•| Once |•

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En el hospital psiquiátrico Santa Lucía el menor de los Lodge, dibujaba aquellas figuras que a diario pasaban por su mente como un flechazo, sin lograr descifrar lo que en realidad eran. No tenían forma, aunque algunas veces lo que dibujaba eran los ojos de aquella chica a la que consideraba el amor de su vida.

Todos los años, como de costumbre para las fechas de Navidad sus padres lo llebaban a casa, y él la veía, tan hermosa, tan vivaz y experimentada, algunas veces llegaba a ver cómo ella y su hermano follaban en la habitación del mayor mientras sus padres no estaban, y eso lo molestaba.

Podía sentir la furia y el coraje, luchaba por  reprimir las voces en su interior que aconsejaban entrara a la habitación de su hermano y lo asfixiara, también podía estrangularlo, o acuchillarlo.

Todos aquellos pensamientos lo hacían sentirse aliviado, pero después lo inundaba la tristeza. Su madre era tan buena con él, que no la quería ver llorarle.

Era de noche cuándo su enfermera fué a visitarlo, él era más parecido a su padre, aquella tez blanca y ojos de color, aquellos que lograban una porción extra de postre para la cena.

Le gustaba juguetear, sobre todo debajo de los uniformes de las enfermeras, Rosie, la peliroja que lo atendía aquél turno había preparado sus somníferos, cuando de su mano resbaló la tapadera del frasco y se inclinó en busca de ésta, Odhiel llevó su mano a acariciar el muslo de la chica.

No estoy muy segura de que esto sea correcto.

Mustió Rosie, la cual estaba deseosa de que el castaño continuara con aquellas caricias, y si era posible llegara a algo más.

Desde que había llegado para trabajar en aquél hospital había estado escuchando a las demás enfermeras sobre el chico de la habitación #32. La gran mayoría daban sus reseñas. Algunas de ellas con miedo de volver a verlo, otras impacientes, y en un caso extraño, molestas. Del hecho que en muy raras ocasiones (por su transtorno) mostraba su reacción de placer.

¿Desde cuándo a tí y a tus putas amigas les importa que es correcto? Porque yo aquí me doy cuenta de todo, y las he visto y escuchado gemir una contra la otra.

Así era, con una sonrisa superficial, Lodge se dió la libertad de darle un azote en su trasero el cual retumbó con eco en aquella habitación.

¿Sabes de ello?

Preguntó mezclando su asombro y un jadeo.

La peliroja sí que había subestimado al chico, creyendo que solo se mantenía en su alusinasión y medicamentos. Sabía bien lo que pasaba con sus compañeras en los baños, habitaciones vacías e incluso con otras internas.

Te lo he dicho, tú tienes a penas unos meses aquí, yo llevo casi mi vida.

La enfermera terminó de preparar sus medicamentos y se montó a horcajadas de él, pasó sus manos por el torso del chico y comenzó con pequeños y precisos movimientos de cadera.

He escuchado muchas cosas de tí y quiero probar cada una de ellas.

Con la respiración un poco entrecortada le guiñó un ojo y presionó su intimidad contra el bulto del chico. Por lo menos cinco años menos que ella.

Por la mente del ojiazul, lo que pasaba por aquél momento era atrapar el cuello de la chica con sus manos y apretarlo hasta que su rostro se pusiera rojo y pasara al morado. Verla batallar para respirar le provocó un escalofrío, comenzó a escuchar asas vives en su interior, alentandolo para que lo hiciera y la tomara de aquella forma tan deseada.

No sabían si usaban aquellos uniformes (vestidos cortos) porque eran cómodos, o porque el director del hospital era un pervertido. Pero agradecían en aquellas situaciones cuando menos ropa era mejor.

En realidad hacía calor, era un clima agradable, por lo cual los pacientes usaban una tela delgada para su ropa.
El creciente bulto de Odhiel le resultaba jugoso, exquisito.

Las manos del chico fueron hábiles, el cierre del vestido fué bajado y la prenda completa despojada del cuerpo de Rosie. La lencería blanca a juego con su piel dieron admirados por aquellos ojos azules. Lodge acercó su boca al pecho de la señorita y pequeños besos húmedos fueron repartidos en ambos senos, de un momento a otro la mano izquierda del castaño se apoderó del cuello de la chica y hizo un poco de presión, recibiendo en respuesta un gemido, un poco más fuerte que los anteriores.

Las uñas de la chica se clavaron en la espalda del menor y se quedaron marcadas.

Rosie mantenía su rostro de exitacion, la mano que Odhiel había llevado hasta la intimidad de la chica se encontraba empapada de sus fluidos, indicando que la dedicación del castaño era muy buena.

Al cabo de unos minutos de besos entre entre los dos, y el toqueteo, la chica colocó el preservativo que, 'por casualidad' llevaba, en su boca y fué deslizando sus labios a la largo del falo de Odhiel.

Tenía bien largo y grosor, se le veía jugoso.
De las pocas veces que el cuerpo del castaño tenía sensibilidad por los tratamientos, aquello le hizo sentir un gemido, un:

!Joder, Rosie!

Con la voz ronca y gruesa la tomó del cabello enredandolo en su muñeca y le ayudó con el sube y baja de su cabeza sobre su erección.

El clítoris de la chica punzaba por la necesidad de ser atendido, así que después de unas mamadas más comenzó a rozar su entrepierna con el miembro del choco.

Lodge llevó su pulgar al punto sensible de la chica y comenzó a estimularlo, los gemidos por parte de ambos eran ahogados en un desenfrenado beso.

El chico colocó su glande en la entrada de la mayor y la hizo bajar sobre su miembro recibiendo en respuesta una fuerte mordida en su labio inferior. No dejó de estimular su clítoris aunque se le dificultaba un poco por los brincos que daba la mayor sobre su venosa verga.

Los senos de la peliroja rebotaban contra el pecho del menor.
La mano que este tenía en el cabello de la enfermera pasó a su cuello nuevamente y comenzó a hacer presión sintiendo la excitación y el deseo de asfixiarla cada vez más.

Eres una maldita puta.

Gruñó Lodge en el oído de Rosie y esta puso sus ojos en blanco brincando lo más rápido que podía, ignorando el chillido de la cama.

El placer inundaban su cuerpo y el calor se acumuló en su vientre, batallaba para respirar y aún así mencionó.

Esta puta salta en tu deliciosa verga.

De un hábil movimiento cambiaron la posición, él sobre ella y entre sus piernas, la penetraba con brusquedad haciendo cada vez más presión sobre su cuello.

Rosie, en intentos desesperados por respirar como tenía que ser rasguñaba el pecho, los hombros, y el rostro del chico.

Lodge, harás que me corra y estoy segura que iré al infierno.

Los ojos del menor estaba perdidos, parecía aturdido por el placer que aquello le estaba causando, se debatía en soltarla solo un poco o por fin terminar con su vida.

'Pobre zorra, tan delicioso y estrechado que tiene el coño'

Pensó hasta tomar una decisión.










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Mis hermosas personas, he estado pensando en hacer una cuenta de Ig, dónde podamos darle más proyección a esta historia.

Éste es su halloween de mi parte.

SE VIENEN LAS SORPRESAS.

Los tqm.




¿Niñero? [+18]Where stories live. Discover now