora el rubio puede acceder a mi casa sin necesidad de abrir la puerta.- Hola.
-Estás loco.

Asiente con la cabeza, agarra suavemente mi cara con sus manos antes de acercar su cara a la mía y dejarla a centímetros. Siento como sus manos están muy frías, haciendo un contraste totalmente distinto al calor que desprende mi piel. Cierro los ojos al volver a sentir el contacto de sus manos. Soy yo quién no aguanta más y termina acortando la distancia entre nuestros labios, que están agradecidos por volverse a encontrar. Nos besamos sin importar nada más, sin pensar en nada más, obviando el hecho de que él es un prófugo al que busca cada policía de este país.
Yo solo puedo pensar en que ahora está aquí, conmigo, y quiero detener el tiempo en este mismo instante.

-Joder Hugo... Cómo te he echado de menos. -La maldita necesidad por respirar hace que nos separemos, una sonrisa sale de los labios de ambos al tiempo que Hugo envuelve mi cuerpo con sus brazos y yo me escondo en ellos, me escondo en él.-
-Yo a ti también, mucho.

Y entonces los dos sabemos que sobran las palabras entre nosotros. Ya tendremos tiempo más tarde para hablar. Nuestros labios vuelven a reclamarse, hace demasiado tiempo que no pueden saborearse. El beso lejos de ser lento, es desesperado, necesitado, dejando patente el deseo de los por estar de nuevo juntos.

El juego nada inocente que hemos empezado no se queda ahí, avanza a pasos de gigantes cuando las manos de Hugo se adentran por la tela de mi camiseta, la levanta hasta que juntos nos deshacemos de la tela que cubre la parte de arriba de mi cuerpo y del suyo. Las dos camisetas ahora se hacen compañía en algún rincón del suelo.
Sus dedos se deslizan sin perder un segundo por la piel de mi espalda mientras que sus labios comienzan un camino de besos desde mis labios a mi cuello. Suspiro al enredar mis dedos entre los mechones de su pelo. Lo tiene más largo, al igual que los pelos de su irregular barba. Pero ninguna de las dos cosas me molesta para seguir disfrutando de él.

Mis dedos abandonan su pelo a la vez que los suyos bajan por mi espalda y ahora acarician mi estómago, subiendo peligrosamente y erizando cada centímetro de piel que va acariciando.
Intento con éxito llegar al principio del elástico de sus pantalones, tiro hacia abajo para que termine de deshacerse de ellos, y los dos quedemos solo con la ropa interior inferior puesta.

A través del cristalWhere stories live. Discover now